Veu del Consumidor
Así afecta la inflación a nuestros bolsillos: los productos que ya no entran en la cesta de la compra

La inflación no solo encarece los precios, sino que también redefine lo que las familias consideran «esencial».
Cada vez más productos desaparecen de la cesta de la compra.

El aumento persistente de los precios ha obligado a millones de hogares a repensar sus hábitos de consumo. Lo que antes era rutina, hoy se convierte en un lujo ocasional. El aceite de oliva, los huevos o el pescado, por ejemplo, han pasado de formar parte de la despensa diaria a convertirse en productos prescindibles.

Inflación en la mesa: ¿por qué todo es más caro?

La inflación es el aumento generalizado y sostenido de los precios de bienes y servicios. Pero, más allá de la teoría, se traduce en una presión directa sobre el bolsillo de los consumidores.

Desde 2019, el precio de los alimentos ha subido entre un 33 y un 35 % en España. Esta escalada responde a múltiples factores: la guerra en Ucrania, el aumento de los costos energéticos, problemas en la cadena logística global y fenómenos climáticos extremos como la sequía, que ha afectado especialmente a los cultivos mediterráneos.

El impacto no ha sido uniforme: los alimentos no elaborados, como frutas, verduras o carne fresca, son los que más se han encarecido. El incremento no solo limita el acceso a ciertos productos, sino que transforma completamente la manera en que las familias compran y cocinan.

Cambios en la cesta: ¿qué hemos dejado de comprar?

Cada compra en el supermercado es ahora un ejercicio de priorización. Según un estudio reciente, más del 41 % de los consumidores españoles ha eliminado productos habituales de su dieta por el precio.

Entre los más sacrificados:

  • Pescado: el 51 % de los que han dejado de consumir algún alimento lo señalan como el primero en desaparecer.
  • Carne: especialmente la roja, con una reducción del consumo en el 32 % de los hogares.
  • Huevos y aceite de oliva: productos básicos con incrementos interanuales superiores al 18–20 %.
  • Frutas y verduras: a pesar de su importancia nutricional, el 25 % de las familias ha reducido su compra por el precio.
  • Cereales, azúcar y dulces: también en la lista negra por encarecimiento.

Un dato ilustrativo lo resume: el tamaño medio de la cesta de la compra ha pasado de 23 productos en 2019 a solo 12 en 2024.

Cuando comer sano se vuelve difícil

La inflación alimentaria no solo vacía carteras: también empobrece la dieta de millones de personas.

Reducir el consumo de frutas, verduras, pescado o proteínas animales puede tener consecuencias graves para la salud, especialmente para menores, personas mayores o personas con enfermedades crónicas. Muchos hogares han sustituido alimentos frescos por ultraprocesados más baratos, lo que incrementa el riesgo de obesidad, diabetes y otras enfermedades metabólicas.

Esta realidad impacta con más fuerza a las familias con menos recursos, generando una dieta desigual y, a largo plazo, problemas de salud pública.

Estrategias de resistencia en los hogares

Ante esta situación, muchas familias están reinventando su forma de consumir. La ingeniosidad se ha convertido en el mejor aliado del ahorro.

Entre las estrategias más habituales:

  • Sustituir productos caros por marcas blancas o formatos más económicos.
  • Reducir variedad y cantidad: menos carne, menos fruta, más arroz o legumbres.
  • Cocinar más en casa, reutilizar sobras y planificar el menú semanal.
  • Comprar en mercados mayoristas, cooperativas o hacer pedidos en línea para comparar precios.

Este cambio de mentalidad está redefiniendo incluso la manera de pensar la alimentación: menos por impulso, más por necesidad.

¿Qué soluciones se están planteando?

El Gobierno ha adoptado algunas medidas para contener los efectos de la inflación, como la reducción del IVA en productos básicos o ayudas específicas para familias vulnerables. Pero el problema estructural sigue presente.

Desde el sector agrario se denuncia que muchos intermediarios inflan los precios sin que los productores vean mejoras. Mientras tanto, las organizaciones de consumidores reclaman más transparencia y vigilancia sobre prácticas como la «reduflación» (vender menos cantidad por el mismo precio).

En el ámbito ciudadano, cada vez más voces apuestan por el consumo local, de temporada y sostenible, como forma de resistencia y alternativa más justa.

¿Qué quedará en nuestras cestas si la inflación no da tregua?

Si lo esencial comienza a parecer inalcanzable, el problema ya no es solo económico, sino social. La inflación ha transformado lo cotidiano en excepcional y ha puesto sobre la mesa una pregunta clave:
¿Qué podemos hacer —como consumidores, como sociedad— para que comer bien no sea un privilegio?

Explícanos tu experiencia: ¿has dejado de comprar algún producto que antes era habitual? ¿Qué trucos utilizas para ahorrar sin perder calidad?
Comparte tu historia y ayuda a otras personas a resistir esta inflación silenciosa.

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