Empuriabrava combina playa, naturaleza y arquitectura acuática como ningún otro lugar en Cataluña.
Situada en el golfo de Roses, esta localidad gerundense es una de las urbanizaciones marinas más grandes de Europa.
Empuriabrava deslumbra por su red de canales, el contacto directo con la naturaleza y la sensación de vivir en un resort flotante.
Una rareza urbanística que surgió en los años 60 y que hoy convive con uno de los humedales más ricos del Mediterráneo: los Aiguamolls de l’Empordà.
Una Venecia moderna en clave mediterránea
Nadie espera encontrar en la Costa Brava una versión catalana de Venecia o de Fort Lauderdale. Sin embargo, basta con llegar a Empuriabrava para sentir que se ha cambiado de continente. Esta localidad fue concebida en los años sesenta como un ambicioso proyecto turístico: transformar antiguos humedales y campos de arroz en una red de canales navegables donde cada vivienda tuviera acceso directo al mar.
Con más de 24 kilómetros de canales interiores, Empuriabrava permite a sus residentes salir a navegar desde el jardín de casa. Las casas, muchas de estilo moderno o mediterráneo, tienen amarres privados y vistas a aguas tranquilas que fluyen entre calles con nombres náuticos. Pasear por sus puentes y caminos genera la extraña sensación de estar en una ciudad flotante, diseñada para vivir sobre el agua.
Este modelo urbanístico fue, en su momento, revolucionario. Hoy, más de medio siglo después, se ha convertido en un ejemplo insólito de cómo combinar turismo residencial y paisaje acuático. Aunque nació con críticas por alterar el ecosistema original, el tiempo ha ido equilibrando aquella transformación.
Playas abiertas, deportes acuáticos y viento libre
El Mediterráneo se abre generosamente a las playas de Empuriabrava. Amplias, limpias, con dunas y vistas abiertas al golfo de Roses, estas costas también son territorio de viento. Por ello, la zona ha sido durante años un destino popular para deportes acuáticos como el kitesurf, el windsurf o la vela ligera.
Muy cerca se encuentra Sant Pere Pescador, una de las mecas del kitesurf en Cataluña. Allí, las condiciones de viento constante y playas sin obstáculos han creado un entorno ideal para deslizarse sobre las olas. Eso sí, hay que tener en cuenta la normativa: en la temporada alta (de junio a septiembre), solo determinadas playas autorizadas permiten la práctica de este deporte.
Aunque Empuriabrava no siempre figura entre los puntos permitidos para hacer kitesurf en verano, su proximidad a zonas como el golfo de Roses ofrece alternativas. Además, fuera de temporada, las playas recuperan libertad y los cielos se llenan de cometas de colores que dibujan una coreografía aérea sobre el azul del mar.
La joya verde: Aiguamolls de l’Empordà
Pero no todo es agua salada y navegación. A pocos pasos de los canales urbanos, se extiende uno de los pulmones ecológicos más importantes de Cataluña: el Parque Natural de los Aiguamolls de l’Empordà. Declarado espacio protegido en 1983, este humedal alberga más de 4.800 hectáreas de biodiversidad viva.
Entre lagunas, cañaverales y pastizales, conviven especies de aves migratorias y autóctonas. Cientos de cigüeñas, garzas reales, patos y limícolas hacen parada aquí en sus rutas por Europa. Es habitual verlas desde los observatorios repartidos por el parque, donde el silencio solo se rompe por el canto de los pájaros o el viento moviendo la vegetación.
El parque ofrece rutas a pie y en bicicleta, señalizadas y accesibles, ideales para familias y naturalistas. Además, cuenta con áreas de descanso, centros de interpretación y una conexión emocional directa con la tierra. Can Comes, una de sus playas menos frecuentadas, permite disfrutar del mar dentro de un entorno protegido.
Visitar los Aiguamolls no es solo un paseo por la naturaleza: es una lección de respeto, observación y conexión con lo esencial.

Entre el lujo discreto y la vida sencilla
A diferencia de otros destinos costeros, Empuriabrava no presume de lujo ostentoso, sino de una calidad de vida pausada. Aquí conviven jubilados alemanes, familias catalanas, turistas franceses y deportistas acuáticos. La urbanización está pensada para vivir cerca del agua, pero sin perder el ritmo humano.
Las mañanas son tranquilas, con cafés en terrazas al lado del canal. Por la tarde, las embarcaciones recreativas se deslizan lentamente mientras los peatones llenan los muelles. No es extraño ver bicicletas en lugar de coches, y muchas casas tienen un aire acogedor y funcional más que grandilocuente.
El estilo arquitectónico varía: desde villas blancas con buganvillas hasta casas modernas de líneas rectas y grandes ventanales. Pero todas comparten una misma premisa: contacto con el agua y respeto por el entorno. Algunos visitantes vienen por curiosidad, y acaban volviendo por la calma.
Un destino que no se parece a ningún otro
Empuriabrava no se parece a ninguna otra localidad catalana. Es una excepción feliz, un experimento urbanístico que ha encontrado su equilibrio entre turismo, vivienda y paisaje. Lejos del bullicio de las grandes ciudades, y también de la masificación de otros puntos de la costa, ofrece una experiencia híbrida: vivir sobre canales, respirar naturaleza y escuchar pájaros en lugar de bocinas.
Y ese equilibrio entre urbanismo acuático y conservación natural se percibe. No se trata solo de pasear en barco o bañarse en playas limpias. Es, sobre todo, una manera de habitar el territorio con una mirada más lenta, más consciente.
Empuriabrava demuestra que aún es posible sorprenderse sin cruzar océanos. Basta con mirar Cataluña con otros ojos, y descubrir que también aquí existen paraísos flotantes.
Entre canales y cigüeñas, la Costa Brava más inesperada
¿Puede convivir el progreso urbanístico con los ecosistemas naturales? Empuriabrava ofrece una respuesta única, entre canales tranquilos y marismas llenas de vida.
Descubre este rincón inesperado de Cataluña, navega por sus calles de agua, escucha el vuelo de los pájaros…
Y redescubre la Costa Brava como nunca la habías imaginado.
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