L'escapadeta
Todo listo para la reapertura de la Mola: novedades y servicios reducidos

Las autoridades han apostado por un modelo más sostenible, lo que implica tanto novedades como pérdidas definitivas.

En las próximas semanas, los visitantes podrán volver a disfrutar del monasterio y su entorno, aunque encontrarán un escenario diferente. Ya no habrá restaurante en la cima, ni depuradora de aguas residuales, ni algunos equipamientos habituales. A cambio, se habilitan nuevos servicios mínimos que garantizan la conservación del espacio.

Antecedentes del cierre y del restaurante histórico

El restaurante de la Mola, situado en la cima del parque natural y al lado del conjunto patrimonial, fue durante décadas un punto emblemático de descanso y encuentro para los excursionistas. Sin embargo, en enero de 2023, la concesión que permitía su funcionamiento expiró y no fue renovada por las administraciones competentes.

El cierre del restaurante no fue una decisión improvisada. Según indicó la Diputación, mantener un servicio de restauración a esa altitud y en una zona protegida suponía un desafío logístico, ambiental y económico. La planta depuradora de aguas residuales asociada al restaurante también fue clausurada, al considerarse su mantenimiento insostenible.

Este cierre marcó el inicio de una etapa de transición para la Mola. Durante el último año, el acceso al lugar se ha visto restringido y los servicios se han reducido al mínimo. El impacto fue inmediato: la afluencia de visitantes cayó un 21 %, pasando de 171.847 a 135.767 personas en solo un año.

¿Qué novedades encontraremos?

Con esta reapertura, la Mola presenta una serie de ajustes pensados para preservar su entorno natural y patrimonial. Se han establecido nuevos horarios de apertura, que variarán según la estación:

  • De 10.00 a 16.00 h en otoño e invierno
  • De 9.00 a 19.00 h en primavera y verano

Además, se recupera la presencia de personal informador, encargado de orientar a los visitantes y velar por el cumplimiento de las normas. También se garantiza un servicio básico de vigilancia, limpieza y recogida de residuos, ajustado a las nuevas condiciones de uso.

Una de las principales novedades es la habilitación de la antigua Sala Mirador —antes comedor del restaurante— como espacio expositivo permanente. Esta sala servirá para difundir la historia del monasterio, el valor ecológico del entorno y las nuevas políticas de gestión sostenible.

Otra novedad significativa es la incorporación de baños secos en lugar de instalaciones convencionales. Estos nuevos servicios, de bajo impacto ambiental, están pensados para minimizar el consumo de agua y facilitar su mantenimiento.

Servicios que no volverán

A pesar de las mejoras en accesibilidad y sostenibilidad, hay elementos que desaparecen definitivamente. El más destacado es el restaurante, cuyo cierre ha sido ratificado por la Diputación de Barcelona como una decisión irreversible. Según explican, su operativa implicaba un uso excesivo de recursos, emisiones asociadas al transporte de suministros y una presión constante sobre el ecosistema local.

También queda descartado cualquier intento de reinstaurar sistemas tradicionales de saneamiento. La depuradora que gestionaba las aguas residuales del restaurante y de los baños convencionales ha sido desmantelada y no se prevé construir una nueva. La lógica detrás de esta decisión es clara: minimizar la intervención humana sobre un espacio natural de alto valor.

Igualmente, se han eliminado estructuras complementarias como almacenes, cocinas, depósitos y zonas técnicas asociadas al antiguo modelo de servicios. La Mola será ahora un lugar de paso, contemplación y respeto por el entorno, más que un punto de consumo o de estancia prolongada.

Medidas de sostenibilidad y gestión ambiental

El nuevo enfoque responde a una visión integral de sostenibilidad, impulsada desde los organismos gestores del parque. Reducir el impacto humano sobre la Mola no es solo una decisión administrativa, sino una necesidad ecológica.

Entre las principales medidas adoptadas destacan:

  • Eliminación de infraestructuras invasivas
  • Limitación de horarios para facilitar la autoregeneración del entorno
  • Reducción del consumo energético y de agua
  • Promoción de medios de transporte no motorizados para acceder
  • Fomento de una actitud de respeto y corresponsabilidad entre los visitantes

El uso de baños secos es uno de los ejemplos más representativos de esta filosofía. Sin consumo de agua ni necesidad de sistemas de evacuación complejos, estos servicios permiten mantener la funcionalidad mínima sin comprometer el equilibrio natural.

Además, el hecho de no contar con restaurante ni puntos de venta fomenta la autogestión del visitante, que debe llevar su propia agua, comida y recoger sus residuos. Así se minimiza la generación de desechos y se evita la sobrecarga del sistema de limpieza.

Mola

Impacto en visitantes y perspectivas futuras

La transformación de la Mola no ha estado exenta de controversia. Varios excursionistas, entidades de montaña y visitantes habituales han lamentado la pérdida del restaurante, que ofrecía un refugio y un servicio muy valorado. Sin embargo, la administración ha dejado claro que no se trata de un recorte, sino de una adaptación necesaria.

La caída del 21 % en el número de visitantes muestra que la transición no ha sido fácil. Pero también se interpreta como una oportunidad para repensar el modelo de uso del espacio. Menos visitantes implican menos presión sobre el ecosistema, más silencio, más calidad en la visita.

De cara al futuro, está en marcha un plan director de patrimonio arquitectónico, que analizará las necesidades de conservación del monasterio y otras estructuras. Se espera que la nueva sala expositiva ayude a reforzar el valor educativo del conjunto, atrayendo un público más consciente y respetuoso.

También se estudian posibles colaboraciones con escuelas, universidades y entidades culturales, para convertir la Mola en un espacio de aprendizaje y divulgación más que de ocio masivo.

El reto de conservar sin excluir

La reapertura de la Mola marca un antes y un después en la manera de entender el acceso al patrimonio natural. Reducir servicios puede parecer un retroceso, pero en realidad responde a una lógica de futuro: conservar sin explotar, abrir sin hacer daño.

¿Es posible mantener espacios abiertos al público sin que esto suponga su degradación? ¿Estamos preparados como sociedad para visitar sin consumir, para disfrutar sin dejar huella?

La Mola comienza una nueva etapa. Una etapa más austera, más sobria, pero también más alineada con los retos ambientales del presente. Ahora, la responsabilidad está en manos de quien la visite.

¿Qué piensas tú? ¿Qué servicios crees que son imprescindibles en un espacio natural protegido?
Te invitamos a comentar, compartir y reflexionar. Porque el futuro de la Mola, como el de tantos otros espacios, también depende de ti.

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