Un paseo arqueológico conduce entre termas, calles y mosaicos marinos que narran la vida cotidiana de Baetulo hace dos mil años.
La experiencia invita a bajar unas escaleras y, sin darse cuenta, descender también en el tiempo.
El visitante que llega a Badalona encuentra un museo peculiar: su mayor riqueza no se exhibe en vitrinas, sino en el subsuelo. Bajo las calles actuales se conserva una parte de la ciudad romana de Baetulo, fundada en el siglo I a.C. y convertida en un núcleo próspero en la costa mediterránea. Desde las estaciones de metro o tren se llega fácilmente, y solo unos pasos separan la ciudad contemporánea de la antigua colonia.
Un subsuelo que guarda la vida romana
El museo arqueológico de Badalona ofrece una experiencia única en Cataluña: recorrer más de 3.400 metros cuadrados de restos romanos integrados en un circuito subterráneo. Allí, los visitantes caminan por pasarelas que atraviesan calles adoquinadas, talleres y espacios domésticos que sobrevivieron ocultos durante siglos.
La sensación es la de caminar bajo la ciudad, en paralelo a la vida actual, pero rodeado de muros y mosaicos que pertenecen a otra época. La museografía busca que el visitante sienta un contraste entre lo cotidiano y lo histórico: unos metros más arriba circulan coches y peatones, mientras abajo se respira la calma de Baetulo.

Las termas: higiene, ocio y rituales
Entre los restos mejor conservados están las termas romanas, un espacio que no era solo de higiene, sino también de encuentro social. Allí los habitantes de Baetulo pasaban horas alternando baños fríos y calientes, conversando, haciendo negocios o cultivando amistades.
Se identifican diferentes salas: el frigidarium, destinado a los baños fríos; el tepidarium, de temperatura intermedia; y los espacios cálidos, donde se aprovechaban los sistemas de calefacción subterránea. Caminar por estos vestigios permite imaginar el vapor llenando las estancias, el murmullo de las conversaciones y el bullicio de un lugar que era el corazón social de la ciudad.
Los arqueólogos explican que la conservación de estas termas se debe en gran parte a su localización, protegida por los estratos urbanos posteriores. Hoy constituyen una de las visitas más impactantes del recorrido, porque muestran de manera tangible cómo los romanos integraban salud y convivencia.
La Casa de los Delfines: mosaicos y símbolos marinos
En el recorrido subterráneo también destaca la Casa de los Delfines, llamada así por el mosaico que adorna su patio central. Aparecen representados delfines, pulpos y otros motivos marinos, símbolos habituales en la iconografía romana que evocaban fertilidad, protección y buena suerte.
La domus conserva parte de su estructura original: estancias privadas, espacios de representación y un atrio que servía como centro de la vida familiar. Los mosaicos, cuidadosamente restaurados, permiten apreciar la habilidad artesanal y la importancia que tenía la decoración en la identidad de cada hogar.
Para los visitantes modernos, el hallazgo resulta fascinante: entre calles comerciales y edificios de viviendas actuales, de repente emerge la intimidad de una casa romana, donde alguien convivió con aquellos mismos delfines grabados en piedra hace casi dos milenios.

Caminar por el decumanus: comercio y tabernas
El recorrido arqueológico incluye un tramo del decumanus, la calle principal de Baetulo. A lo largo de este se conservan restos de tabernas, talleres y espacios de intercambio que muestran cómo era la vida comercial de la colonia.
Los visitantes pueden distinguir los cimientos de las tiendas, las canalizaciones que llevaban agua y los pasillos que conectaban con otras calles secundarias. La ciudad estaba cuidadosamente planificada, con un trazado ortogonal que respondía a la organización romana clásica.
Los guías suelen recordar que en aquellas tabernas se mezclaba la vida diaria: compra de alimentos, venta de productos artesanales y animadas conversaciones que unían vecinos y viajeros. Al recorrer aquel espacio hoy, es fácil imaginar el eco de voces, el olor de vino y pan, y la energía vibrante de un mercado antiguo.

Un viaje accesible desde Barcelona
Una de las grandes ventajas de este viaje al pasado es su accesibilidad. Desde el centro de Barcelona basta con tomar el metro o el tren de Rodalies para llegar a Badalona en menos de media hora. El museo se encuentra a pocos minutos a pie de las estaciones, de manera que la experiencia no requiere desplazamientos largos.
Este carácter cercano convierte la visita en una excursión ideal tanto para residentes como para turistas. Lo que podría parecer un simple recorrido cultural se transforma en un viaje completo a otra época, sin necesidad de salir del área metropolitana.
Además, el museo organiza actividades didácticas, visitas guiadas y talleres para familias, lo que convierte el descubrimiento de Baetulo en una experiencia compartida y dinámica. El contacto con la historia no es frío ni distante: se busca que el visitante sienta que pisa el mismo suelo que los antiguos romanos.
Historia viva en clave urbana
Badalona muestra que la historia no está encerrada en libros ni en museos lejanos, sino que convive con nosotros bajo el asfalto cotidiano. Los restos de Baetulo son un recordatorio de cómo el presente se asienta sobre capas de pasado, y de cómo la vida de hace dos mil años todavía puede dialogar con la nuestra.
El metro se convierte aquí en un símbolo: no solo transporta personas entre barrios, sino que también permite viajar en el tiempo. Cada trayecto hacia Badalona es, en cierta manera, una invitación a descender hasta la raíz de nuestra cultura urbana.
Del metro al Imperio Romano
Quien se adentra en las termas, pasea por el decumanus o contempla los delfines del mosaico entiende que el pasado no está tan lejos. Se descubre que bajo la ciudad moderna late una Roma escondida, lista para ser explorada con solo un billete de transporte.
La experiencia deja una pregunta abierta: ¿te atreves a descender a la Badalona romana y caminar junto a los ecos de su antigua vida?