L'escapadeta
El impresionante castillo que defendía Cataluña de Francia: esconde siglos de leyendas y hoy se puede recorrer de arriba a abajo

Hay muros que no solo protegen, sino que conservan memorias. Cuando uno pasea por pasillos oscuros, escucha el eco de antiguas voces y siente el olor frío de la piedra húmeda, puede intuir que aquello que tiene delante no es una simple construcción, sino una pieza viva de la historia. Algunas fortalezas aún mantienen esa fuerza invisible, como si sus piedras quisieran contarlo todo a quien las sabe escuchar.

Una frontera marcada por el fuego y la piedra

Cataluña es tierra de castillos. A lo largo de los siglos, más de 600 fortalezas se han levantado sobre colinas, costas y valles, cada una con una función clara: defender, controlar o mostrar poder. Su posición estratégica, entre la península Ibérica y Europa, convirtió el territorio en un espacio clave para conquistas y guerras.

Pero entre todas estas construcciones, hay una que destaca por su grandiosidad y por su función esencial: proteger la frontera norte del Principado de las incursiones francesas. Una tarea que marcó su destino y que aún hoy define su identidad.

El nacimiento de una fortaleza colosal

A finales del siglo XV, después de que tropas francesas arrasaran el viejo castillo y la villa que lo rodeaba, el rey Fernando II de Aragón, conocido como el Católico, decidió que hacía falta una nueva línea de defensa. De esta decisión nació una de las obras militares más impresionantes de la época.

Fortaleza del Castell de Salses
Fortaleza del Castell de Salses

El diseño tuvo en cuenta los nuevos tiempos: ya no se trataba solo de resistir asedios medievales, sino de hacer frente a la poderosa artillería renacentista. Por eso, esta fortaleza combina la robustez de los muros medievales con innovaciones defensivas modernas: baluartes bajos y anchos, muros gruesos capaces de soportar cañones y un sistema de fosos que convertía la entrada en un reto casi imposible.

Los primeros asedios: resistencia y caída

Aunque aún no estaba terminado, en el año 1503 ya fue puesto a prueba. Tropas francesas intentaron conquistarlo, pero se toparon con una feroz resistencia y no lograron su objetivo. Aquel primer intento consolidó la reputación del castillo como una muralla infranqueable.

Con el paso de los años, sin embargo, la historia se repetiría. Durante la Guerra de los Treinta Años, en 1639, los franceses lograron ocuparlo, aunque un año después las tropas catalano-aragonesas lo recuperaron. La victoria fue breve: en 1642, en pleno conflicto y coincidiendo con la Guerra de los Segadores, Francia lo asedió de nuevo y, esta vez, tomó posesión definitiva. Desde entonces, a pesar de su origen catalán, la fortaleza quedó bajo control francés, dentro de la actual región de Occitania, en el departamento de los Pirineos Orientales.

Patio de armas Castell de Salses
Patio de armas Castell de Salses

Un patio de armas majestuoso y secretos escondidos

Cuando se entra dentro de la fortaleza, lo que más sorprende es su gran patio de armas, un espacio central rodeado de murallas y torres que aún hoy transmite la sensación de poder y control. Aquí se reunían soldados, se realizaban entrenamientos y se organizaba la vida militar.

Pero este no es el único rincón que impresiona. El interior esconde una capilla, una prisión, una enfermería e incluso almacenes diseñados para soportar largos asedios. Lo más sorprendente, sin embargo, es su sistema de agua: cisternas gigantes con capacidad para almacenar millones de litros, asegurando que el castillo pudiera resistir durante meses sin depender del exterior.

Interior del Castell de Salses
Interior del Castell de Salses

Los pasillos subterráneos, oscuros y silenciosos, añaden un aire de misterio. Caminando por ellos es fácil imaginar soldados preparándose para un ataque o prisioneros esperando su destino.

Más que una fortaleza militar

Con el paso de los siglos, este castillo cambió de funciones. Fue prisión, sirvió como punto de control fronterizo y, en momentos críticos, como refugio. Aunque hoy ya no tiene función militar, su presencia es constante: es un recordatorio vivo de un pasado de luchas, alianzas y fronteras cambiantes.

Ventana de la fortaleza militar
Ventana de la fortaleza militar

A diferencia de otros castillos convertidos en ruinas románticas, este continúa entero e imponente. Visitarlo es entrar en un manual de historia a escala real, donde cada piedra conserva cicatrices de la guerra.

Un símbolo patrimonial

Hoy, la fortaleza es considerada un monumento histórico y forma parte del patrimonio francés. Sin embargo, su memoria sigue estrechamente vinculada a Cataluña, que lo recuerda como una de las defensas más importantes de su historia.

Es, también, un lugar de encuentro cultural. Las visitas guiadas permiten acceder a zonas habitualmente cerradas al público, como las galerías subterráneas, y descubrir la vida cotidiana de los soldados. Conciertos, exposiciones y actividades educativas han convertido el castillo en un espacio vivo, más allá de su función militar.

Información práctica para visitarlo

Si quieres recorrer esta joya histórica, puedes hacerlo durante todo el año. Entre el 1 de abril y el 30 de septiembre, abre de 10.00 a 18.30 h, mientras que del 1 de octubre al 31 de marzo funciona en horario reducido: de 10.00 a 12.45 h y de 14.00 a 17.15 h.

El precio de la entrada es de 9 euros, aunque hay descuentos e incluso gratuidad para jóvenes de 18 a 25 años de la Unión Europea, personas en paro, estudiantes y personas con discapacidad.

Una visita completa te permitirá recorrer los baluartes, bajar hasta las cisternas y perderte por los pasillos secretos. Y si tienes tiempo, puedes completar la experiencia con una parada en el pueblo cercano, que conserva aún el encanto de las pequeñas villas del Pirineo Oriental.

La fortaleza que aún habla

Este castillo no es solo piedra y murallas. Es un testimonio vivo de siglos de guerra y convivencia, un símbolo de identidad y un recordatorio de lo que significa vivir en una tierra de frontera.

Caminar por sus muros es escuchar historias de soldados y campesinos, de reyes y prisioneros. Es sentir la magnitud del tiempo y darse cuenta de que, pese a las conquistas y las derrotas, los espacios como este continúan en pie, orgullosos y llenos de vida.

¿Y tú, te atreves a recorrer el castillo que un día defendió Cataluña de Francia?

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