L'escapadeta
Un castillo cátaro en un encantador pueblo medieval vendido por 400 escudos de oro: historia viva al sur de Francia

Aquel acuerdo, sellado en pleno siglo XV, transformó un símbolo de guerra en una página de diplomacia inesperada. Hoy, aquella fortaleza continúa en pie, convertida en memoria viva de la Edad Media.

Un escenario que respira historia

El castillo de Castelnaud-la-Chapelle domina el valle del Dordoña desde lo alto de un promontorio rocoso. Su silueta recortada contra el cielo parece un recordatorio de los tiempos en que la vida y la muerte dependían de los muros de piedra. Lo que para el visitante moderno resulta pintoresco y romántico, en su época fue una pieza estratégica en el tablero político y militar de Francia.

El castillo que nació en tiempos de los cátaros

En el siglo XIII, la región del Languedoc y el Périgord vivían sacudidas por la Cruzada albigense contra los cátaros. El señor local, Bernard de Casnac, simpatizante con la herejía, vio cómo su castillo pasaba de mano en mano. En 1214, Simón de Montfort lo conquistó en nombre de la Iglesia y del rey de Francia, pero Bernard lo recuperó poco después, solo para volver a perderlo. En 1215 fue incendiado, símbolo de la lucha entre fe, poder y rebeldía.

El episodio cátaro dejó huella en la identidad del lugar, aunque Castelnaud no fue un bastión doctrinal como otros castillos occitanos. Más bien, se convirtió en un campo de juego para los grandes señores y sus alianzas, atrapado entre la lealtad al conde de Tolosa y la presión del poder real.

La Guerra de los Cien Años y la venta dorada

Con el inicio de la Guerra de los Cien Años, el castillo se convirtió en un trofeo codiciado. Su ubicación dominaba rutas y tierras fértiles, lo que lo hacía esencial para ingleses y franceses. La familia Caumont, propietaria en aquel tiempo, se inclinó hacia Inglaterra, ganando privilegios a cambio de fidelidad.

En 1442, las tropas francesas del rey Carlos VII sitiaron la fortaleza. Durante tres semanas, la tensión fue creciendo: catapultas, arqueros y máquinas de asedio rodeaban las murallas. Los defensores sabían que la derrota era inevitable. Entonces ocurrió lo inesperado: en lugar de caer bajo la violencia, el castillo fue entregado a cambio de 400 escudos de oro.

El acuerdo fue extraordinario para la época. Los asedios solían terminar en masacres o destrucción, no en una compraventa casi comercial. La cifra, lejos de ser simbólica, equivalía a una suma importante que aseguraba el honor de los vencidos y la consolidación del poder de los vencedores.

400 escudos: precio, valor y símbolo

La venta de Castelnaud se recuerda por la cifra: 400 escudos de oro. En aquel tiempo, un escudo equivalía a varios días de salario de un soldado raso. Multiplicado, el importe representaba un tesoro, suficiente para equipar ejércitos o reconstruir pueblos enteros.

Pero el número esconde más que un valor económico. Fue un gesto político: los ingleses aceptaban que no podían sostener el castillo, y los franceses, en lugar de arrasarlo, preferían asegurarlo con un pago. Era una manera de legitimar la victoria y cerrar la disputa con un contrato. La piedra cambiaba de manos, pero no se destruía.

Este detalle revela una verdad medieval: incluso en tiempos de guerra, la negociación podía más que la espada. El oro, a veces, tenía más fuerza que el acero.

Del abandono a la restauración

Después de la recuperación francesa, Castelnaud permaneció en manos de la familia Caumont, pero el tiempo no fue indulgente. Durante las guerras de religión del siglo XVI, volvió a sufrir ataques. En los siglos posteriores, la fortaleza perdió relevancia, hasta convertirse en cantera de piedra para los habitantes del lugar.

En el siglo XX, los muros medio derruidos parecían condenados al olvido. Sin embargo, a mediados de siglo comenzó un esfuerzo de restauración que rescató el castillo de la ruina. En 1966 fue clasificado como Monumento Histórico, y desde 1985 acoge el Museo de la Guerra en la Edad Media. Hoy, su interior guarda armas, armaduras, catapultas reconstruidas y escenografías que devuelven al visitante el fragor de los asedios.

Un pueblo medieval que late al lado del castillo

A los pies de la fortaleza se extiende Castelnaud-la-Chapelle, considerado uno de los pueblos más bellos de Francia. Sus calles estrechas, sus casas de piedra dorada y sus tejados de pizarra hacen que pasear por allí sea como viajar en el tiempo. El río Dordoña fluye sereno a sus pies, recordando que bajo la calma actual se esconden siglos de lucha.

Los turistas recorren hoy lo que antes fueron murallas defensivas, descubren pasadizos y se asoman a torres que en otro tiempo servían de atalayas contra enemigos invisibles. El contraste entre lo bélico y lo idílico convierte al pueblo en un lugar donde la historia se siente palpable.

Lecciones de piedra y oro

El episodio de los 400 escudos de oro enseña que la Edad Media no fue solo violencia y fanatismo. También hubo espacio para la negociación, la astucia y el pragmatismo. Castelnaud continúa en pie como testigo de esta dualidad: un lugar que fue campo de guerra y ahora es ventana a la memoria.

Visitarlo no es solo admirar una construcción de piedra, sino escuchar las voces de aquellos que vivieron entre sus muros. El eco de la transacción aún resuena: ¿cuánto vale un castillo? ¿Cuánto vale la paz ante la destrucción?

De oro y piedra: el legado inmortal de Castelnaud

Hoy, el castillo invita a reflexionar sobre cómo las decisiones de ayer continúan dando forma al paisaje y a la identidad cultural de Europa. Quizás por eso, cada viajero que atraviesa sus puertas revive un pacto que, hace siglos, convirtió la guerra en historia y la historia en legado.

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