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De las despedidas de soltero al «turista que gasta»: el sector lucha por el valor añadido
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El turismo de Barcelona siempre ha resaltado por su variedad. Desde familias extranjeras, hasta viajeros catalanes de fuera de la capital y pasando por los mal llamados turistas de borrachera, es decir, los jóvenes que buscan pasárselo bien en la ciudad, gastando poco. A pesar de que la connivencia entre los tres tipos ha sido bastante correcta, ya hace unos años que las asociaciones y los vecinos de los barrios han empezado a quejarse de este tercer grupo y como no le hace ningún favor a la imagen de la ciudad. Después de la Covid, cuando el sector se tuvo que recuperar y empezar de cero, los detractores de esta clase de visitantes vieron la oportunidad para construir una ciudad mucho más sostenible, con turistas de calidad que no solo tienen cura del patrimonio, sino que la suya gasto en comercios, restaurantes y centros culturales es mayor. Con nuevas normativas, más seguridad y una apuesta clara por la mejora del servicio, Barcelona se encuentra inmersa en una nueva era de cambio: de las despedidas de soltero a las familias adineradas; de los jóvenes en busca de fiesta a los intelectuales interesados en la cultura y los museos. Ya lo decía, en unas recientes declaraciones en Tot Barcelona, el presidente hiel gremio de hoteleros de la ciudad, Jordi Clos: “Barcelona, como destino, está en un momento de madurez que nos permite priorizar la calidad por encima de la cantidad”.

«Todas las ramas económicas que viven del turismo en Barcelona, pero, plantean el mismo reto. También los comerciantes, tal como confirma el portavoz de Barcelona Oberta, Joaquim de Toca: «Queremos el turista que compra mucho y tiene cura de la ciudad, el de valor añadido”, explica. Para él, la ciudad se encuentra en un muy buen punto para continuar avanzando jefe este cambio de turismo y asegura que “aquellos que esperan para ver la casa Batlló son los que nos gustan”. Así pues, De Toca habla de un turismo que apuesta claramente por las ofertas culturales de la capital catalana, pero tampoco se olvida de los comercios locales, donde consume de manera recurrente. De hecho, este es el turista ideal por cualquier ciudad y precisamente en la capital puede llegar a gastarse unos 200 euros por día en restaurantes, comercios o excursiones, según compilación el último informe del Observatorio de Turismo de Barcelona (OTB).

En la otra cara de la moneda, pero, hay el turismo de borrachera, que se define por grupos de jóvenes -normalmente extranjeros- que vienen en la ciudad para ir de bar en bar a consumir poco, se alojan en un apartamento turístico y cocinan ellos mismos cosas del supermercado. “Con estos turistas siempre tenemos quejas de los vecinos”, asegura Jordi Bordas, del Eje Comercial del Raval. Estos visitantes son los que menos gustan al comercio de la ciudad, puesto que no solo no aportan suficiente sino que acaben para molestar mucho más del beneficio que pueden dar. “Entran en un bar, se hacen una coca-cola y ocupan un lugar durante horas por no tomar nada más”, lamenta Bordas, que añade que “no salen por anticipado y hacen perder dinero a los barrios”. Precisamente el Arrabal es uno de los barrios de Barcelona donde más se concentra esta clase de turismo, una situación que ellos mismos han intentado cambiar con diferentes iniciativas: “Siempre existirá este turismo, pero queremos deshacernos de esta imagen de ciudad para despedidas de soltero”, explica Bordas.

Una nueva apuesta la calidad y el turismo de Km 0

Los americanos y los asiáticos son los dos grupos de más valor por la capital catalana. Según explica De Toca, los primeros son los que más se gastan en el comercio de la ciudad y los según los que más ofertas culturales buscan. En definitiva, los dos grupos se convierten en la combinación ideal por asociaciones y vecinos de Barcelona. Aun así, un nuevo tipo de turismo está cogiendo bastante en la capital: los catalanes del interior. Con los años, la gente que no vive dentro del Área Metropolitana de Barcelona se han convertido en potenciales turistas de la ciudad. Tanta es la repercusión de esta nueva situación que las mismas asociaciones quieren fomentar el turismo regional. “Desde el Arrabal apostamos mucho por turista de Km 0”, explica Bordas, a pesar de que añade que todavía es un porcentaje residual que tiene que ir creciente.

Un turista se dirige a la entrada de un hotel en Salou / ACN
Un turista se dirige a la entrada de un hotel en Salou / ACN

Una de las iniciativas más eficientes para deshacerse del turismo de borrachera es el aumento de precios. A pesar de que es evidente que la medida no es una consecuencia directa de la fuga de este tipo de turista, todo apunta que cuanto más selecta se vuelve la ciudad de Barcelona, más interesante es por los jóvenes que vienen solo de fiesta. “Los mismos comercios han visto que si apuestan por la calidad en vez del precio, su cliente cambia”, explica el gerente del Eje Comercial del Raval. En este sentido, Bordas argumenta que ya es caro tener un local en el barrio y si no tienes algún rasgo diferenciador, “es mucho complicado ganarse la vida”. Es por eso que los mismos comercios han decidido hacer un giro y empezar a apostar por productos diferentes o de más calidad que, a pesar de ser más caros, aportan valor añadido a la marca; hecho que hace huir los turistas de borrachera y atrae los de alto poder adquisitivo.

El gasto escala

Justo es decir que, a medida que comercios y establecimientos turísticos van adaptándose a las demandas de los nuevos perfiles, las variables clave que tienen que constatar la transformación del modelo barcelonés se mantienen en alza. Es el caso, según indica el último informe anual del Observatorio del Turismo de Barcelona, del gasto por persona y día: una ciudad de más valor añadido, según las tesis de quienes defienden esta transición, tendría que escalar en cuanto al dinero que dejan los visitantes al tejido de negocio local. Durante 2023, según el OTB, la inversión por jefe y jornada de los viajeros que optaron por Barcelona fue superior a los 90 euros, una escalada próxima al 9% en términos interanuales, en la línea con los objetivos de esos y tenderos del centro y los barrios con más atractivo. Otras magnitudes apuntan a una evolución paralela: el turista que se traslada a la capital del país es más grande -se acerca a los 39 años de media- y proviene de mercados más competitivos.

El turismo internacional, según el observatorio, escaló el curso pasado un 7,4%, mientras que el del Estado -tradicional líder, a pesar de que con menos poder adquisitivo- crece por debajo del 2%. Así, entornos como los Estados Unidos o Japón, identificados con viajeros con más capacidad de gasto y objetivos de consumo más expansivos, toman cada vez más protagonismo en Barcelona. El informe del OTB apunta que los principales mercados desde donde provienen los turistas barceloneses constan entre los que más gasto hacen a su destino.

Los visitantes norteamericanos, según datos del INE, gastaron más de 280 euros por persona y día al conjunto del Estado -una cifra que, atendida la variación de costes entre la capital del país y otros objetivos a territorio español, será seguramente más elevada si se observa exclusivamente el mercado barcelonés-. Los japoneses hacen una apuesta todavía más marcada por las actividades de ocio y comerciales de Barcelona: con un crecimiento del 168% interanual en 2023 que se puede atribuir a finales de las estrictas restricciones sanitarias que algunos países asiáticos todavía aplicaban a raíz de la Covid-19, el visitante nipón deja en sus estancias en todo el Estado más de 480 euros por día. Con todo, y según datos de Promoción Económica del ayuntamiento, los turistas gastan en Barcelona una mediana del 15% más ahora que no antes de la pandemia; hecho que apoya a la tesis de un giro de timón en una ciudad todavía en tensión por el monocultivo del sector servicios.

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