L'escapadeta
Una Giralda en Cataluña: el pueblo que desafía a Sevilla

En pleno corazón de Cataluña existe un pueblo que lo tiene absolutamente todo para ser protagonista de un reportaje de portada. No solo presume de su vino, ese néctar que despierta pasiones y que ha colocado la localidad en el mapa, ni de haber participado en el famoso Grand Prix —sí, aquel programa que triunfa en la televisión y donde los pueblos de España compiten entre resbalones y pruebas imposibles—. No, este pueblo va mucho más allá: guarda un secreto arquitectónico que deja a todos boquiabiertos. Una réplica inesperada y casi surrealista de la Giralda de Sevilla se alza en su paisaje, desafiando a cualquiera que se atreva a pensar que en Cataluña solo hay viñas y fiestas populares.

Porque así es: existe un pueblo catalán que ha decidido mirar hacia el sur y copiar, ni más ni menos, uno de los símbolos más reconocidos de Andalucía. ¿Motivo? Historia, cultura, capricho… o simplemente ganas de dejar claro que aquí también se puede presumir de grandes construcciones. Pero vayamos por partes, porque la historia de este lugar es digna de una serie de Netflix, con todos sus giros inesperados y su punto de ironía.

El vino: orgullo y seña de identidad

Para empezar, no podemos hablar de este pueblo sin mencionar su vino. El aroma de la uva madura impregna el ambiente cada septiembre, cuando las bodegas se llenan de vida y de promesas embotelladas. El vino de esta localidad no es solo una bebida, es casi una religión. Aquí el brindis no es una opción, es una obligación moral. Sus bodegas arrastran años de tradición y, cada vendimia, los vecinos se preparan para batir récords de sabor y calidad. En las mesas de los restaurantes más exclusivos de la provincia, el vino de este pueblo aparece como la joya de la corona, conquistando paladares y arrancando sonrisas de satisfacción.

Y es que, si algo tienen claro los habitantes de este rincón catalán, es que el vino es el motor de su economía y su carta de presentación. No hay festival, feria ni fiesta mayor que no cuente con una cata popular o una ruta de bodegas. Incluso aquellos que no entienden de enología acaban sucumbiendo al encanto de un buen vino local, servido en copa grande y con esa hospitalidad tan característica.

@lacamaradelarte 📍🔵 L’ARBOÇ I: HISTORIA, TRADICIONES Y FESTIVIDADES 📺 @el Grand Prix del verano El Grand Prix del verano 2025 hace hoy parada en una de esas localidades que respiran identidad por cada rincón: L’Arboç, en el corazón del Baix Penedès, representa a Catalunya con el color azul 💙 y una energía que no deja indiferente. Con apenas 14 km² y 5.745 habitantes (según el Idescat en 2024), este pequeño gran pueblo tarraconense ha sabido conservar lo más valioso: su historia milenaria y una cultura viva que se transmite de generación en generación. Entre sus tesoros está la iglesia barroca de Sant Julià, joya del patrimonio local, y el arte del encaje de bolillos, en el que las mujeres de L’Arboç han sido auténticas maestras. Esta tradición artesanal aún viste escaparates, balcones y calles con un encanto único. 🧵✨ 🎉 Pero si hay un momento que lo transforma todo, es su Festa Major, el cuarto domingo de agosto: Diables, gegants, bastoners, capgrossos, el ball de gitanes, cercolets, pastorets, el dragón badalot, trabucaires guineus i els minyons omplen el poble de foc, música, color i emoció 🔥💃 Reconocida como Festa Patrimonial d’Interès Nacional, esta celebración es el alma de L’Arboç, aunque no es la única: la Fira modernista del Penedès, la Mostra Enogastronòmica de l’Enramada, el Carnaval y la Fira de Santa Llúcia también convierten al casco antiguo en un escenario de tradiciones, artesanía y vida popular. 🎭🍷 📺 Esta noche, L’Arboç lo da todo en el Grand Prix, y lo hace con la fuerza de su gente y la pasión de su historia. 🎙️ “Arboç sou festa, sou força i avui el triomf és vostre!” 💙 #LArboç #GrandPrix2025 #BaixPenedès #FestaMajor #CulturaPopularCatalana ♬ sonido original – lacamaradelarte

Grand Prix: del anonimato al estrellato

Pero si algo ha conseguido poner de nuevo en el mapa a este pueblo ha sido su participación en el Grand Prix. Sí, el programa que triunfa cada verano y que convierte pueblos anónimos en trending topic nacional. ¿Quién no ha soñado ver a su alcalde disfrazado de forma ridícula mientras intenta cruzar una piscina resbaladiza? Pues aquí lo han vivido en directo. El Grand Prix no solo ha traído fama, sino también una dosis de orgullo y unión vecinal difícil de igualar.

Durante semanas, la plaza del pueblo se convertía en el plató improvisado donde se ensayaban las pruebas, se escogían los representantes y se organizaban auténticas fiestas populares para animar a los valientes que se atrevían a dar la cara ante millones de espectadores. La emoción se palpaba en el ambiente: desde el abuelo que nunca había encendido la tele en toda su vida, hasta los más pequeños, que ya se imaginaban siendo las futuras estrellas del programa. El paso por el Grand Prix ha dejado en la localidad una huella imborrable, demostrando que, más allá de tópicos y rivalidades, el pueblo sabe pasárselo bien y dar espectáculo.

La Giralda de Sevilla… en Cataluña

Y aquí llega el giro argumental que nadie esperaba: la réplica de la Giralda de Sevilla. Sí, lo has leído bien. Porque, ¿quién se imaginaría que, en una región tan identificada con su propia cultura y símbolos, se alzaría una réplica de una de las torres más icónicas de Andalucía? Pues así es. El campanario de la iglesia local —que a primera vista podría pasar desapercibido— es en realidad una reinterpretación de la Giralda sevillana. Una construcción que sorprende tanto por su elegancia como por el hecho de estar, literalmente, a cientos de kilómetros de su hermana mayor.

La historia de esta réplica es, cuanto menos, curiosa. Fue levantada hace más de un siglo, en una época en que el eclecticismo arquitectónico era casi una moda. Inspirados por los viajes y por el deseo de demostrar que el pueblo podía mirar de tú a tú a cualquier ciudad grande, los promotores de la obra decidieron copiar el estilo mudéjar y elevar su propia Giralda. El resultado es un campanario imponente, que sobresale entre los tejados rojizos y las viñas, y que se ha convertido en todo un símbolo local. No hay vecino que no presuma de él, ni visitante que no saque la cámara para fotografiarlo.

Un secreto a voces… que nadie espera

Lo más curioso es que, aunque la réplica de la Giralda es motivo de orgullo local, muchos visitantes llegan atraídos solo por el vino o la fama televisiva, sin saber que tienen delante de los ojos una joya arquitectónica única en Cataluña. Es, literalmente, el secreto mejor guardado del pueblo, aunque sus habitantes insistan en enseñarlo a cualquiera que les pregunte. Porque aquí, si algo sobra, es hospitalidad y ganas de compartir historias.

No faltan las anécdotas: desde turistas sevillanos que quedan boquiabiertos al encontrarse con una Giralda “pirata”, hasta expertos en arte que analizan cada detalle, buscando semejanzas y diferencias con la original. Y, por supuesto, no faltan las bromas. “Si Sevilla tiene una Giralda, ¡nosotros también!”, bromean los vecinos, encantados de tener algo diferente que contar.

Tradición, orgullo y un punto de locura

Este pueblo catalán es, en definitiva, una mezcla explosiva de tradición, orgullo y ese punto de locura tan necesario para destacar en el siglo XXI. No es solo vino, ni solo televisión, ni solo arquitectura copiada. Es todo eso junto, y mucho más. Un rincón donde la historia se mezcla con el presente y donde, cada día, se renuevan las ganas de sorprender al mundo.

Así es este pueblo: capaz de conquistar paladares con su vino, de unir a sus vecinos en el Grand Prix y de mirar al sur para traer hasta Cataluña un pedacito de Sevilla. Porque, a veces, las mejores historias no están en las grandes ciudades, sino en esos pequeños pueblos que deciden ser diferentes. Y aquí, en este rincón catalán, ser diferente es casi una obligación.

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