Entre ermitas medievales, bosques de hayas y la misteriosa Cueva de Ágreda, esta ruta de 7 kilómetros se convierte en una experiencia única en la península.
El Parque Natural del Moncayo, en la frontera entre Aragón y Castilla y León, es mucho más que una montaña de 2.315 metros. Para los romanos fue el Mons Caius, un lugar sagrado rodeado de mitos y devociones. Hoy, a sus pies, los viajeros descubren senderos que combinan historia, espiritualidad y naturaleza. Una de las rutas más atractivas parte del Santuario de la Virgen del Moncayo, a 1.600 metros de altitud, y ofrece un recorrido circular que conecta ermitas, paisajes de cuento y una cueva llena de leyendas.
La ruta más curiosa del Moncayo
El itinerario, de unos 7 kilómetros, es accesible para senderistas habituales. Se trata de una ruta circular que comienza y termina en el Santuario de la Virgen del Moncayo, uno de los puntos de devoción más importantes de la montaña.
El camino sorprende por su variedad: atraviesa bosques de hayas y robles, senderos entre praderas y tramos pedregosos con vistas sobre el valle del Ebro. Cada curva del recorrido ofrece un paisaje diferente, lo que convierte el paseo en un auténtico viaje por la diversidad natural de este espacio protegido.
El desnivel es moderado, y la duración media se sitúa entre dos y tres horas, dependiendo del ritmo y de las paradas para disfrutar del entorno. Se trata de un trayecto perfecto para quien busca una inmersión en la historia y en la naturaleza sin necesidad de grandes esfuerzos físicos.

Un recorrido entre ermitas y fe
La primera sorpresa llega solo al comenzar el camino: la Ermita de San Gaudioso, un pequeño templo de origen medieval que recuerda la vida de los ermitaños que eligieron el Moncayo como refugio espiritual. La tradición cuenta que San Gaudioso se retiró a estas montañas para vivir en soledad y oración.
Siguiendo el sendero, el caminante se encuentra con la Ermita de San Benito, otro testimonio del fervor religioso que impregnó la zona durante la Edad Media. La presencia de estos templos demuestra cómo el Moncayo fue, durante siglos, un lugar de peregrinación y recogimiento espiritual.
El recorrido conduce también a la Ermita de San Miguel, que completa este triángulo de fe en la montaña. Cada una de estas construcciones, modestas en su arquitectura, se alza como símbolo del vínculo entre el ser humano y la naturaleza, entre la búsqueda espiritual y la dureza de la vida en la sierra.
La Cueva de Ágreda y sus leyendas
Uno de los puntos más llamativos del recorrido es la Cueva de Ágreda, situada en la ladera soriana del Moncayo. La entrada, discreta y rodeada de rocas, esconde siglos de historias que han alimentado la fama de esta montaña como tierra de misterio.
Las leyendas locales aseguran que en este lugar se refugiaban brujas y seres mágicos, celebrando aquelarres y rituales en noches de luna llena. Durante generaciones, la gente de la zona miraba hacia la cueva con respeto y temor, convencida de que en su interior se escondían fuerzas sobrenaturales.
Hoy, la Cueva de Ágreda continúa siendo un atractivo para quienes disfrutan del senderismo con un toque de fantasía. Visitarla es sumergirse en el folclore popular y en las narraciones que han dado al Moncayo su aura mágica y enigmática.

Naturaleza en estado puro
Más allá de la historia y la espiritualidad, el Moncayo ofrece un espectáculo natural de primer nivel. El parque alberga una biodiversidad sorprendente: en sus cielos planean el águila real y el búho real, mientras que en sus laderas se mueven discretamente ciervos, jabalíes y la simbólica cabra montés.
Los bosques de hayas, robles y pinos cubren las laderas en diferentes pisos de vegetación, creando un mosaico de colores que cambia con las estaciones. En primavera, el verde intenso de los prados se mezcla con el blanco de la nieve tardía en las cimas. En verano, la frescura de los hayedos convierte la ruta en un refugio ante el calor.
El otoño es, quizás, la estación más espectacular: los hayedos se llenan de rojos, naranjas y dorados, ofreciendo un paisaje de postal. No es casualidad que muchos fotógrafos consideren esta excursión una de las más fotogénicas de toda la península. El invierno, en cambio, cubre de nieve los senderos, transformando el Moncayo en un reto para montañeros más experimentados.
Moncayo: entre la fe y la leyenda
El Moncayo no es solo una montaña: es un cruce de caminos entre culturas, espiritualidad y naturaleza. Fue montaña sagrada para los romanos, refugio de ermitaños medievales y escenario de leyendas sobre brujas y misterios. Hoy, gracias a su red de senderos accesibles, cualquier persona puede recorrer sus laderas y descubrir este patrimonio vivo.
A cada paso se respira la unión entre lo humano y lo natural, entre lo histórico y lo legendario. Quizás este sea el verdadero encanto del Moncayo: permitir que cada senderista encuentre su propia conexión, ya sea con la fe, con la historia o con el silencio de los bosques.
¿Y tú? ¿Qué buscarías en una montaña que fue sagrada para los romanos y que continúa siendo un lugar de misterio? La próxima vez que planifiques una escapada, el Moncayo te espera con su mezcla de naturaleza, espiritualidad y leyenda.