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Los aranceles de Trump amenazan el «tesoro» del turismo en Barcelona

En los últimos años, el sector hotelero y restaurador barcelonés ha tomado conciencia de los límites de su negocio. El volumen de turistas ya no puede ser la clave; los viajes se encarecen, y las regulaciones ambientales alejan el transporte aéreo de muchos bolsillos; y cada persona que llegue a Barcelona debe aportar un «valor añadido» para que el tejido sea rentable. En esta ecuación, Estados Unidos es inevitable. Los viajeros estadounidenses, con salarios mucho más elevados y cargas fiscales menos onerosas que las europeas, pueden permitirse estancias en la capital del país más largas, y hacer una inversión económica mucho más potente que los procedentes de otros lugares. En momentos de buenas perspectivas económicas, según explica el fundador y presidente del grupo hotelero Duquessa Eduard Torres, los estadounidenses son «el turista ideal». «Son muy agradecidos, porque generan un gasto superior, y una estancia media mucho más larga«, declara el empresario; que considera a los visitantes transatlánticos un «tesoro» para el nuevo modelo turístico barcelonés. Un tesoro, sin embargo, que puede hacerse más pequeño, golpeado por la gestión económica de la Casa Blanca. Desde el inicio de la guerra arancelaria de Donald Trump, constata Torres, «se nota una bajada» en la demanda de este tipo de perfiles.

Según aseguraba un reciente análisis del Banco de España, el Estado español se ha convertido en un importante polo de atracción turística para los estadounidenses, con más de cuatro millones de viajes registrados en 2024. De estos, apunta el regulador, «la gran mayoría se concentran en Barcelona», muchos de ellos aterrizados en la ciudad en una ruta de crucero. De hecho, según las cifras del Observatorio de Turismo de Barcelona, Estados Unidos fue, el pasado mes de marzo, el primer mercado internacional de los establecimientos turísticos barceloneses, con el 12,6% del total de los movimientos en los hoteles de la ciudad. En números absolutos, cerca de 90.000 estadounidenses viajaron a Barcelona el tercer mes del año, un 13,6% más que un año antes.

Estos viajes, sin embargo, todavía no se pueden enmarcar en la dinámica económica provocada por Donald Trump. Los clientes hoteleros, especialmente los de mayor poder adquisitivo, «reservan sus fechas con dos o tres meses de antelación»; es decir, incluso antes de que el nuevo inquilino de la Casa Blanca tomara posesión. Ahora, constata Torres, la tendencia se ha invertido: los ciudadanos estadounidenses que ya tenían visitas programadas a la ciudad no se están echando atrás, pero sí se nota un importante descenso de las reservas de cara a la temporada veraniega, que suelen acelerar durante el mes de abril. «La economía cuenta mucho», describe Torres, «y el turismo es muy sensible a las caídas».

El presidente estadounidense, Donald Trump, amenaza con más aranceles a Canadá y a la Unión Europea / Europa Press

Según las voces sectoriales consultadas por este medio, aún es difícil calcular el impacto final de los aranceles sobre el turismo estadounidense, en tanto que las bases de rentas de los consumidores son diferentes de las locales. «Tenemos la suerte de que el turista estadounidense que tenemos en Barcelona tiene un poder adquisitivo alto», asegura el presidente de la comisión de Turismo de la patronal Foment del Treball, Miquel Gotanegra. Y añade: «todas las caídas económicas preocupan; pero, en este caso, lo hace menos que al consumidor medio». En este sentido, las carteras de los estadounidenses deberían permitirles «mantener la dinámica» del inicio del año. Ahora bien, según un reciente análisis de la patronal española Hosteltur, «los principales efectos pueden ser psicológicos»: los estadounidenses podrían permitirse viajar a Europa, y a Barcelona más concretamente; pero podrían sentir que «no son bienvenidos» en los 27 a causa del enfrentamiento geopolítico. Además, razona Torres, la actividad económica de los compradores del país «está muy indexada a la bolsa». «Si los mercados caen, les genera una sensación psicológica de inestabilidad; y eso causa un impacto», declara el hotelero. Gotanegra, cabe decir, es más optimista: a su parecer, la buena salud de la oferta local y la capacidad de compra de los estadounidenses servirán para paliar el golpe arancelario.

Los mismos turistas con menos dinero

Según coinciden las fuentes consultadas, el hueco que puedan dejar los Estados Unidos no quedará vacío, ni mucho menos. «Por ahora, somos un destino turístico con mayúsculas», celebra Gotanegra; y la demanda que no aprovechen los estadounidenses se moverá hacia otros mercados. Ahora bien, los países que aportan visitantes a la ciudad no suelen generar la misma dinámica favorable. Ninguno de los cinco orígenes que deja más turistas en la capital del país se acerca a los EE.UU. en niveles de gasto. Italianos, franceses y británicos gastan la mitad que los estadounidenses en sus viajes al conjunto del Estado, según los datos del INE. Solo los alemanes hacen estancias más largas, con unos 7,8 días de los primeros por 7,7 de los segundos; pero su inversión media es mucho menor (1.300 de los alemanes por más de 2.100 de los estadounidenses). Además, el flujo de viajeros desde los Estados Unidos es «completamente desestacionalizado», según apunta el representante de Foment; mientras que parte de las visitas europeas están aún vinculadas al sol y playa de la temporada de verano.

Si otros perfiles de menor poder adquisitivo ocupan el lugar que dejan los estadounidenses, razona Torres, los hoteles de la ciudad notarán una «caída de la rentabilidad» respecto de otros años. La referencia de los últimos meses es clara: el pico de visitantes de los EE.UU. del marzo, según cifras del Ayuntamiento, coincide con máximos en el gasto general (150 euros por turista y día) y tasa de rentabilidad hotelera (180 euros por habitación y día). «Venimos de dos años expansionistas, y es posible que este año no lo sea», lamenta Torres. Así, una menor demanda de las carteras más llenas obligaría a «rebajar los precios» de los hoteles, especialmente los de más de tres estrellas, donde se concentra mucha de la demanda americana. «Los precios que pueden pagar desde los Estados Unidos no los suplirán otros europeos», comenta el empresario.

Sin embargo, todo dependerá de los movimientos que haga la Casa Blanca en las próximas semanas: si Trump acelera los tratos con socios comerciales y disipa las dudas arancelarias, «es posible que la bajada se modere»; para que los consumidores vuelvan a su actividad normal. Pero en caso de que el órdago trumpista deje heridas en las relaciones internacionales, «habrá una afectación en las relaciones comerciales que dejarán un impacto» sobre la demanda estadounidense en Barcelona. «Y yo creo que no sería un impacto menor», contempla el presidente del grupo Duquessa. El reto, hay que decir, es más asequible para Cataluña que para otras regiones amenazadas, en tanto que «los precios son más bajos que en el resto de Europa», según Gotanegra.

Las buenas previsiones del sector turístico hacen

Los aranceles como oportunidad

El sector turístico más afectado por los aranceles de Trump, sin embargo, es el de su propio país. Barcelona, y otros destinos europeos, sufren por una especie de crisis emocional de los compradores, que no se sienten seguros de hacer sus viajes con normalidad. Pero los visitantes que quieren ir a los Estados Unidos sí que encontrarán limitaciones materiales, con subidas de los precios de los paquetes turísticos y controles fronterizos que también detendrán las llegadas por ocio. Según los datos del Departamento de Comercio del gobierno estadounidense, abril ha dejado una caída del 11,6% en los viajeros internacionales. Algunos destinos prémium, como Nueva York, han sufrido una caída aún más pronunciada, cercana al 20%. Esto puede suponer una oportunidad para un ecosistema como el de Barcelona. «Puede ser que haya gente que pensaba ir a los EE.UU. y que ahora gire los ojos hacia la ciudad», apunta Gotanegra. Gente, además, que comparte algunos de los rasgos de los estadounidenses, en tanto que «los turistas de largo recorrido viajan durante los 12 meses del año», en línea con las preferencias desestacionalizadas del sector.

Es cierto que algunos de los mercados clave de los EE.UU. son ajenos a Barcelona. Según las cifras del ministerio comercial estadounidense, los dos perfiles más dañados son los mexicanos y los canadienses. Dos países que, tal como indican los datos del Observatorio del Turismo de Barcelona, suman menos del 2% de las visitas de marzo. «Clientes, seguro que tendremos, pero serán clientes diferentes», contempla Torres. En este sentido, recomienda mirar hacia dos regiones clave para cubrir la bajada americana: Asia y Oriente Medio. Ahora bien, de cara a estas alternativas, las infraestructuras limitan el acceso a Barcelona. «Uno podría decir: bajan los americanos, busquemos nórdicos, busquemos gente de EMEA. Pero todo esto está muy ligado a la conectividad», lamenta el empresario. En este sentido, la capacidad de atraer nuevos perfiles a corto plazo está limitada, especialmente, por las conexiones internacionales del Aeropuerto. «Y no tenemos vuelo directo a Tokio», ironiza. La transformación, pues, será a corto plazo; pero el golpe puede ser inmediato. «Esperamos que el mercado americano no caiga tanto, que el vacío no sea tan grande», concluye Torres.

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