Hay lugares que parecen sacados de un sueño. Otros, directamente de otro planeta. Y luego está Cala Portaló, una cala que existe pero que parece una ilusión. Una pequeña bahía escondida, custodiada por acantilados salvajes, donde manda el mar y el ser humano solo puede observar. No se puede llegar caminando. No se puede improvisar. Solo puedes acceder si te lo propones y si estás dispuesto a dejarte llevar por el mar.
No hay caminos. No hay senderos escondidos. No hay atajos. Cala Portaló se encuentra en el Cap de Creus, ese confín abrupto del Alto Ampurdán donde la roca y el viento luchan en una batalla constante. Y está dentro de uno de los últimos bastiones de naturaleza intacta del litoral catalán: el Parque Natural del Cap de Creus. Aquí no hay concesiones. Aquí manda la tierra. Y si quieres entrar, que sea por el mar.
No hay manera de llegar caminando. No la hay.
Y no es una exageración. Es que no hay manera humana de llegar a Cala Portaló a pie. No hay senderos, ni pistas forestales, ni carreteras que se acerquen. Nada. Solo mar. Solo acantilado. Solo vegetación salvaje que lo envuelve todo. Es una cala que no se deja encontrar fácilmente. Solo cede su secreto a quien se atreve a buscarla desde el agua.
¿Quieres ir? Tendrás que remar. O nadar. O alquilar una embarcación. Porque esa es la única manera de llegar. Desde Cala Montjoi, Portlligat o El Port de la Selva, puedes salir en kayak o paddle surf. También puedes nadar, si tienes la forma física, la experiencia y el mar está completamente en calma. Pero por tierra, es imposible. Tan simple y tan contundente como eso.
Un trozo de Mediterráneo salvaje sin nada, y por eso lo tiene todo
Cuando finalmente llegas, lo entiendes todo. Cala Portaló no tiene chiringuitos. No tiene música. No tiene sombrillas ni multitudes. No hay construcciones humanas. Ni casas, ni barracas de pescadores, ni ruinas. Solo roca, agua y silencio. Un silencio espeso, que lo cubre todo. Un silencio que parece proteger la cala de cualquier intrusión.
El agua es tan clara que impresiona. Ves el fondo marino con una nitidez que desarma. Las algas, las piedras, los bancos de peces. Todo a la vista, como si el mar fuera de vidrio. Es el lugar perfecto para flotar. Para hacer snorkel. Para quedarse quieto. Para desaparecer del mundo durante un rato.
Y lo más importante: es un espacio protegido. No se puede fondear sobre las praderas de posidonia. No se puede alterar el fondo marino. Porque cada rincón de esta cala forma parte de un ecosistema frágil, precioso y amenazado. No hay margen de error. Aquí se entra con respeto o no se entra.
Dalí también la vio. Dalí también la entendió
No es casualidad que Salvador Dalí eligiera el Cap de Creus como escenario de muchas de sus obras. Este lugar no parece real. Es un delirio geológico. Una colección de rocas con formas imposibles, de cuevas que parecen bocas, de perfiles que evocan rostros dormidos y criaturas de otro mundo. Cala Portaló forma parte de este paisaje que inspiró sus cuadros más surrealistas.
Aquí el tiempo se detiene. Aquí la lógica desaparece. Y lo que queda es una sensación difícil de explicar, pero que te transforma. Es un viaje. No solo físico. También emocional.
Cuándo ir, cómo ir y por qué deberías hacerlo cuanto antes
La mejor época para visitar Cala Portaló es entre junio y septiembre. Pero no sirve cualquier día. Hay que elegir bien. Lo ideal es una mañana sin viento, sin oleaje, con el sol aún suave y el mar como un espejo. Salir temprano, desde Cala Montjoi, en kayak o paddle surf. Equipado con agua, crema solar, un poco de comida y gafas de snorkel. Y sobre todo, con tiempo. Porque no es un lugar para ir con prisas.
Hay que remar despacio. Hay que dejarse llevar. Y cuando llegas, hay que quedarse en silencio. Porque el lugar lo exige. Porque hay lugares que no necesitan palabras.
Una cala imposible, una experiencia inolvidable
Cala Portaló no es una playa. No es una excursión. No es una postal. Es una experiencia. Es un lugar que no se deja conquistar fácilmente. Un lugar que pone a prueba tus ganas, tu forma física y tu respeto por la naturaleza. Pero que te recompensa con una de las visiones más puras del Mediterráneo que verás en tu vida.
No todo el mundo puede llegar. Y esa es, precisamente, su grandeza. Porque en un mundo saturado de turistas, de selfies, de ruido y de consumo, Cala Portaló sigue siendo lo que siempre ha sido: un rincón secreto, salvaje y silencioso. Un lugar donde aún manda el mar.