L'escapadeta
El restaurante más antiguo de Cataluña sigue abierto desde el siglo XVI y no tiene equivalente en España

Con más de 450 años de historia a sus espaldas, este restaurante ha sobrevivido a guerras, pandemias y revoluciones sin perder ni un ápice de su esencia. No hay otro establecimiento en el Estado con un pasado tan largo y vivo. En el centro de Casserres, en el corazón del Berguedà, encontramos Ca l’Amador, una joya gastronómica que ha mantenido su actividad de manera ininterrumpida desde el siglo XVI. Aquí, la tradición no se representa: se vive.

Una mesa servida desde hace siglos

Todo comenzó en el año 1563, cuando la casa se abrió como una fonda para arrieros y viajeros. Desde entonces, sus paredes de piedra y vigas de madera han sido el escenario de miles de historias, recetas compartidas y comidas familiares. Más que un restaurante, Ca l’Amador es un símbolo de continuidad y arraigo.

El negocio siempre ha estado en manos de la misma familia, que ha heredado su gestión generación tras generación. Este vínculo familiar no solo ha garantizado la supervivencia del lugar, sino que ha mantenido vivas las recetas y los sabores de siempre, con un respeto absoluto por el producto de proximidad.

Más que un comedor, un libro de historia abierto

Cuando entras en Ca l’Amador, te recibe una atmósfera cargada de autenticidad. Los suelos hidráulicos, las ventanas pequeñas y una chimenea que ha calentado muchos inviernos configuran un ambiente que te transporta a otra época. Cada detalle del local cuenta una parte de su pasado: desde las sillas de madera hasta los manteles de hilo.

Aquí, las comidas no son solo comidas: son rituales. Platos que llegan cocinados con calma, como antes, y que invitan a sentarse sin prisa. Comer en Ca l’Amador es una experiencia para los sentidos y para la memoria, una manera de conectar con una cocina que ha sabido conservar su alma a lo largo de los siglos.

Donde el tiempo pasa y el sabor permanece

A pesar de su antigüedad, el restaurante ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos. La carta ha ido evolucionando, pero sin perder la esencia de la cocina catalana más auténtica. Platos como la escudella, los canelones, el fricandó o el bacalao a la llauna siguen siendo protagonistas.

La materia prima es de proximidad y temporada, y eso se nota en cada bocado. La bodega, pequeña pero selecta, ofrece vinos de la tierra que maridan a la perfección con cada plato.

Una experiencia que va más allá de la comida

Ir a Ca l’Amador no es solo sentarse a la mesa: es adentrarse en un relato que comienza hace más de cuatrocientos años. Es escuchar el silencio de una sala centenaria, sentir el olor de la cocina tradicional y compartir un rato que trasciende la actualidad.

El restaurante es también un punto de encuentro para los vecinos del pueblo, un lugar de celebración, de recuerdos y de historias compartidas. Su presencia continua se ha convertido en parte indisociable del tejido social de Casserres.

Preservar la memoria viva del sabor

Mientras muchos restaurantes cierran sus puertas en pocos años, Ca l’Amador nos demuestra que la autenticidad, el respeto por la tradición y el amor por la tierra pueden durar siglos.

Estos espacios no solo alimentan el cuerpo, sino también el espíritu y la memoria colectiva. Si aún no has pasado por este rincón del Berguedà, quizás ha llegado el momento de hacerlo.

Comparte esta joya con aquellos que valoran la historia, la buena cocina y los lugares con alma. Porque no hay futuro sin memoria, y Ca l’Amador es un trozo vivo de nuestro pasado.

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