L'escapadeta
Gigantes de piedra en Tarragona: una ruta entre cimas, agujas y barrancos que cuentan historias sin usar la voz

Hay lugares donde la naturaleza parece haber escrito su propia historia con piedra y silencio. Son parajes donde el tiempo no se mide con horas, sino con grietas antiguas, formas imposibles y un misterio que solo se explica caminando. Frente a estos gigantes minerales, uno siente que el paisaje murmura, aunque no tenga voz.

Un reino de piedra viva y quietud profunda

Al sur de Cataluña, donde el relieve se quiebra en profundos barrancos y las montañas se alzan como fortalezas, se abre un escenario de fuerza indómita y belleza impactante: los Ports de Tortosa-Beseit, conocidos simplemente como Els Ports.

Este espacio natural, que abarca las comarcas del Baix Ebre, la Terra Alta y el Montsià, es mucho más que un parque protegido. Es un mundo de piedra donde cada acantilado tiene alma propia y cada aguja apunta al cielo con voz propia. El escritor Àngel Solà i Vidal lo definió como “un sueño hecho poesía”. Y difícilmente se puede decir mejor.

Els Ports
Els Ports

El visitante que pone los pies allí, aunque solo sea unas horas, difícilmente sale igual. Hay algo en el silencio de estas montañas que te transforma. Visita la web del Parc Natural dels Ports.

Los primeros pasos: fuentes, ermitas y gargantas

Junto al Mont Caro, el pico más alto de los Ports, nace un barranco que alberga un pequeño tesoro: Els Xorros, una fuente cubierta de musgo donde el agua cae con paciencia infinita. Al lado, la ermita de la Magdalena recuerda la presencia humana en estos parajes, en medio de antiguas masías y caminos que han visto pasar siglos.

Siguiendo los senderos que se adentran en la roca, se descubren las Gúbies de la Vallfiguera: una garganta vertical, estrecha y espectacular, esculpida por la erosión a lo largo de los siglos. Es uno de los escenarios más impresionantes de toda la ruta, un lugar donde el visitante queda pequeño ante la altura de las paredes que lo rodean.

El reto del Mont Caro

El Mont Caro (1.441 m) es el techo de las comarcas de Tarragona. Su silueta se identifica fácilmente gracias a las antenas que coronan la cima, pero lo que realmente lo hace especial es el entorno salvaje que lo rodea.

Mont Caro
Mont Caro

La ascensión clásica comienza en el barranco de la Caramella y suma más de 17 kilómetros con un desnivel que pone a prueba incluso a los excursionistas más preparados. Es una jornada de ocho horas largas, llena de exigencia y belleza.

Pero hay caminos más amables que permiten alcanzar la cota sin tanta dureza. Desde la urbanización del Mascar, por ejemplo, se puede hacer un itinerario más corto que muestra la grandeza del Caro sin necesidad de una gran epopeya física.

La Moleta y la Coscollosa: atalayas de fuego y resistencia

Desde el área de recreo de la Font Nova, se inicia otra ruta que conduce hasta la Moleta d’Alfara (812 m) y la Coscollosa (879 m). Son dos miradores privilegiados desde donde se contemplan las cicatrices que los incendios han dejado sobre el paisaje.

Powered by Wikiloc

A pesar de los daños, el camino se mantiene practicable gracias al trabajo incansable de los bomberos. Es un recordatorio de la fragilidad de este entorno, pero también de su capacidad de renacimiento.

El Tossal d’Engrilló y la Punta de l’Aigua

Al norte de los Ports, cerca del pueblo de Paüls, un camino asciende hasta el Tossal d’Engrilló (1.072 m) y la Punta de l’Aigua (1.019 m). Desde aquí, la vista se abre hacia el Montsagre y la Bassa de la Refoia, uno de los paisajes más icónicos del parque.

Aunque es posible acercarse en coche hasta el Coll Roig, vale la pena hacer el ascenso a pie. El premio es observar desde arriba el pueblo de Horta de Sant Joan y la montaña de Santa Bàrbara, que inspiró al pintor Picasso durante su estancia en la Terra Alta.

Les Roques de Benet: el símbolo

Si hay una imagen que simboliza los Ports, esa es la de las Roques de Benet. Este conjunto rocoso, que supera los 1.000 metros de altitud, es visible desde kilómetros de distancia.

El nombre proviene de un antiguo asentamiento árabe, Bene, que ocupó este lugar en la edad media. Aunque ya no queda rastro, subir al Castell, una de las formaciones, sigue siendo una experiencia fascinante. Sorprende descubrir que la ruta no es especialmente técnica, y el esfuerzo queda más que recompensado por las vistas que se abren hacia la Terra Alta.

El Castell de l’Airosa: fortaleza natural

Al sur del Caro, el relieve se hace más caprichoso. Allí se alza el Castell de l’Airosa, una fortaleza calcárea que domina el valle con una presencia casi mítica. Para llegar hay que superar algunos tramos de trepada equipada, pero incluso acercarse permite sentirse parte de un escenario primigenio, donde reina el silencio.

El Castell de l’Airosa
El Castell de l’Airosa

Cerca se encuentra la Font del Paradís, un rincón que hace honor a su nombre. El agua, que se desliza entre la roca, ofrece un respiro al caminante y recuerda que, a pesar de la aparente hostilidad, la montaña siempre guarda espacios de acogida.

Un museo natural al aire libre

Recorrer los Ports es como entrar en un museo natural sin techo. Aquí no hay vitrinas ni cartelas, pero cada roca cuenta una historia y cada barranco esconde leyendas. Los gigantes de piedra que se alzan en este paisaje no necesitan palabras: hablan a través de sus formas, de su silencio y de su persistencia.

Quizás por eso, muchos excursionistas vuelven una y otra vez. Porque más allá de la dificultad física o de la belleza de las cimas, hay una conexión íntima con la naturaleza que solo se entiende cuando se está presente. ¿Y tú, te atreverías a adentrarte en este reino de piedra y silencio donde las cimas y las agujas cuentan historias sin voz?

Nou comentari

Comparteix

Icona de pantalla completa