El mercado exterior es, a estas alturas, uno de los grandes problemas de la campesinado catalán –y del conjunto del continente–. Las estrictas normativas ambientales y sanitarias impuestas por la Unión Europea a raíz de la última reforma de la Política Agraria Común, que entró en vigor a principios del 2021, han disparado los costes de unos productores ya asediados por los bajos precios de la cadena alimentaria. Se trata de un agravio que no sufre el campo de fuera de la UE: los exportadores asiáticos, africanos o norteamericanos tienen que cumplir las reglas establecidas por la OMC –mucho más laxas que las comunitarias–; pero pueden ignorar a Bruselas. Sobre esta premisa justifican los manifestantes de las últimas semanas el rechazo a los acuerdos comerciales con este tipo de mercados –como el que, entre los tacos de agricultores y ganaderos, votará el Parlamento Europeo la próxima semana, en este caso de la mano del gobierno de Chile–. Los mercados internacionales de alimentación, empero, van en ambos sentidos; y expertos del sector se apresuran a recordar que un giro proteccionista podría acabar siendo negativo para unas explotaciones agrícolas que se han acostumbrado a vender afuera.
Cataluña no es, ni mucho menos, la excepción. De hecho, la alimentaria es una de las pocas balanzas exportadoras positivas para el país –vendemos más que compramos–. Según los datos de Prodeca, la agencia de promoción de los alimentos catalanes, el sector exterior de la alimentación catalana ha batido durante el 2023 todos sus récords, con una facturación de 15.327 millones de euros; mientras que las compras internacionales se quedaron en los 14.782,8 millones. La tendencia es, además, claramente alcista: tal como apunta la misma entidad, el récord es la cumbre de una escalada que ya dura una década. En los últimos 10 años, «las exportaciones agroalimentarias catalanas han crecido un 89,95% en valor y un 16,15% en volumen». El cliente, pues, no solo está dispuesto a comprar producto catalán: está dispuesto a comprarlo cada vez más caro. Es cierto, sin embargo, que el 2023 ha sido un año de escalada inflacionista, y los precios tienen mucho que ver. De los ocho grupos del sector alimentario que Prodeca identifica en Cataluña, la mitad suben en valor, mientras que solo dos lo hacen en volumen. En el global, de hecho, el crecimiento interanual en euros es ligero, del 3,22% si se compara con el 2022; pero en cantidad de producto hay una bajada –significativa, además–, superior al 9,5%. De nuevo, menos producto, sí, pero aceptado a precios más elevados.
El éxito de frutas y hortalizas
El subsector más salido bien en términos relativos –en comparación con el curso anterior– es el vegetal. La rama de fruta y huerta, según la agencia catalana, registra unas ventas durante el 2023 de 1.373 millones de euros, una escalada año a año del 15,77%. A diferencia de la mayoría de líneas productivas, también aumenta en volumen, con una subida del 10,22% en 12 meses; y ya supera el millón de toneladas vendidas a los mercados internacionales. El gran protagonista, como es tradición, es la fruta: a falta de los datos de diciembre, –un mes normalmente positivo, pero a menor nivel que los de otoño–, todavía no detallados por el Idescat, el instituto estadístico apunta que los frutos acumulan en Cataluña una facturación exterior que frota los 1.083 millones de euros. Llama especialmente la atención el rendimiento de los albaricoques, melocotones, ciruelas o cerezas –drupas dulces, en general– , que registran unas ventas durante el 2023 de 420,5 millones de euros, con cierta diferencia el grupo más exitoso, según el instituto estadístico catalán. También la manzana destaca, con una facturación internacional de más de 130.428 millones de euros durante los primeros 11 meses del 2023.

Mucho más reducida es, por defecto, la facturación exterior de la huerta catalana. Según el Idescat, los once primeros meses del 2022 dejaron unos ingresos a los vendedores fuera de las fronteras del país de hortalizas y otros vegetales similares de unos 274,1 millones de euros. Como en el caso anterior, a la espera de la confirmación de las ventas de un diciembre tradicionalmente exitoso, la cifra ya supera anchamente la del 2022, que no llegó a los 270 millones. Entre los grupos concretos, destaca el pimiento, que supera de nuevo el récord de los 40 millones vendidos –lo hizo por primera vez el 2022–. Lo siguen el tomate, con unos 30 millones de euros facturados entre enero y el noviembre; y la lechuga, que registra unas ventas de más de 20 millones.
El cerdo, por sobre
Como cada año, son los productos cárnicos, pero, los que lideran –con cierto margen– las exportaciones alimentarias catalanas. La carne porcina, justo es decir, es generalmente uno de los grupos de productos con más éxito de todo el tejido productivo del país, con un rendimiento a menudo comparable al de la perfumería o el automóvil. Según los datos de Prodeca, la industria cárnica registró unos ingresos a los mercados internacionales de 5.348 millones de euros, un 2,19% más que ahora hace un año, si bien sufre un claro retroceso en cuanto a volumen, con 1,7 millones de toneladas transportadas el 2023, por las más de 1,9 millones con que se cerró el curso anterior. De estos más de 5.000 millones, de nuevo, más de la mitad corresponderá a las granjas porcinas, con las que Cataluña destaca como verdadera potencia: entre enero y el noviembre del 2022, se vendió cerdo al exterior por valor de más de 3.000 millones de euros. Si se toma como guía el diciembre de años anteriores –generalmente un buen mes para el sector– Cataluña superaría las cifras de facturación de ahora hace un año, ya de récord histórico; con cerca de 3.300 millones a cierre del año. Ninguna otra rama de productos animales, justo es decir, se acerca: como ejemplo, el mercado de la carne vacuna se ha quedado por debajo de los 160 millones de euros hasta noviembre –una cifra, justo es decir, que superará con toda seguridad la del año anterior, si bien queda muy lejos del producto estrella al sector–.
El mercado gourmet, con el aceite al frente
Entre las hortalizas y la carne aparece el sector del que se conoce como fino food, alimentación, generalmente procesada, para segmentos de consumo elevados. Según los datos de Prodeca, esta rama productiva –más relacionada con la industria alimentaria que no con el sector primario– acumula un volumen de negocio de más de 10.200 millones de euros anuales, de los cuales, en 2023, más de 4.750 millones provendrían de las exportaciones. Se consideran a banda los aceites vegetales, con una capacidad de ventas al exterior que habría superado el último ejercicio los 1.200 millones de euros. Los datos generales de la rama apuntan a una bajada –según Prodeca, el 2022 cerró con unos 1.433 millones facturados en este grupo de productos–, con una excepción estelar: el aceite de oliva, según Idescat, llegó a finales de noviembre con una facturación internacional superior a la del año anterior en conjunto. El instituto estadístico registra unos 541 millones de euros ingresados por las exportadoras de aceite de oliva catalanas, ya una cifra récord sin considerar todavía el diciembre.

Los compradores preferidos
Como es el caso en la mayoría de los productos exportados, Cataluña vende, principalmente, dentro de Europa. Los mercados comunitarios fueron los receptores del 63,26% de los productos alimentarios del país, con Francia e italia, en términos generales, como protagonistas. Es el caso, por ejemplo, del aceite: según el instituto estadístico catalán, el aceite de oliva del país tuvo el italiano como mercado preferente durante los once primeros meses del 2023, con una facturación al país de 128 millones de euros. No es, pero, el de la fruta: si bien tanto el italiano como el francés fueron mercados destacados, es el alemán el mercado que más se interesó por los frutos catalanes, con unas adquisiciones por valor de cerca de 250 millones de euros entre enero y el noviembre. En el caso del sector porcino, si bien los mercados europeos destacan por sobre el resto, dos países asiáticos llaman la atención. Por un lado, China, líder absoluto de los años posteriores a la pandemia –el 2021 se acercó a los 1.000 millones de euros– que, ya recuperada de la crisis sanitaria de la PPA, compró el 2023 unos 317 millones de euros en carne de cerdo catalana. Por otra, Japón: más estable, se ha mantenido a los voltios de los 300 millones de euros en los últimos cursos, y compite con italianos y franceses como comprador preferido de las granjas de cerdo en Cataluña.