L'escapadeta
Cierra un restaurante italiano clásico en Barcelona: el caso Luigi revela la presión de los alquileres

Según los últimos datos de Idealista, portal dedicado a la actividad inmobiliaria, en septiembre de 2025 el precio de los alquileres (en promedio) alcanzó los 24 euros por metro cuadrado. Este es un nuevo récord histórico.

En zonas centrales, sin embargo, la cifra es más elevada y puede superar los 26 €/m². Esto hace inviable la permanencia de muchos negocios tradicionales que daban identidad a la ciudad y hoy cierran sus puertas.

El caso Luigi y el alquiler que acaba con el sabor

El fenómeno del alza de los alquileres afecta la vivienda, sí, pero también los comercios y restaurantes emblemáticos sufren con fuerza esta inflación y se ven obligados a cerrar las puertas ante rentas que duplican lo que podían pagar hace solo cinco años.

Esto no solo impacta la economía, sino que se transforma en un hecho más social y así se percibe el cierre del restaurante Luigi, que había sido un referente italiano situado en la plaza Francesc Macià.

Este negocio es el último ejemplo de cómo el alza de los precios de los alquileres está reconfigurando el paisaje urbano barcelonés y acabando con ciertas tradiciones gastronómicas.

El local se inauguró hace más de una década y el Luigi se había ganado el afecto de los vecinos y turistas. Sus pizzas artesanales y el ambiente familiar eran ya parte de la cotidianidad.

Sin embargo, en un comunicado oficial la dirección anunció su cierre “por causas ajenas a la empresa”.

Detrás de esta manera discreta de decir adiós se esconde una realidad que se repite en toda la ciudad y que nos dice que el alquiler del local se ha vuelto insostenible.

Su propietario, Javier Sánchez (hijo del reconocido restaurador Silvestre Sánchez, del restaurante Salamanca), explicó a los medios catalanes que estos incrementos de renta terminaron por asfixiar y poner fin a la operación del negocio.

El tejido comercial pierde preciosas fibras

El cierre del Luigi no es un caso aislado. En la última década, en Cataluña han cerrado más de 11,000 comercios. Esto representa una caída del 11.5 % en su tejido comercial que se va deshaciendo poco a poco.

Muchos de estos locales han sido ocupados por franquicias, no solo de comida, sino de tiendas de lujo y espacios pensados para el turismo internacional que han cambiado el sentido que la ciudad tenía como atractivo.

En otras palabras, estar en Barcelona ya no es tan autóctono. Una calle cualquiera que mantenía un fiel legado catalán puede ser una postal de Nueva York, Seúl o la zona más cara de cualquier ciudad latinoamericana.

Para los vecinos esta transformación se traduce en la pérdida de referentes cotidianos que antes estaban representados por el café de la esquina, la librería de toda la vida o, como en este caso, un restaurante italiano al que se iba para celebrar cumpleaños, reunirse con amigos o comprar la pizza para la cena.

Luigi, pues, no desaparece por falta de clientela, sino por una ciudad cada vez menos accesible para quien la habita y la trabaja.

La nostalgia de una Barcelona que se transmuta

La despedida del Luigi no solo es el cierre de un espacio comercial, sino que tiene un matiz simbólico. No cerramos solo una pizzería de barrio, sino que decimos adiós para siempre a un espacio que representaba la Barcelona de la convivencia, de la gente que vive allí y de los sabores compartidos.

Sin mencionar que se va un lugar emblemático que fue premiado, en 2025, como la mejor pizza de Barcelona durante el Mahou Pizzas Fest, una competición catalana para encontrar la mejor pizza que, por su importancia local, ya tiene ediciones en Málaga y Valencia.

La economía turística y la identidad urbana

En medio del alza de los alquileres, Barcelona se reinventa como ciudad, pero bajo el peso de la especulación. En este contexto, muchos se preguntan qué quedará del espíritu local que un día la definió.

Luigi ha despertado esta discusión y detrás del aroma de masa recién cocida, el tomate y la albahaca solo queda el eco de un adiós de cómo era vivir en Barcelona.

La economía urbana puede transformar profundamente la identidad de una ciudad y el caso de uno de los restaurantes italianos de la capital catalana es un claro ejemplo.

Este hecho es un reflejo de cómo la especulación inmobiliaria y el desplazamiento de negocios tradicionales alteran el tejido social y cultural de los barrios.

David Harvey, geógrafo y sociólogo británico, lo explica mejor y en su obra Social Justice and the City analiza cómo las dinámicas económicas pueden transformar el espacio urbano en el que vivimos y de qué manera eso afecta la identidad y cohesión social de los barrios.

En su enfoque muy crítico pone el énfasis en cómo las decisiones económicas y políticas reconfiguran la ciudad y desplazan comunidades, alterando su carácter original. Es increíble que este libro sea de 1973… ¿por qué no salvar la Barcelona de antaño para continuar con su legado?

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