L'escapadeta
La playa más secreta de la Costa Brava: sin cobertura, con vistas de postal y vacía incluso en agosto

La brisa del mar llega como un susurro lejano, mezclada con el aroma de los pinos y la sensación de estar a punto de descubrir algo que no todo el mundo conoce. El camino es estrecho, con vistas que te hacen detenerte para respirar profundamente y dejarte cautivar por la inmensidad del azul. Sabes que te diriges a un lugar especial, uno de esos rincones que parecen protegidos por la misma naturaleza, lejos de ruidos, de prisas e, incluso, de cobertura.

Un rincón casi clandestino

Entre acantilados escarpados y un manto de pinos que parece abrazar la costa, se esconde un espacio diminuto pero de una belleza cautivadora. Solo hace falta echar un vistazo para entender que es uno de esos lugares que se descubren por casualidad… o con la recomendación de alguien que ya se ha dejado seducir por su encanto.

A diferencia de otras playas más amplias y ruidosas, aquí lo que reina es el silencio. Solo escucharás el murmullo de las olas, el canto de alguna gaviota y, de vez en cuando, el roce de un barco que fondea para admirar las aguas transparentes.

Características que hacen única a Cala Pedrosa

Cala Pedrosa

Este pequeño tesoro tiene unas dimensiones modestas: 33 metros de largo por 30 metros de ancho. Su suelo es de cantos rodados y piedras, un detalle que quizás no guste a todos pero que mantiene el agua limpia y cristalina. El entorno es tan virgen que incluso la cobertura de móvil desaparece, regalándote una desconexión total que cuesta encontrar en la Costa Brava.

Su ubicación, a unos dos kilómetros del núcleo de Tamariu, y el acceso limitado hacen que incluso en pleno mes de agosto sea un rincón tranquilo, casi vacío.

Cómo llegar a Cala Pedrosa

Hay dos maneras principales de acceder. La primera es a pie, siguiendo el Camino de Ronda desde Tamariu. Este recorrido, con tramos sombríos y vistas espectaculares, te lleva directamente a la cala después de unos 15-20 minutos de caminata. También es posible dejar el coche en un pequeño aparcamiento cercano y bajar por un sendero de unos 800 metros.

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La segunda opción, quizás la más espectacular, es llegar por mar. Con kayak, paddle surf o pequeña embarcación, podrás contemplar el escenario desde el agua y descubrir rincones escondidos de los acantilados.

El encanto de la desconexión

La falta de cobertura aquí no es un inconveniente: es un regalo. Es la oportunidad de dejar atrás las notificaciones y conectar con la naturaleza. Puedes pasar horas observando cómo la luz juega con el color turquesa del agua, nadar hasta los rincones más escondidos o simplemente tumbarte y dejar que el sonido del mar haga su magia.

La sensación es como si el tiempo se ralentizara, como si lo único importante fuera respirar profundamente y disfrutar de cada instante.

Recomendaciones para la visita

Hay que tener en cuenta que esta cala no dispone de servicios: no hay duchas, baños ni bares. Por eso, es importante llevar agua, comida y, sobre todo, calzado adecuado para caminar sobre piedras y cantos rodados.

Una máscara de snorkel es casi imprescindible. Las aguas son tan claras que permiten observar peces, algas y pequeños tesoros submarinos sin alejarse mucho de la orilla.

Rincones imprescindibles para completar tu ruta por la Costa Brava y el Empordà

Si decides venir hasta aquí, te recomiendo aprovechar y visitar otras joyas cercanas: la Cala del Crit, con su leyenda, la Cala Estreta y la fotogénica Cala S’Alguer. El pueblo de Calella de Palafrugell es ideal para pasear al atardecer, y el interior del Empordà esconde pueblos medievales como Pals, Peratallada o Monells, llenos de historia y encanto. Y si tienes tiempo, sube hasta el Cap de Creus y descubre la salvaje Cala Taballera.

El mejor momento para disfrutarla

Aunque se puede visitar todo el año, los meses de junio y septiembre son ideales: el clima es agradable, el agua aún invita a bañarse y hay menos gente. En verano, si quieres asegurarte un espacio tranquilo, llega a primera hora de la mañana o a última de la tarde, cuando la luz dorada del sol transforma el paisaje.

Un recuerdo imborrable

Cuando dejas atrás la cala y vuelves por el sendero, hay un momento en el que giras la cabeza para dar una última mirada. Entonces entiendes que estos lugares son únicos porque no intentan impresionar con grandes dimensiones o servicios lujosos, sino con su autenticidad.

Aquí no hay música alta ni grandes grupos de turistas, solo mar, roca, pinos y un silencio que habla más que cualquier palabra. Y es justo este silencio el que te llevarás a casa, junto con la imagen del agua brillante bajo el sol y la sensación de haber estado, por unas horas, lejos de todo y cerca de lo que realmente importa.

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