L'escapadeta
Ni Lloret ni Cadaqués: el pueblo de la Costa Brava con el paseo marítimo más íntimo y un refugio de diseño

Este lugar se llama Begur y en cada playa hay murmullos de piedra, sal y espuma. Madrugar en este pueblo es un regalo porque la luz entra oblicua entre los tejados anunciando el nuevo día y el aire huele a pino y mar.

A esta primera hora, el pueblo está dormido excepto por los pescadores que preparan sus barcos y el susurro del mar.

¿Por qué Begur es una postal?

Los empedrados de las calles de Begur cuentan historias de idas y vueltas a América, donde los indianos buscaron y encontraron aventuras y riqueza.

Entre estas casas indianas queda el recuerdo vivo de un destino efímero, porque es un pueblo que respira calma, que mira el mar con paciencia y que ha dejado atrás las historias de los emigrantes que volvieron de América.

Las casas de Begur miran al pasado con el castillo como testigo.
Las casas de Begur miran al pasado con el castillo como testigo.

Un refugio de calma más que un hotel

Allí, entre la historia, el olor a mar y la brisa suave, encontramos la Finca Victoria, un verdadero refugio que combina exquisitamente la sencillez mediterránea con el diseño más cuidado y glamuroso de un alojamiento de lujo.

Los protagonistas son la piedra, la madera y la luz natural. En conjunto, construyen un espacio donde la modernidad no rompe con la tradición.

Más que un hotel, la Finca Victoria es una casa cercana y acogedora frente al mar. Sus instalaciones fueron restauradas con mucho cuidado. Por eso conserva las escaleras de madera, los patios empedrados y floridos, y los desniveles, que lejos de ser un contraste, abrazan el cauce.

De claustro a restaurante

Su claustro o patio interior sigue siendo de piedra y tiene un olivo en el centro que lo hace aún más pintoresco.

De día es el comedor para degustar los platos del restaurante Al Kostat del Mar, entre los que encontramos la tortilla de cebolla caramelizada, ensalada a la brasa, tomates con salpicón de frutos del mar de Sa Riera y los famosos cogollos asados, paraguayo y requesón de Fonteta.

El claustro de la Finca Victoria: piedra, olivos y cocina con alma.
El claustro de la Finca Victoria: piedra, olivos y cocina con alma.

De noche es un punto de encuentro alegre para los huéspedes, escenario de brasas de mar y montaña y conversaciones tranquilas.

Los desayunos reinterpretan la cocina local con productos de kilómetro cero y panes artesanos. En otras palabras, cada plato respira temporada, proximidad, tradición y paciencia.

Habitaciones mediterráneas

En las habitaciones, los ventanales amplios enmarcan el mar como un cuadro vivo para mirar sin prisas desde los sofás blancos, con cerámicas de La Bisbal y luminarias de diseñadores catalanes.

Todo en este alojamiento está pensado para que la atención se centre en lo esencial, y eso es la calma, la luz, el paisaje y esa sensación de hogar que tan pocas veces encontramos en la Costa Brava llena de hoteles impersonales.

Calas y senderos en la versión bucólica de la Costa Brava

Begur no es solo para pasear por sus calles y saborear su gastronomía. Un recorrido imprescindible es el que sigue el Camí de Ronda, que conecta Sa Riera con Aiguafreda y Sa Tuna.

En cada tramo puedes descubrir un paisaje de acantilados y calas diminutas que no solo son atemporales, sino que te ofrecen un baño íntimo.

La Illa Roja destaca entre pinos y su arena y nos ofrece un lugar maravilloso donde el mar y el cielo se funden en un solo horizonte.

Calles que conservan la calma y la esencia de un pueblo con historia.
Calles que conservan la calma y la esencia de un pueblo con historia.

Más allá, las playas de Aiguablava y Tamariu se abren como joyas escondidas. Es un lujo bañarse en sus aguas tranquilas, y para los amantes del esnórquel, hay un paraíso bajo la superficie, entre rocas.

En este lugar paradisíaco, solo el viento y el canto de los pájaros rompen el silencio. Incluso en otoño, son espacios perfectos para disfrutar del sol y la playa.

Cada rincón invita a detenerse y tomar una fotografía. Subir al castillo de Begur es otro imprescindible del paseo, porque permite contemplar toda la bahía y entender por qué este pueblo, con su combinación de historia, naturaleza y diseño, es único.

Cuando el día termina y cae la tarde, la brisa marina refresca mientras el sol tiñe de dorado los tejados y los olivares. No hay mejor experiencia sensorial para disfrutar del Mediterráneo más auténtico.

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