Ya no son solo pueblos sin tiendas; ahora también hay ciudades con casi la mitad de los locales cerrados. Reus encabeza un ranking preocupante que refleja el declive del comercio de proximidad.
Las escenas que antes se asociaban solo a pequeñas localidades rurales hoy se reproducen en ciudades medianas e incluso en capitales de provincia: locales con las persianas bajadas, letreros antiguos, polvo en los escaparates y calles cada vez más desiertas. El comercio de proximidad, aquel que forma parte del alma de cada barrio, está en retroceso.
La ciudad donde nació Gaudí, ahora llena de tiendas cerradas
En Reus, ciudad natal de Antoni Gaudí, la belleza del modernismo contrasta con la decadencia comercial. Según el último Mapa comercial de Catalunya, el 46,8 % de los locales de la ciudad están en desuso. Esta cifra convierte a Reus en la localidad catalana con más tiendas cerradas en relación con su población, entre todas las que superan los 100.000 habitantes.
El dato es impactante: casi uno de cada dos locales comerciales está vacío. Y no hablamos de zonas marginales o industriales: la falta de actividad se extiende incluso por los ejes tradicionales del comercio urbano.
Cierre silencioso, consecuencias visibles
La desertización comercial no solo afecta pueblos como Querol o Canejan, donde ya no queda ni una sola tienda abierta y los vecinos deben organizarse con coches o reparto a domicilio para abastecerse. También golpea núcleos urbanos que, a pesar de su tamaño, pierden su red de comercio de proximidad.
En estos entornos urbanos, los cierres no siempre se perciben a primera vista, pero sí caminando por el barrio. Se nota en la falta de movimiento, en los locales en alquiler desde hace años, en la ausencia de servicios cotidianos.
Ranking de ciudades catalanas con más locales cerrados
Los datos facilitados por la Generalitat revelan una tendencia que se extiende más allá de Reus:
- Reus – 46,8 % de locales vacíos
- Lleida – 37,9 % (más de 3.000 locales sin actividad)
- Santa Coloma de Gramenet – 36,7 %
- L’Hospitalet de Llobregat – 30 %
- Mataró – 27,6 %
Todas estas ciudades se encuentran en el área metropolitana de Barcelona o en su entorno inmediato, lo que desmiente el mito de que solo las zonas rurales sufren este tipo de abandono.
¿Y las grandes capitales?
Aunque los porcentajes son menores, también las capitales presentan cifras preocupantes:
- Badalona: 24 %
- Girona: 23,3 %
- Barcelona: 18,2 %
- Terrassa y Tarragona: 16 %
Estos números reflejan una tendencia al alza en el cierre de comercios, motivada por múltiples factores: competencia de grandes superficies, comercio en línea, envejecimiento de la clientela, alquileres elevados o falta de relevo generacional.
Lo que hacen los vecinos ante el vacío
En los pueblos pequeños, como Querol, la solución es autoorganizarse: agrupar encargos, compartir coche, esperar al panadero que viene de otro municipio. En las ciudades, la respuesta es menos clara: la población tiende a resignarse, cambiar los hábitos o migrar hacia las grandes superficies.
En Castellolí, un municipio barcelonés, el ayuntamiento ha ofrecido vivienda gratuita y ayudas económicas a quien quiera reabrir la tienda del pueblo. La idea es convertir el local en un punto de encuentro, no solo en un comercio. Estas estrategias, sin embargo, aún son excepcionales.
¿Qué futuro tiene el comercio de proximidad?
El cierre de tiendas no es solo una estadística. Es una señal de transformación profunda en la vida cotidiana de barrios y pueblos. Menos comercio significa menos vida en la calle, menos seguridad, menos contacto humano.
Los expertos advierten que este fenómeno puede tener consecuencias sociales duraderas. No solo desaparecen negocios, también lo hacen formas de relación, empleo local y memoria urbana.
¿Resignarse o reinventarse?
La pregunta sigue abierta: ¿se puede revertir esta tendencia o estamos ante el fin de una era? Algunos municipios están probando fórmulas mixtas, como locales multifuncionales o incentivos públicos. Otros, en cambio, parecen haber tirado la toalla.
Lo cierto es que cada tienda que cierra deja un vacío difícil de llenar. Un vacío que no solo afecta el consumo, sino la identidad misma del lugar.
¿Y tú, cuándo fue la última vez que compraste en la tienda de tu barrio?