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El campo catalán anhela un 5% del mercado para «dignificar la vida de los campesinos”

Un modelo de convivencia entre productos de proximidad y gran distribución agroalimentaria parece una utopía inimaginable en el marco actual. La constante presión de productos del exterior y la imposibilidad de una soberanía alimentaria, sumado a los problemas geopolíticos que encarecen los costos de producción, crean un caldo de cultivo que repercute directamente en los pequeños elaboradores y productores, quienes apenas pueden vivir dignamente. Sin embargo, los últimos cálculos de algunos expertos del sector aseguran que la estabilidad está más cerca de lo que se cree. Con un 5% de cuota de mercado destinada únicamente a productos de proximidad no se solucionaría el problema, pero sería la primera piedra para construir esta utópica convivencia. Una cifra pequeña, pero un hito histórico para un sector que para lograrlo solo se le exige hacer lo que se supone que mejor sabe hacer: contar la historia detrás del producto.

En el marco del segundo Congreso de Mujeres en el Mundo Rural, celebrado este miércoles en Lleida, Adrianna Quena, del colectivo Eixarcolant y creadora del proyecto Singulars, recuerda que el problema principal del modelo de producción y consumo actual «no dignifica la vida de los campesinos». De esta manera, la lucha ardiente por la atención de los consumidores todavía la gana la gran distribución y los pequeños elaboradores, a pesar de empezar a tener algunos escaparates, trabajan renegados a los precios bajos y la competencia desleal extranjera. La eliminación total de estos baches, sin embargo, no es una opción para Cataluña, donde lamentablemente «la autosuficiencia alimentaria llega solo al 40%«, confiesa David Coll, presidente de Pimec Agroalimentària. Se suma, además, que esta soberanía cada vez se encuentra más lejos debido a la falta de relevo generacional que impacta directamente en el número de empresas agroalimentarias año tras año. Precisamente porque la sustitución de la gran distribución y los productos importados no es una opción viable, el modelo de convivencia digna comienza a ganar fuerza.

«El modelo agroecológico no es más que un modelo de convivencia donde los pequeños productores combaten a la gran distribución para quedarse con una parte del mercado», explica Quena. La experta reconoce los retos, pero precisamente la iniciativa que está preparando es el primer paso de la esperada solución. Singulars es una fundación que pretende dar un espacio a todos aquellos elaboradores y productores de proximidad que no pueden llegar al consumidor final por falta de recursos, pero también un lugar de diversificación para aquellos que sí tienen canales ya abiertos. De esta manera, su modelo busca romper con la actual distribución de la cuota de mercado en el sector y busca atraer una parte de los consumidores a la gran distribución. Más allá de los intereses de la misma fundación, sus estudios demuestran que un modelo de convivencia es viable: «Solo con un 5% de cuota de mercado, conseguiríamos alrededor de 600 millones de euros a repartir entre 8.000 productores y elaboradores; un tercio del sector catalán», destaca Marc Talavera, también creador del proyecto. Evidentemente, las cifras no aglutinan todas las empresas del sector catalán, pero sí que representan una buena parte de los elaboradores quienes, además, «no tendrían ningún tipo de contrato de exclusividad con Singulars», dice Quena, quien añade, por tanto, que sus canales ya consolidados podrían convivir con su proyecto. «Se trata de crear un efecto multiplicador», describe Talavera.

En cuanto al papel de la gran distribución en este nuevo modelo de convivencia no es exactamente de enemigo absoluto. De hecho, el mismo Coll de Pimec recuerda que hay dos agriculturas «una competitiva y otra necesaria». En este sentido, el presidente sectorial de la patronal recuerda que la gran distribución ayuda a llegar a toda la población a la que no puede acceder el producto de proximidad. Sin embargo, el nuevo modelo no busca desbancar la función de la gran distribución, ni siquiera retirarla, simplemente exige un espacio inamovible para el producto de proximidad. Paralelamente, este nuevo constructo mantendría los contratos que ya tienen los pequeños productores con grandes supermercados que apuestan por darles un espacio. «La gran distribución es necesaria y enriquecedora, pero no por eso debe comerse el espacio del producto de proximidad», argumenta Coll.

Dos temporeros recogiendo fruta en un campo de un pueblo cercano a Lleida / Mireia Comas para Fruita amb justicia social
Dos temporeros recogiendo fruta en un campo de un pueblo cercano a Lleida / Mireia Comas para Fruita amb justicia social

Contar la historia de la proximidad

Si bien es cierto que el reto del 5% de la cuota de mercado para comenzar la estabilización del sector parece factible, la realidad es que va acompañado de un cambio real del modelo de negocio de los mismos pequeños elaboradores y productores. Este proceso no es inmediato ni exento de dificultades, ya que implica repensar la manera cómo se entiende la producción y la relación con el consumidor. De esta manera, Laura Grabulosa, directora financiera de La Fageda, asegura que un modelo social, que explique qué hay detrás de cada producto, tiene más posibilidades de acaparar cuota de mercado que un producto que no se vende a sí mismo. Esta mirada busca hacer valer la transparencia y el relato como elementos clave para conectar con el público y generar confianza. Esta es una reflexión recurrente del sector y Quena expresa que hay una gran necesidad de contar historias para hacer entender a los consumidores que existe un motivo que les hace pagar más por el producto. «El modelo que funcionará es aquel que está arraigado al territorio», dice Grabulosa, quien además añade que es imprescindible que haya un retorno.

No es ningún secreto que el sector primario es uno de los principales responsables del cuidado de bosques y del paisaje. Incluso en casos como el de La Fageda, su implicación con su comarca también llega a escala social. La directora financiera de la empresa confirma que este es un camino donde solo los productos de proximidad tienen cabida y, por lo tanto, se abre la posibilidad de llegar al consumidor por la historia y no solo por el producto. Para añadir, Coll recuerda que los pequeños elaboradores deben «luchar la guerra de la calidad». De esta manera, llevarse una parte de la cuota de mercado de la gran distribución -a juicio del presidente de Pimec Agroalimentària- implica demostrar que ese producto tiene algo más que una buena historia, sino «una calidad excelente».

Un perfil de consumidor comprometido (o no)

Sea cual sea el modelo de producción factible, todos giran alrededor del mismo eje: el consumidor. La diversidad de opiniones sobre en qué punto se encuentra la clientela hace dudar de la viabilidad de iniciativas que buscan sacudir el sector primario. En este sentido, hay una creencia que muchos estudios internacionales confirman que cada vez hay más personas comprometidas con la sostenibilidad, la ecología y, de rebote, el producto de proximidad. Por esta parte, tanto Quena como Grabulosa aseguran que los catalanes valoran el producto y «mientras el precio sea justo», asevera la directora financiera de La Fageda, habrá clientela. Para Coll, sin embargo, el reto también se encuentra en los hábitos de consumo de los catalanes, sobre todo en sus posibilidades de compra. «Cataluña tiene un 23% de la población al umbral de la pobreza a los cuales no les puedes pedir que paguen más», lamenta el presidente de Pimec Alimentària. Así pues, aunque no niega el compromiso de buena parte de la población, Coll duda de si la gente puede asumir los precios del producto de proximidad: «Cuesta ver el valor cuando los salarios son tan bajos«.

En definitiva, la viabilidad del modelo de convivencia entre pequeños productores y gran distribución no depende solo de la voluntad de los elaboradores, sino también de un cambio estructural en el consumidor. Aunque la autosuficiencia alimentaria en Cataluña con apenas llega al 40% y el relevo generacional sigue siendo un obstáculo evidente, iniciativas como la de Singulars mantienen la esperanza de una vida digna para los campesinos. Con una cuota del 5% de mercado dedicada al producto de proximidad, el sector podría comenzar a consolidarse económicamente y, al mismo tiempo, mantener viva la función social, territorial y ambiental de la actividad agraria. «Es una manera más de ser una palanca para el cambio», concluye Talavera.

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