L'escapadeta
Los pueblos gerundenses que ya no existen: así se perdieron nombres como Juïnyà, Molinàs o Susqueda

Aunque Girona conserva muchos de sus paisajes históricos, decenas de pueblos han desaparecido como municipios independientes. Algunos fueron absorbidos por ciudades más grandes, otros se unieron con vecinos para sobrevivir y algunos, incluso, quedaron bajo el agua. El mapa gerundense de hoy no es el mismo que el de ayer.

Los pueblos que cambiaron de nombre

Los cambios de nombre fueron habituales en el siglo XIX y XX. En muchos casos, una parroquia o núcleo pequeño adoptaba un nuevo nombre para distinguirse y reforzar su identidad. Un ejemplo claro es el de la Parroquia de Besalú, que dio paso al municipio de Sant Ferriol tras unificar diferentes términos.

También se perdieron nombres como Juïnyà, Fares o Almor, que se disolvieron dentro de otros municipios más grandes. Aunque estos topónimos ya no figuran en los mapas oficiales, persisten en masías, ermitas e incluso en la memoria oral de los habitantes de la Garrocha.

Los nombres cambian, pero la identidad se mantiene. Cada vez que alguien pronuncia estas palabras olvidadas, el pasado se hace presente.

Cuando la administración los borró del mapa

Muchos municipios desaparecieron por decisiones administrativas que buscaban reducir el número de ayuntamientos pequeños. La reorganización territorial fue especialmente intensa durante los años sesenta y setenta del siglo XX.

En la Vall d’en Bas, pueblos como Joanetes, la Pinya, Sant Privat d’en Bas o Falgars dejaron de ser municipios independientes y se integraron en un solo término municipal. Un proceso semejante vivió la ciudad de Girona, que en 1963 absorbió municipios enteros como Palau-Sacosta, Santa Eugènia de Ter o Sant Daniel, convirtiéndose en una capital más extensa y poblada.

En el Baix Empordà, Cruïlles, Monells y Sant Sadurní de l’Heura pasaron a formar parte de un único municipio en 1973. Pocos años después, Fonteta, Vulpellac y Peratallada se unieron en el actual Forallac. Estos nombres, que antes designaban municipios enteros, ahora solo son vecindarios dentro de un conjunto más grande.

La lógica de la eficiencia administrativa borró del mapa una parte de la identidad local, aunque los vecinos continúan usando los nombres antiguos con orgullo.

Entre el agua y las ruinas

No todos los pueblos desaparecieron por fusión. Algunos fueron literalmente engullidos por la naturaleza o condenados al abandono. El caso más conocido es el de Susqueda, donde el embalse construido en 1968 cubrió el pueblo viejo. Las aguas ocultan casas, caminos e incluso la iglesia, hoy solo visitable cuando el nivel baja excepcionalmente.

Otro ejemplo dramático es el de Santa Creu de Rodes, cerca del monasterio de Sant Pere de Rodes. Este pueblo medieval quedó progresivamente despoblado hasta convertirse en un conjunto de ruinas, donde aún se puede imaginar la vida de quienes lo habitaban.

También hay casos como Sidillà, en el término de Foixà, donde los restos del pueblo se alzan entre campos y bosques, o Molinàs, en el Alt Empordà, que se despobló a mediados del siglo XX y hoy solo conserva unas pocas casas habitadas.

Estos lugares evocan el paso del tiempo y la fragilidad de las comunidades humanas ante los cambios económicos, políticos y naturales.

Los pueblos de la memoria

Aunque oficialmente hayan desaparecido, estos municipios continúan presentes en la memoria colectiva. Las fiestas mayores aún se celebran en algunos vecindarios, las iglesias románicas recuerdan la centralidad que tuvieron y las masías llevan el nombre de los antiguos pueblos.

Los mapas pueden cambiar, pero la memoria popular persiste. Cuando alguien dice que es de Sant Privat d’en Bas o de Peratallada, está manteniendo vivo un legado más antiguo que la administración.

En muchos casos, los nombres antiguos se han preservado en la señalización vial, en los documentos históricos e incluso en negocios locales que deciden mantener la etiqueta del pueblo que ya no existe oficialmente. Estas elecciones muestran un deseo claro: conservar la identidad y no dejar que la burocracia borre la historia.

Una geografía que respira historia

Los municipios desaparecidos de Girona nos hablan de una tierra en movimiento, que ha sabido adaptarse a los cambios pero que también guarda sus raíces. Cada fusión, cada ruina y cada pueblo bajo el agua nos recuerda que el territorio está vivo y que la identidad de un pueblo no se mide solo con fronteras administrativas.

Conocer estos municipios es rescatar una parte oculta de nuestro pasado. Es entender que detrás de cada cambio había personas, familias y comunidades que dejaron huella.

Un pasado que aún nos habla

La historia de los municipios desaparecidos de las comarcas gerundenses es también una reflexión sobre la memoria colectiva y el valor del patrimonio inmaterial. Aunque ya no aparezcan en los mapas, continúan vivos en los recuerdos y en el lenguaje cotidiano.

Y tú, ¿conoces algún pueblo de Girona que ya no exista oficialmente pero que aún perviva en las historias de la gente? Cuéntalo, compártelo y ayuda a mantener viva la memoria de estos rincones que aún respiran historia.

Nou comentari

Comparteix

Icona de pantalla completa