Cataluña parece haber reconducido el tortuoso camino de los precios al consumo. La crisis inflacionista que se empezó a divisar a finales del 2021 y que estalló en todo esplendor con la guerra de Ucrania, toca a su fin en uno de los mercados, de la mano de la excepción ibérica, que mejor ha controlado los costes energéticos. Ahora bien, la subida de la factura de la luz, especialmente para las empresas, ha alargado más de la cuenta la expansión de las etiquetas de los supermercados: el que se conocen como efectos de segunda oleada se han hecho notar especialmente en productos básicos; y, más concretamente, en la alimentación. Históricamente, los alimentos constan entre los bienes más volátiles en cuanto al precio. No vano, la inflación
Ahora bien, no todos los precios alimentarios se han creado del mismo modo. Las exigencias del sector, las demandas energéticas del procesamiento de cada producto o la disponibilidad en momentos de tensión al sector agrícola hacen variar etiqueta a etiqueta como se encarece cada pieza de comida. El 4,8% del último mes, de hecho, es el resultado de ponderar subsectores que ya son deflacionistas con escaladas de precios imposibles de parar. El caso más sangriento, como no podía ser de otro modo, es el del aceite. El grupo alimentario de los aceites y grasas, liderado por el encarecimiento del de oliva, conserva una alza de los precios al consumo del 46,7%, cerca de 10 veces más que la alimentación en general. Con todo, un litro de aceite es, a estas alturas, más de dos veces más caro que el 2021. De hecho, ya cerca de dobla la referencia de las primeras semanas del 2023: según un estudio de Facua, un litro de aceite de oliva se vendía el febrero del curso pasado por poco más de 6,9 euros; mientras que ahora mismo la media son 12.

La varianza en otros subsectores, pero, es mucho más reducida. Es el caso de la industria cárnica, que ofrece especies animales con precios de lo más diferentes -tanto en términos de tendencia como de precios corrientes-. Por ejemplo, el cerdo -la absoluta estrella de la carne catalana a los mercados internacionales-, se ha encarecido este segundo mes del año cerca de un 10%, con cierta diferencia el segundo índice interanual más elevado de su entorno. También es significativo el encarecimiento de la carne de ganado ovino, con una subida de precios del 7,6%. Por su parte, pero tanto el vacuno como las aves suben a ritmo extremadamente más moderado, con uno ,9% y un 2,7% respectivamente. Sin abandonar el reino animal, el pez también se mantiene al alza, con unas marchas, además, que constarían, en lo alto de la mesa cárnica: el pez fresco o congelado se encarece durante febrero en Cataluña en un 5,9%. Los huevos, por su parte, suben en febrero un 4,5%.
Vegetales, entre campesinos y sequía
Con un sector agrícola en pie de guerra y una sequía extrema rampante que pose en riesgo muchos cultivos, sorprende la moderación que todavía sostienen los precios de frutas, verduras y hortalizas. Justo es decir que la fruta fresca es, todavía ahora, el tercer subsector alimentario que sube a un precio más alto, cerca de un 9%, unos altos de precios similares a, por ejemplo, la carne del cerdo. Por otro lado, las legumbres y las hortalizas parecen haber encontrado su lugar en la cadena de valor, y ya retroceden un 4,2% en términos interanuales. También la fruta en conserva se estabiliza, con una subida ínfima del 0,6%. Con el IPC mirando hacia abajo y los tipos de interés muy cerca de activar movimientos, la cesta de la compra de los catalanes se pelea entre la esperanza y cierta