Veu del Consumidor
“¿Por qué lloras, abuela?”: la conmovedora reacción de una cubana de 87 años al entrar en un Mercadona

La escena, grabada por su nieto, se ha hecho viral por la carga emocional del momento. Entre estanterías llenas y precios “baratos”, revive una vida de escasez y esperanza.

“¿Por qué lloras, abuela?”, le pregunta el nieto con ternura. La respuesta, sencilla y conmovedora, resume décadas de privaciones en Cuba: “Porque siempre me ha tocado poco de esto”. Este testimonio espontáneo, en medio de un supermercado español, ha emocionado a miles de personas.

Un reencuentro con la abundancia

El vídeo muestra a la mujer caminando por los pasillos del Mercadona con una mezcla de alegría, sorpresa y nostalgia. Observa los productos detenidamente, como si descubriera por primera vez un mundo que le había sido ajeno. “¿Esto son pastelitos?”, pregunta curiosa. Se detiene frente a los helados y murmura: “Veinte céntimos me costaban en Guanábamo… cuando mis hijos eran pequeños.”

Se le humedecen los ojos. El nieto lo nota y le pregunta: “¿Por qué lloras, abuela?”. Ella responde sin mirarlo: “Porque siempre me ha tocado poco de esto.” La escena es breve pero poderosa. Un fragmento de vida que dice más de lo que parece.

Para ella, recién llegada a España, la variedad de productos y la libertad de elegir no son solo novedades: son revelaciones. Un paquete de churros para freír, una bolsa de galletas, un estante lleno de yogures… Cada detalle es una primera vez.

Recuerdos de la escasez en Cuba

“En Cuba esto no existe… ni siquiera de mentira lo vemos”, dice mientras señala un producto cualquiera. No habla solo de lo que ve, sino de lo que faltó. Durante décadas, la vida cotidiana en Cuba ha estado marcada por la falta: colas, racionamiento, ausencia de variedad, precios desproporcionados.

Allí, comprar lo que uno necesita —o desea— es a menudo una lucha. No hay libertad de consumo. No hay margen de elección. La normalidad que ella descubre en Mercadona ha sido, durante toda su vida, un lujo inalcanzable.

Cada producto representa una ausencia. Cada estantería llena le recuerda todas las vacías. Y llora, no solo por lo que ve, sino por lo que nunca vio.

Emigrar a los 87: pasado, familia y esperanza

Llegar a otro país con casi 90 años no es solo un desplazamiento físico: es un giro vital. Esta mujer no dejó Cuba para buscar trabajo ni aventuras. Se fue para estar con los suyos, para envejecer acompañada, para vivir con un poco más de paz.

El supermercado no era su destino. Pero sí un símbolo. Un reflejo del contraste entre lo que vivió y lo que ahora comienza a conocer. Es su primer contacto con una vida diferente.

Su nieto, paciente y afectuoso, le dice: “Ahora podrás comer esto cada día. No te preocupes más.” Es una frase sencilla, pero lleva el peso de una promesa que miles de familias migradas comparten: ofrecer a quienes lo dieron todo un final digno.

¿Por qué nos emociona tanto este vídeo?

Nos conmueve porque es real. No hay teatro ni dramatización. Solo una mujer mayor y su emoción ante lo que para muchos es rutina. Pero lo que es cotidiano para algunos, para otros es una revelación.

Este vídeo nos recuerda que las emociones no necesitan palabras rebuscadas. Nos conecta con recuerdos personales, con abuelos y abuelas, con historias familiares marcadas por la falta. Y nos confronta con un privilegio que a menudo damos por sentado.

No llora solo por un helado. Llora por el tiempo perdido, por las puertas cerradas, por la infancia de sus hijos que no pudo llenar de detalles. Llora por todo lo que no pudo ofrecer.

La voz de quien se reconoce

Miles de usuarios en las redes han compartido el vídeo con comentarios como “mi abuela también se emocionó al ver los yogures” o “a mi madre le pasó lo mismo cuando llegó de Venezuela”. La historia ha dejado de ser solo suya para convertirse en una experiencia colectiva.

Hay quien recuerda familiares que no sabían que existían varias marcas de pasta de dientes, o que se maravillaban al descubrir que los churros se pueden hacer en casa. Cada pequeño detalle es un espejo para muchas historias de migración, de superación y de reencuentros con la dignidad.

No hay lástima, solo emoción. No hay victimismo, solo humanidad. Su sonrisa entre lágrimas es el final justo para una vida que merecía más calma.

Lo que no se ve en las estanterías

Su llanto no es solo por lo que ve, sino por todo aquello que nunca tuvo. Esta emoción condensa una vida entera.
¿Cuántas personas mayores viven este contraste en silencio?

Comparte esta historia si alguna vez te has emocionado por algo aparentemente cotidiano.
O si tú también tienes una abuela que merecía mucho más.

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