Hay lugares que, a pesar de estar cerca, parecen pertenecer a otra realidad. Espacios donde el tiempo se dilata, el paisaje se vuelve más amable y cada rincón cuenta una historia. Y a veces, descubrirlos solo requiere un pequeño desvío del camino habitual.
El corazón de la Costa Brava menos conocida
Cuando se piensa en la Costa Brava, lo más habitual es que vengan a la mente nombres como Cadaqués, Lloret o Calella. Pero entre las comarcas del Gironès y el Maresme se esconde un lugar donde la naturaleza, la historia y la calma se dan la mano. Un pueblo que no siempre sale en las portadas pero que enamora a quien lo pisa por primera vez.
Una villa amurallada con vistas de postal
Lo primero que sorprende al llegar es su muralla. Una fortificación que se alza desde el siglo XII justo frente al mar y que parece proteger, aún hoy, el pequeño núcleo antiguo. Dentro, calles empedradas, casas de piedra y balcones floridos invitan a caminar sin prisa. Es la Vila Vella, declarada Monumento Histórico-Artístico Nacional, y uno de los pocos recintos medievales costeros que se conservan íntegramente en Cataluña.

Desde lo alto del castillo, la panorámica es pura poesía: el azul intenso del Mediterráneo, la arena dorada de la playa principal y, al fondo, las montañas que abrazan este rincón del litoral.
Playas para todos los gustos
La Platja Gran, situada justo a los pies del recinto amurallado, ofrece todos los servicios y es perfecta para pasar el día en familia. Pero quienes buscan más intimidad, pueden caminar unos minutos hacia Cala Codolar, una pequeña bahía escondida entre rocas y vegetación, o bien seguir el Camí de Ronda hasta calas como Giverola, que parece extraída de un catálogo de paraísos.

Este sendero costero es una de las joyas de la zona. Sus vistas vertiginosas, los accesos a calas secretas y la proximidad constante del mar lo convierten en una experiencia imprescindible. Es fácil dejarse llevar por el sonido de las olas mientras se descubren rincones que no aparecen en ninguna guía.
Un lugar para vivirlo con calma
Uno de los grandes encantos de este pueblo es su paz. A pesar de su belleza y atractivo, mantiene un ritmo más lento, alejado del bullicio de otras zonas más turísticas. Aquí se puede tomar un café en una terraza sin prisas, degustar un arroz mientras sopla la brisa marina o pasear por el centro histórico sin topar con masas de visitantes.

Los comercios conservan un aire auténtico: galerías de arte, tiendas de productos artesanos, antiguas pastelerías y restaurantes familiares que han sabido resistir el paso del tiempo.
Un pasado lleno de arte y cine
A mediados del siglo XX, este pueblo cautivó a artistas, cineastas e intelectuales. Se convirtió en refugio y fuente de inspiración para muchos. El pintor Marc Chagall, por ejemplo, lo llamó “el paraíso azul”, enamorado de sus tonos y del silencio que se respiraba allí.
Esa huella artística aún se puede notar hoy. El Museo Municipal, ubicado en el interior de la Vila Vella, alberga obras de artistas que pasaron por aquí, y durante los meses de verano, el pueblo se llena de conciertos, exposiciones y actividades culturales que mantienen vivo el espíritu creativo.
Una escapada perfecta entre dos ciudades
Situado a tan solo una hora y media de Barcelona y a menos de una hora de Girona, este pueblo es ideal para una escapada rápida o para disfrutarlo durante unos días. Las conexiones en transporte público y su oferta de alojamiento lo hacen accesible y acogedor para todo tipo de viajeros.

Sus alrededores también ofrecen atractivos: rutas a pie o en bicicleta, miradores naturales y caminos que conectan con otras calas y pueblos de la Costa Brava más auténtica.
El tesoro entre dos ciudades
Este pueblo no necesita grandes artificios para brillar. Su belleza reside en los detalles: una ventana con geranios, el reflejo del sol sobre el mar, el silencio de una cala al atardecer. Y eso lo hace único.
Así que si estás pensando en una escapada entre Girona y Barcelona, y buscas un lugar que combine historia, naturaleza y autenticidad, guarda este nombre: Tossa de Mar.
Porque la Costa Brava más secreta, a menudo, empieza donde menos lo esperas.