L'escapadeta
Alta gastronomía a precio asequible: el restaurante catalán con estrella Michelin donde comer por menos de 20 euros

Hay lugares donde la gastronomía parece reservada a momentos especiales, como si la buena comida fuera un lujo inaccesible. Pero a veces, en el lugar más insospechado, se puede vivir una experiencia de alta cocina sin que el bolsillo se resienta. Es en estos espacios donde la tradición y la creatividad se abrazan, y donde el placer de una comida se convierte en un recuerdo imborrable.

Una joya escondida en el interior de Catalunya

A solo una hora de Barcelona, entre colinas suaves y campos que cambian de color con las estaciones, hay una fonda que lleva más de medio siglo sirviendo comidas. El edificio, discreto e integrado en la plaza del pueblo, podría pasar desapercibido si no fuera por la reputación que lo acompaña: aquí se come como en los grandes templos gastronómicos, pero a precios sorprendentes.

Los que llegan por primera vez a menudo lo hacen con escepticismo. ¿Cómo es posible que un lugar con una estrella Michelin mantenga un menú diario alrededor de los 19 euros? La respuesta se encuentra en el equilibrio entre arraigo, constancia y una manera de entender la cocina como oficio antes que como espectáculo.

Fonda Sala: la evolución de una fonda familiar

Fundada en 1959, la Fonda Sala nació como un negocio sencillo y familiar, donde se ofrecían platos de cocina tradicional catalana elaborados con productos de proximidad. Con los años, la meticulosidad y el cuidado en cada receta fueron marcando el carácter del restaurante.

En 1992 llegó el gran reconocimiento: una estrella Michelin que, más de tres décadas después, todavía brilla junto al nombre de la fonda. El honor no ha cambiado su esencia: seguir siendo una mesa abierta al pueblo, sin artificios, donde se cocina con respeto y sencillez.

El secreto de su cocina

Los menús se basan en productos de temporada. Cuando es tiempo de caza, la carta se llena de platos que rinden homenaje al jabalí, el ciervo o la perdiz. Cuando el campo ofrece setas, el restaurante se perfuma de aromas de otoño. La cocina es elegante pero cercana, con la dosis justa de sofisticación para que cada bocado tenga memoria y personalidad.

Comer como un rey por menos de veinte euros

El menú diario de 19 euros, servido de lunes a viernes, incluye entrantes, primero, segundo y postre. El fin de semana, el precio sube a 26 euros, pero sigue siendo una ganga si se tiene en cuenta el nivel del restaurante.

Un detalle a tener en cuenta: la bebida no está incluida, pero vale la pena dejarse llevar por la bodega con más de 700 variedades de vino. Es un auténtico tesoro para los amantes de la enología y un complemento perfecto para realzar cada plato.

Los comensales que han pasado coinciden en su valoración: “cocina clásica de nivel excepcional”, “servicio atento y amable”, “un lugar tranquilo y agradable”. La relación calidad-precio es tan extraordinaria que muchos aseguran que la estrella Michelin está más que merecida.

La experiencia va más allá de la comida

El restaurante no es solo una mesa bien puesta: es también un lugar para descansar y vivir el pueblo. En la misma fonda hay seis habitaciones dobles de estilo rústico, ideales para completar la experiencia con una noche en el corazón del Lluçanès.

Algunos visitantes aprovechan para pasear por las calles estrechas de Olost, descubrir el encanto de un municipio tranquilo y, sobre todo, para disfrutar de una experiencia que combina cocina y territorio.

Una lección de gastronomía y humildad

El caso de esta fonda nos recuerda que la alta cocina no siempre debe asociarse a precios prohibitivos o a salas excesivamente sofisticadas. Aquí el lujo es el tiempo dedicado, la precisión en cada plato, la fidelidad al producto y al territorio.

En una época en la que la gastronomía parece a menudo atrapada entre modas y exhibiciones, este restaurante defiende otra manera de hacer: cocinar bien, servir bien y cobrar lo justo.

Por qué vale la pena ir

Por la calidad de su cocina, sí. Por la historia de una familia que ha sabido evolucionar sin perder raíces, también. Pero sobre todo, porque es un recordatorio de que la buena gastronomía no tiene que ser elitista. Puede estar al alcance de todos, en la mesa de una fonda de pueblo, con un menú diario que cuesta menos que una cena rápida en la ciudad.

El brindis final

Cuando a la mesa llegan los postres y una copa de vino de la tierra, la sensación es clara: este lugar es mucho más que un restaurante con estrella. Es una declaración de amor a la cocina catalana y a su capacidad de emocionar sin artificios.

Si algún día pasas por el Lluçanès, reserva una silla. No solo comerás bien: saldrás con la certeza de que, a veces, el lujo más grande es la sencillez bien hecha. ¿Y tú, te atreverías a probar un menú Michelin por menos de veinte euros?

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