L'escapadeta
Este pueblo medieval de Cataluña te sorprenderá: tiene una playa de agua dulce en plena montaña

Cuando el cuerpo te pide huir de la rutina y respirar profundamente, hay lugares que te llaman sin hacer ruido. Espacios donde el tiempo se ralentiza, el móvil queda olvidado en el fondo de la mochila y la única cobertura que buscas es la de la sombra de los árboles.

En un rincón de Cataluña, escondido entre montañas que rozan los 3.000 metros, hay un pueblo que no solo cautiva por su belleza rústica. Tiene algo más. Algo inesperado. Una sorpresa que te deja con una sonrisa y ganas de volver.

Una leyenda que lo explica todo

Cuenta la historia popular que hace muchos años, un padre ciego y sus siete hijos, pastores todos ellos, buscaban refugio de la nieve. Siguieron el consejo de una flor de saúco y bajaron hasta un valle fértil donde cada hijo levantó una casa. De ahí nació Setcases, nombre que hoy mantiene con orgullo.

Este relato, mitad mito, mitad realidad, da pistas del carácter de este pueblo: resistente, arraigado y lleno de simbolismo.

Montañas, arroyos y un nombre con sentido

Con menos de 200 habitantes y rodeado de picos como Bastiments o Costabona, Setcases se extiende a 1.270 metros de altitud, allí donde el río Ter comienza su largo viaje hacia el mar. En esta pequeña localidad del Ripollès, la piedra, la madera y el silencio son los protagonistas.

Llegas y te recibe el sonido constante del agua. Un murmullo que acompaña cada paso y te guía hacia uno de sus tesoros más desconocidos.

¿Una playa en la montaña?

Sí, has leído bien. Una playa.

Pero no una cualquiera. Se trata de la platgeta de Setcases, una piscina natural con apariencia de cala fluvial, situada muy cerca del núcleo urbano. Con arena fina, aguas cristalinas y un entorno de vegetación exuberante, este rincón deja a muchos boquiabiertos.

No es natural al cien por cien, pero eso no le resta encanto. Es un pequeño oasis dulce en medio del verde. Y cuando llegas después de una caminata entre árboles, el baño se convierte en una recompensa que no tiene precio.

Mucho más que un baño

Lo que hace especial esta playa no es solo su ubicación. Es el ritmo. El tipo de visitante. El ambiente de calma.

Familias con niños, parejas que buscan un día tranquilo, excursionistas que caen por casualidad. Aquí no hay prisas, ni gritos, ni música a todo volumen. Solo agua fresca, piedras suaves y sonrisas.

Cuando el invierno se funde, el verde estalla

En invierno, Setcases es puerta de entrada a Vallter 2000, la estación de esquí más oriental del país. Pero en verano, el paisaje cambia de traje y se convierte en un paraíso para los amantes del senderismo.

Las rutas que salen del pueblo atraviesan el Parque Natural de las Cabeceras del Ter y del Freser, y ofrecen panorámicas de ensueño, cascadas escondidas y bosques que parecen pintados a mano.

Miradores que te abrazan con la vista

No hace falta ser un gran montañista para disfrutar de las vistas. A pocos minutos del pueblo hay tres miradores que valen la pena:

  • El Forat de l’Olla: con una perspectiva preciosa sobre el Ter.
  • El Collet de Xuriguera: silencio y horizonte verde.
  • La Baidana: perfecto para hacer una foto con Setcases al fondo.

Y con suerte, quizás veas pasar un rebeco entre las rocas.

Un pueblo que no se vende, se comparte

Setcases no es lugar de grandes hoteles ni de turismo masivo. Aquí todo es pequeño: el hostal, la carnicería, la plaza. Pero ese es precisamente su encanto. La sencillez que emociona.

Carrer de Setcases
Calle de Setcases

El pueblo mantiene vivas sus tradiciones y cada visita se impregna de ese calor. Los fines de semana de verano, los restaurantes llenan las mesas con trinxat, quesos de pastor y carne a la brasa. Producto de la tierra, como el pueblo mismo.

Cómo llegar y qué llevar

Desde Barcelona o Girona, llegar es fácil. En coche, la carretera C-17 te lleva hasta Ripoll, y desde allí solo hay que seguir hasta Camprodon y recorrer los últimos kilómetros hacia Setcases.

Es importante llevar ropa cómoda, calzado de montaña y, si vas a la platgeta, bañador y una toalla. No esperes grandes servicios, pero sí una experiencia genuina.

Un destino para recordar

Setcases no es una moda. Es un descubrimiento que se queda en el corazón. El baño en la playa de agua dulce es solo la excusa. Lo que realmente te atrapa es el ritmo lento, la hospitalidad de la gente, el paisaje que se transforma en cada estación.

Y cuando te vas, lo haces con una promesa: la de volver pronto.

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