Entre murallas romanas, callejones empedrados y leyendas que sobreviven al tiempo, Girona guarda un secreto monumental: lleva más de 2.000 años habitada sin interrupción. Una historia tan antigua como viva, que se respira mientras caminas por sus calles.
Esta ciudad catalana, asentada sobre cimientos íberos y romanos, ha sobrevivido a invasiones, guerras, reinos y transformaciones. Hoy, continúa latiendo con la misma fuerza que cuando los primeros colonos la llamaron Gerunda.
Un enclave habitado desde Roma
Girona nació como un bastión estratégico romano en el siglo I a.C., sobre restos de poblados íberos de los ausetanos. Su nombre original, Gerunda, ya figuraba en mapas del Imperio Romano. Desde entonces, nunca ha dejado de ser hogar para miles de personas.
La ciudad fue fortaleza militar, núcleo de comercio y lugar de paso entre la península Ibérica y el resto de Europa. Su situación privilegiada, al lado del río Onyar, atrajo durante siglos a diferentes culturas: romanos, visigodos, musulmanes y cristianos.
Las huellas que dejaron los siglos
Cada rincón del casco antiguo de Girona es una página abierta de su historia. Las murallas romanas aún visibles, los vestigios visigodos y los restos islámicos se entrelazan en un entramado urbano que ha resistido saqueos y asedios.
Durante la Edad Media, Girona fue escenario de intensos conflictos. Desde incursiones musulmanas hasta largos asedios durante las guerras napoleónicas, la ciudad se mantuvo firme. Estas cicatrices del tiempo no se han borrado: hoy son parte de su identidad.
Una ciudad medieval aún viva
Pocas ciudades europeas conservan con tanta autenticidad su núcleo medieval. La Catedral de Girona, con la nave gótica más ancha del mundo, domina el perfil de la ciudad. A su lado, los callejones del Barri Vell mantienen intacta la estructura urbana de hace siglos.
El Puente de Hierro, construido por la empresa de Gustave Eiffel, y el famoso Puente de Piedra conectan ambos lados del río Onyar, reflejando una convivencia armónica entre historia y modernidad.
Los baños árabes, el monasterio de Sant Pere de Galligants y los palacios de la Calle de la Força son testimonio de una ciudad que ha evolucionado sin perder su esencia.
El legado judío y la herencia cultural
Uno de los capítulos más ricos y dolorosos de Girona es el del Call Jueu, uno de los barrios judíos mejor conservados de Europa. Entre los siglos XII y XV, la comunidad judía floreció aquí, destacando por su sabiduría y aportaciones filosóficas.
Figuras como el cabalista Nahmánides dejaron su huella. Sin embargo, la expulsión de los judíos en 1492 marcó un final abrupto. Hoy, el Museo de Historia de los Judíos preserva este legado con respeto y detalle.
Girona hoy: historia que se respira
A diferencia de otros conjuntos medievales convertidos en museo, Girona continúa plenamente viva. En sus plazas hay mercados, en las murallas se pasea, en las casas medievales viven familias reales.
Eventos como el “Temps de Flors”, que transforma la ciudad en un festival floral cada primavera, refuerzan este vínculo entre lo antiguo y lo contemporáneo. El turismo ha crecido, pero sin invadir: Girona mantiene intacta su alma.
Además, su gastronomía —liderada por restaurantes reconocidos internacionalmente— y su conexión con el cine (Juego de Tronos rodó escenas aquí) han convertido a Girona en un punto clave de interés cultural y emocional.
La ciudad que desafía el tiempo
Girona no es solo historia: es memoria habitada. Cada piedra, cada calle, cada sombra al atardecer sobre las murallas cuenta algo. Su continuidad como asentamiento humano durante más de 20 siglos la convierte en una joya viva de Europa.
¿Y tú? ¿Te atreverías a recorrer un lugar donde el pasado nunca ha dejado de caminar?
Comparte este viaje en el tiempo con aquellos que aman descubrir las raíces de la historia. Girona te espera… desde hace más de 2.000 años.