Hay lugares que parecen esconder una promesa entre el suave murmullo de las olas y el perfume salado que deja la brisa marina. Espacios donde el tiempo se ralentiza y las prisas se desvanecen, invitándote a caminar sin rumbo, a perderte por callejones y a descubrir rincones que no aparecen en las guías turísticas. El verano, en estos lugares, se vive de una manera diferente: más cercana, más auténtica, casi como si formaras parte de un pequeño secreto compartido.
Un rincón tranquilo al lado de casa

Lo que más sorprende es que, a pesar de su proximidad con Barcelona, este municipio mantiene una calma casi de pueblo alejado. No hay el bullicio constante de otros puntos costeros y, incluso en pleno agosto, puedes encontrar un espacio donde plantar la toalla sin tener que llegar a las siete de la mañana.
Sus playas son de esas que te hacen sonreír solo al pisarlas: arena dorada, aguas transparentes y una atmósfera reposada. Calas pequeñas como la Cala Grossa, rodeadas de vegetación, son ideales para quien busca una experiencia más íntima, lejos de las aglomeraciones.
Patrimonio que cuenta historias
Caminar por el casco antiguo es como abrir un libro viejo lleno de historias. Las fachadas blancas reflejan la luz del sol, mientras que los detalles modernistas de casas como Can Planiol hablan de una época en que este pueblo era refugio de artistas y familias adineradas.
Las calles estrechas desembocan en la plaza de la iglesia de Sant Jaume, un edificio gótico que ha visto pasar siglos de vida marinera. Y, si te animas a subir hasta la ermita de Sant Pau, del siglo XI, te recompensará con unas vistas impresionantes del litoral y del azul profundo del Mediterráneo.
Una tradición gastronómica con nombre propio
Para los amantes de la buena mesa, este pueblo es sinónimo de calidad. Durante años, el restaurante Sant Pau de Carme Ruscalleda lo puso en el mapa internacional, convirtiéndolo en una referencia de la cocina de autor.

Aunque el restaurante cerró en 2018, el espíritu culinario sigue vivo. Hoy, pequeños restaurantes de producto local y terrazas con vistas al mar ofrecen platos que combinan la tradición marinera con toques creativos. El pescado fresco del Maresme, las verduras de la huerta cercana y los dulces artesanos son solo una parte de su oferta.
Como recomendación personal, nada supera un almuerzo junto a la arena, con una copa de vino blanco y un arroz de pescado hecho como antes, mientras el sonido de las olas acompaña cada bocado.
Momentos que perduran
No es solo la playa o la comida. Lo que hace especial este pueblo son los pequeños rituales: pasear por el Passeig Marítim al atardecer, sentarse en un banco y ver cómo la luz dorada acaricia las fachadas, o saborear un helado casero mientras los más pequeños juegan a la orilla del mar.

En invierno, el encanto no desaparece. Las calles se vuelven más silenciosas, el mar muestra una cara más salvaje y el ritmo aún es más pausado. Es un lugar que no solo vive del verano, sino que sabe mantener su esencia todo el año.
Cómo llegar fácilmente
Una de sus grandes ventajas es la accesibilidad. Si vas en coche, la C-32 te deja prácticamente en la entrada, saliendo por la desviación 117. Pero el tren es, sin duda, una de las opciones más agradables: la línea R1 de Rodalies te regala un trayecto con vistas constantes al mar, y en poco más de 30 minutos ya estás en el corazón del pueblo.
Esta conexión rápida lo convierte en una escapada ideal para una jornada improvisada, un fin de semana o incluso para ir a cenar y volver el mismo día. Descubre las playas más bonitas de Cataluña accesibles en tren desde Barcelona.
Consejos para disfrutarlo al máximo
- Evita las horas punta: si puedes, visítalo entre semana o a primera hora de la mañana para disfrutar de la calma de las calas.
- Explora más allá de la playa: el casco antiguo y sus rincones escondidos merecen tiempo y atención.
- Reserva para comer: especialmente en verano, los restaurantes más populares se llenan rápido.
- Ve preparado para caminar: las subidas hasta la ermita de Sant Pau o por los caminos de ronda valen la pena.
Un verano diferente, cerca de casa
En un momento en que muchos buscan destinos lejanos para desconectar, este pueblo demuestra que no hace falta ir muy lejos para vivir unas vacaciones memorables. Tiene el mar, tiene historia, tiene buena cocina… y sobre todo tiene ese ambiente que te hace sentir parte de un lugar, aunque solo pases unos días allí.

Por eso cada año repito la visita. Porque sé que encontraré la misma sonrisa del vendedor de pescado en el mercado, el mismo azul intenso del mar y la misma sensación de estar donde toca.
Y es que, cuando un lugar consigue que te sientas como en casa y a la vez de viaje, sabes que has encontrado tu rincón de verano. Este, a solo media hora de Barcelona, es uno de ellos.