Barcelona asocia, cada vez más, su potente marca turística a verticales diversas. El objetivo, compartido por el conjunto del mundo empresarial vinculado al turismo, es construir una industria más rica y diversa que la de décadas anteriores, dominada por el modelo de sol y playa y el escaso valor añadido de la actividad económica asociada. El sector turístico barcelonés, lo confirmaba el presidente de Barcelona Turisme y dirigente del gremio de hoteleros de Barcelona Jordi Clos en declaraciones al Tot Barcelona, busca una industria «más cualitativa», que funcione no por el gran volumen de viajeros que llegan a la ciudad con márgenes bajos, sino porque aquellos que vengan hagan inversiones que repercutan también en el territorio. Las primeras sensaciones son positivas: sin ir más lejos, un reciente estudio de Booking.com demostraba que la capital catalana está entre las 10 ciudades del mundo más buscadas en su portal para pasar las vacaciones navideñas -difícilmente más lejos de la playa-. Según las estimaciones del informe anual de actividad de Turismo de Barcelona, las cifras generales también apuntan en este sentido: en 2024, estima la entidad, el volumen de visitantes habría dado un pequeño paso atrás por primera vez desde la pandemia, con unos 15,5 millones de personas -poco por encima de los 15,6 del año pasado-; si bien el impacto económico será el mayor de la serie histórica iniciada en 2017, con más de 10.000 millones de euros generados.
Así, el tejido económico del turismo barcelonés busca cumplir con la demanda que puso sobre la mesa Mateu Hernández, director general de Turismo de Barcelona, quien aseguraba durante la presentación de la nueva estrategia de promoción de la ciudad que «no hacen falta más visitantes; hacen falta mejores». Mejores, claro, en términos de gasto y de rentabilidad. Que un contingente de clientes más concentrado genere la misma si no más actividad económica que volúmenes más elevados sin tanta especialización. Los datos del Instituto Nacional de Estadística sugieren que el camino ya se está recorriendo, y los primeros en hacerlo son los mismos hoteles: si bien es cierto que los meses de mayor actividad de visitantes internacionales en los hoteles de la ciudad son aún los históricamente más calurosos, es decir, los veraniegos, el otoño y el invierno recuperan impulso en los establecimientos turísticos de la ciudad. Tal como indica la última encuesta de ocupación hotelera del INE, el tejido hotelero barcelonés recibió más de 515.000 visitantes internacionales durante noviembre de este año, una cifra ya comparable a la de 2019. Similar es la tendencia registrada durante septiembre y octubre, ya fuera del tradicional atractivo del sol y playa: el mismo informe apunta a una afluencia superior a las 600.000 personas -hay que recordar, solo en establecimientos hoteleros- en cada uno de los meses. De hecho, los 640.000 cerrados en el décimo mes del curso supusieron un aumento sustancial respecto de 2023, y se quedaron cerca de los 660.000 de 2019.
En comparación con el último año antes de la pandemia, sin embargo, las cifras de viajeros internacionales demuestran una mejor dedicación económica a la ciudad: las estancias han sido, tanto este año como el año pasado, más largas que las que dominaban el mercado en 2019. En verano, la actividad es similar, con poco más de dos millones de pernoctaciones durante agosto tanto en 2024 como cinco años antes. Ahora bien, durante los meses de otoño las cifras están más claramente por encima: noviembre de este año, detalla el INE, las pernoctaciones de viajeros internacionales superaron los 1,34 millones, unas 20.000 más que hace cinco años; mientras que las cifras de 2023 fueron aún más favorables, con cerca de 1,36 millones de pernoctaciones. En línea con las estimaciones del Observatorio de Turismo de Barcelona, que apuntan a un aumento de las estancias de un 3%, los turistas, especialmente los internacionales, son ligeramente menos, pero pasan más tiempo en la ciudad -y hacen, de hecho, más gasto-.

Menos verano, más calidad
La desestacionalización, así, es una tendencia que favorece las expectativas del sector turístico de la ciudad. Según los estudios mensuales del Observatorio de Turismo de Barcelona, el perfil de visitante que busca atraer el empresariado hotelero local es mucho más similar al que llega en noviembre que al que aterriza en la capital en agosto. El visitante veraniego es, tal como apuntan las encuestas del mismo organismo, más joven, más dedicado al ocio y con menor capacidad de gasto que el que se desplaza durante el otoño. Así, durante agosto de 2024, el valor medio de la estancia de los viajeros que eligieron Barcelona como destino fue de unos 95 euros diarios, con estancias medias de unos cinco días. Por otro lado, el de noviembre es más adulto y más establecido, con un gasto diario superior a los 111 euros y estancias de unos cuatro días. También la dedicación económica al alojamiento es más elevada: mientras que los visitantes estivales gastan poco más de 80 euros la noche en los hoteles o establecimientos donde pernoctan, los de otoño invierten más de 113 euros diarios.
Vale decir que durante el undécimo mes del año las actividades profesionales ganan mucho protagonismo en el tráfico turístico en Barcelona, en paralelo a la mejora de los efectos económicos de los visitantes en el territorio. De hecho, en este período, más de la mitad de los turistas encuestados por el organismo local aseguran haber llegado por motivos laborales o de negocio, una cifra superior no solo a la de agosto, sino también de los meses anteriores -según el mismo estudio de octubre, la proporción de turismo corporativo se quedaba por debajo del 18%, mientras que en septiembre rozaba el 33% de los consultados-. Esta nueva demanda, con un perfil específico, durante el otoño ha cambiado también la perspectiva de negocio de los mismos establecimientos hoteleros: de hecho, según datos del mismo INE recogidos por el portal Barcelona Dades, este año ha sido el primer mes de noviembre desde la pandemia que los hoteles de alto estándar de la ciudad han superado los 300 euros de tarifa media diaria por unidad ocupada (ADR). El aumento de los precios hoteleros se replica a todas las escalas, con subidas de la rentabilidad tanto de los hoteles de 3 como de 4 estrellas. Vale decir que la tendencia ya estaba presente el curso pasado: según el mismo portal, septiembre y octubre de 2023 la oferta hotelera en la capital fue más exigente que durante buena parte del verano, y solo en julio las habitaciones registraron costos tan elevados como durante el otoño.
Quién gasta en Barcelona
El sector turístico barcelonés también celebra, según los datos del Observatorio, una composición del origen de los visitantes más favorable a sus estrategias. Fuera de los viajeros estatales, durante 2024 Estados Unidos ha protagonizado los movimientos turísticos hacia la capital del país, con cerca de un 15% de los desplazados. Se trata de unos visitantes con tendencias de gasto mucho más agresivas que los de otras procedencias: según los datos de gasto turístico del Idescat, la inversión media por persona de los visitantes norteamericanos superó en 2023 los 1.700 euros, con unos 293 euros por persona y día, con cierta diferencia el más elevado entre todos los países estudiados. También durante 2024 la tendencia se ha mantenido: el último mes estudiado por el instituto estadístico catalán, octubre de este año, los estadounidenses gastaron cerca de 1.600 euros por persona, y unos 275 diarios, lejos de los segundos clasificados. Los siguientes extranjeros con más visitas acumuladas en el año, los británicos, también superan los 1.000 euros por visita, y unos 200 diarios, mucho más limitado que sus homólogos transatlánticos. Así, la evolución tanto desde el mundo hotelero como entre los visitantes confirma las tesis empresariales. Será necesario ver, en caso de que continúe en este sentido, si el encaje social del nuevo modelo es tan positivo como el que estima el capital.