L'escapadeta
Una cascada dentro de un monasterio: el rincón benedictino de Cataluña que Josep Pla consideraba inolvidable

Hay lugares que parecen más fruto de una leyenda que de una geografía real. Lugares que esconden sonidos de agua, sombras de grutas y ecos antiguos, como si el tiempo hubiera decidido detenerse. Espacios donde cada paso es una invitación al misterio y donde el visitante nunca sabe con certeza qué encontrará.

La herencia de un paisaje que cautiva

Hace más de dos siglos, el aristócrata francés Alexandre de Laborde se detuvo frente a unos acantilados rocosos que le parecieron murallas naturales. Inmortalizó la imagen en un grabado que se convertiría en postal antes de la existencia de las postales. Aquel retrato mostraba un monasterio encajado en medio de la piedra y atravesado por una cascada que parecía salir del mismo cielo.

Siglos más tarde, Josep Pla también subió hasta aquel lugar. Esperaba ver la famosa caída de agua, pero el río no le hizo el favor. Una vecina le explicó que la cascada “funcionaba los domingos” y Pla, con su ironía característica, lo dejó escrito como una anécdota deliciosa. La realidad es que el río Tenes es caprichoso: puede ofrecer un espectáculo majestuoso después de las lluvias o reducirse a un simple hilo de agua en épocas secas.

Sant Miquel del Fai: un monasterio en equilibrio con la roca

El conjunto está tan integrado en el medio que cuesta distinguir dónde termina la piedra natural y dónde comienzan las construcciones humanas. El monasterio benedictino, documentado ya en el siglo X, se levanta como si hubiera brotado de la montaña. La iglesia troglodítica, consagrada en el año 1006, conserva restos de frescos medievales que conviven con estalactitas formadas a lo largo de siglos.

El Puente del Rossinyol, construido en 1592, da la bienvenida al visitante y abre paso hacia el conjunto monumental. Cruzarlo es casi como entrar en otro mundo: el paso de la Foradada conduce a un universo de silencio y piedra, solo interrumpido por el sonido del agua.

Pont del Rossinyol
Pont del Rossinyol

El papel de la cascada

Cuando hay agua, el salto del Tenes se precipita desde más de cien metros de altura. Sus aguas crean pozas naturales y charcas que brillan como espejos fragmentados. Desde los miradores del monasterio, el espectáculo es sobrecogedor: una cortina líquida que se despliega ante los ojos, con la piedra húmeda reflejando tonos de verde y ocre.

No obstante, el encanto no reside solo en la cascada. Todo el entorno ha sido esculpido durante milenios: grutas, simas y cuevas que han servido tanto de escondite como de refugio para especies como los murciélagos. La naturaleza aquí no es decorado: es protagonista.

Grutes, simes i coves que han servit tant d’amagatall
Grutes, simes i coves que han servit tant d’amagatall

Entre la devoción y el turismo

Durante siglos, el monasterio fue lugar de culto y vida monástica. Pero con el paso del tiempo fue asumiendo nuevos roles. En el siglo XIX, cuando se mejoró la carretera que lo conectaba con Sant Feliu de Codines, comenzó a recibir visitantes curiosos. Fotografías de época muestran familias y excursionistas posando frente al cenobio, pioneros de un turismo cultural que combinaba espiritualidad y romántico deseo de naturaleza.

El monestir va ser lloc de culte i vida monàstica
El monestir va ser lloc de culte i vida monàstica

El monasterio también vivió episodios más oscuros: durante la Guerra del Francés y la Guerra Civil, algunas de sus iglesias fueron profanadas y convertidas en almacenes. Aun así, nunca perdió del todo su magnetismo. Hoy, declarado Bien Cultural de Interés Nacional, funciona como un auténtico museo al aire libre.

Un itinerario con siglos de historia

La visita actual permite recorrer diferentes capas históricas. Además de la iglesia de Sant Miquel, encontramos la ermita de Sant Martí, situada a unos 800 metros, que completa el recorrido románico. La Casa Prioral gótica del siglo XV, aunque no es visitable, aún conserva su presencia imponente.

Un itinerari amb segles d’història
Un itinerari amb segles d’història

Y es imposible no recordar las palabras de Pla: él vio un “lugar memorable”, aunque la cascada no lo acompañara. Quizás por eso hoy, en la plaza del Reposo, hay una escultura suya, como si aún observara el paso de los siglos.

Un espectáculo natural caprichoso

Visitar este lugar es jugar con la suerte. Quizás encuentres la cascada en todo su esplendor, cayendo con fuerza y regalando un sonido constante que resuena entre las paredes de roca. O quizás te topes con un hilo de agua discreto, que deja entrever más piedra que líquido. Pero en ambos casos, la experiencia es única.

El monestir de Sant Miquel del Fai
El monestir de Sant Miquel del Fai

El silencio, las sombras de las cuevas, las golondrinas dibujando garabatos en el cielo… Todo ello convierte la excursión en una inmersión dentro de un escenario que parece preparado para la contemplación.

Información práctica para el visitante

  • Acceso: la entrada es gratuita, pero se requiere reserva previa en línea.
  • Ubicación: dentro del Espacio Natural de los Cingles de Bertí, cerca de Sant Feliu de Codines.
  • Recomendación: llevar calzado cómodo, especialmente si deseas explorar los senderos que rodean el monasterio.
  • Mejor momento: después de las lluvias, cuando la cascada muestra su cara más espectacular.

Más que un destino, una experiencia

Sant Miquel del Fai es mucho más que un monasterio encajado entre rocas. Es una lección viva de cómo la naturaleza y la historia pueden convivir, y de cómo un espacio puede resistir siglos de cambios sin perder su encanto esencial.

Pla lo describió con su ironía, Laborde lo inmortalizó en un grabado, y los visitantes de hoy lo redescubren cada vez que cruzan el puente del Rossinyol. Todos coinciden en una idea: es un lugar que, con cascada o sin ella, queda grabado en la memoria. ¿Y tú, te verías paseando entre grutas y acantilados para descubrir este monasterio con cascada?

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