Su reapertura no solo celebra la restauración de un monumento, sino también la recuperación de una parte esencial del esplendor del antiguo Egipto.
El faraón que gobernó en el siglo XIV a.C., padre de Akenatón y abuelo de Tutankamón, vuelve a la actualidad gracias a un proyecto conjunto entre Egipto y la Universidad Waseda de Japón. Durante más de tres décadas, arqueólogos, ingenieros y restauradores han trabajado para devolver la estabilidad y el color a una de las tumbas más elegantes del Valle de los Reyes.
El retorno del faraón solar
Amenhotep III reinó durante uno de los períodos más brillantes de la civilización egipcia. Gobernó más de cuarenta años, en una época de prosperidad económica, equilibrio político y esplendor artístico. Era conocido como el faraón del Sol, símbolo de poder y diplomacia, capaz de extender su influencia más allá del Nilo mediante alianzas con reinos vecinos.
Su tumba, catalogada como WV22, se encuentra en el Valle Occidental del Valle de los Reyes, un brazo menos visitado pero cargado de historia. Excavada en la roca viva, desciende unos treinta y seis metros antes de llegar a la cámara funeraria principal, flanqueada por estancias dedicadas a sus reinas Tiye y Sitamen.
La reapertura, celebrada a principios de octubre de 2025, reunió arqueólogos, funcionarios y visitantes que esperaban este momento desde hacía años. En el aire de Luxor, mezclado con polvo y luz dorada, se respiraba la emoción de volver a un espacio que durante siglos había permanecido en silencio, custodiando los ecos del antiguo imperio.
Décadas bajo la arena y la restauración japonesa
La historia moderna de la tumba de Amenhotep III es también la de su renacimiento. Durante siglos sufrió expolios, derrumbes y el paso implacable del tiempo. A finales del siglo XX, su deterioro era tan grave que se restringió completamente el acceso para evitar más daños.
En el año 1989, la Universidad Waseda de Japón asumió la misión de rescatarla. Bajo la dirección del profesor Sakuji Yoshimura, los trabajos se dividieron en tres fases: estabilización estructural, limpieza y conservación de pinturas, y medidas de control ambiental. Cada paso se llevó a cabo con paciencia y tecnología de vanguardia, incluyendo sensores de humedad, escaneo 3D y estudios de pigmentos.
El proyecto no solo devolvió firmeza a los muros, sino también vida a los colores. Los técnicos eliminaron capas de polvo y sales cristalizadas que cubrían las escenas funerarias. Poco a poco, los dioses y jeroglíficos reaparecieron bajo la tenue luz de las linternas, como si despertaran de un largo sueño.

El arte que sobrevivió al tiempo
Las paredes de la tumba, aunque no completamente decoradas, conservan fragmentos de un arte que ha desafiado los milenios. Se reconocen escenas del Libro de los Muertos, fórmulas mágicas y representaciones de Amenhotep III junto a Ra, Osiris y otras divinidades solares. Los tonos azules y dorados, aunque apagados, continúan transmitiendo la solemnidad del viaje hacia la eternidad.
Los restauradores utilizaron métodos no invasivos, evitando productos químicos que pudieran alterar los pigmentos originales. Se emplearon microaspiradores y cepillos ultrasuaves, junto con una iluminación especial que permitía detectar trazos invisibles a simple vista. Cada símbolo, cada línea, fue tratado como una reliquia irrepetible.
Uno de los detalles más impresionantes es la tapa de granito del sarcófago real, que aún permanece en el lugar donde fue encontrada. Pesa varias toneladas y es el único elemento que los saqueadores no pudieron llevarse. Hoy, esta piedra inmensa se ha convertido en el corazón del recorrido, un recordatorio silencioso de la grandeza perdida.
Amenhotep III y su legado familiar
La figura de Amenhotep III no se puede entender sin su entorno familiar. Su esposa, la reina Tiye, fue una de las mujeres más influyentes de su tiempo, consejera del faraón y figura política respetada en las cortes extranjeras. De su unión nació Akenatón, el rey hereje que intentó instaurar el culto exclusivo a Atón.
La reapertura de la tumba tiene un eco simbólico en este linaje. En las paredes y fragmentos de piedra aún se percibe el equilibrio entre el poder divino y humano que caracterizaba su reinado. Amenhotep III fue el último faraón antes de la revolución espiritual que sacudiría Egipto, y su descanso vuelve a recordarnos un tiempo en que el arte era plegaria y la arquitectura, una ofrenda al cielo.
Reabrir su tumba en pleno siglo XXI es también un gesto de reconciliación con el pasado. Egipto devuelve al mundo una parte de su alma y, al mismo tiempo, renueva el vínculo con una historia que nunca deja de inspirar.
Egipto abre de nuevo sus puertas al mundo
El acto de reapertura no es solo un evento arqueológico. Forma parte de una estrategia nacional de Egipto para revitalizar su patrimonio cultural antes de la inauguración del Gran Museo Egipcio en El Cairo. Con la tumba de Amenhotep III nuevamente abierta, el país quiere atraer visitantes que deseen vivir la historia de cerca, caminar por los mismos corredores que un faraón pisó hace más de tres milenios.
Las autoridades egipcias confían en que esta reapertura impulse el turismo en Luxor y beneficie a las comunidades locales. Cada visitante que desciende a WV22 revive la fascinación que ha alimentado generaciones de exploradores, desde los viajeros del siglo XIX hasta los investigadores actuales.
Amenhotep III vuelve a ser el anfitrión del Valle de los Reyes. Su tumba, rescatada piedra a piedra, no es solo un monumento: es una lección sobre la fragilidad y la permanencia, sobre cómo el arte puede sobrevivir al tiempo y al olvido.
Un eco de eternidad en el Valle de los Reyes
La tumba de Amenhotep III no solo transporta al visitante al pasado, sino que recuerda que el tiempo puede ser vencido con paciencia y ciencia. Egipto abre de nuevo sus puertas a aquellos que buscan contemplar la eternidad grabada en la piedra.
La reapertura de WV22 no marca un final, sino un nuevo comienzo. Bajo el polvo y el silencio de milenios, el faraón solar vuelve a brillar. Y en cada visitante que atraviesa su umbral, la historia vuelve a respirar.
¿Volverá el Valle de los Reyes a brillar como en los días del faraón solar?