Entre viñedos verdes, muros de piedra antigua y colinas que se extienden con suavidad, hay un lugar en Girona que sorprende por su belleza intacta. No es necesario viajar a Italia para encontrar escenarios de cuento, porque en el corazón del Baix Empordà, algunos pueblos parecen haberse quedado quietos en el tiempo, conservando esa esencia europea que muchos creían desaparecida.
A solo un par de horas de Barcelona, te adentras en un mosaico de calles empedradas, torres de defensa y campos infinitos que respiran calma. Este trozo de territorio, entre el azul del Mediterráneo y las ondulaciones verdes de la Costa Brava interior, recuerda la serenidad de la Toscana, pero con una personalidad propia e indiscutiblemente gerundense.
El corazón medieval del Baix Empordà
El Baix Empordà no es una comarca cualquiera. Este territorio guarda en su interior una red de pueblos amurallados, castillos, iglesias románicas y fortalezas, que han permanecido casi intactos desde la Edad Media. Su historia, escrita entre los siglos IX y XIII, todavía se respira en cada esquina.

A diferencia de las rutas turísticas masificadas, esta zona ha conservado su esencia rural, combinando un paisaje agrícola dominado por viñedos, olivos y campos de girasoles con la arquitectura sólida y serena de sus villas medievales. Aquí no hay prisas: solo el murmullo del viento entre los cipreses y el eco de pasos sobre la piedra antigua.
Pueblos que parecen salidos de un cuento
Entre los pueblos más emblemáticos del Baix Empordà destaca Pals, probablemente el más conocido. Situado sobre una colina, su casco antiguo ofrece vistas inigualables hacia los campos del Empordà y las islas Medas. La Torre de les Hores, de origen románico, domina la escena como si fuera la atalaya de un castillo olvidado.
Peratallada, con un nombre que hace referencia a la piedra tallada, es una joya en estado puro. Su muralla medieval, el profundo foso que todavía la rodea y sus portales góticos transportan al visitante directamente a un siglo donde el tiempo parecía transcurrir más lentamente. Calles empedradas, balcones floridos y restaurantes integrados en antiguas bodegas completan la experiencia.

En Monells, la magia se encuentra en la plaza porticada. Este pueblo, famoso por ser escenario de películas, mantiene intacto su trazado original. A su alrededor, casas de piedra con ventanas ojivales dan sombra a las terrazas donde se sirve pan con tomate, vino de la tierra y platos de cuchara que reconcilian con la vida.
Palau-Sator, Gualta, Ullastret… cada nombre en esta comarca parece tener una historia que contar. Y de hecho, la tiene. Desde antiguos asentamientos ibéricos hasta el esplendor medieval, cada calle conserva siglos de pasos, de murmullos y de secretos.
¿Por qué se la compara con la Toscana?
La comparación con la Toscana no es gratuita. El paisaje suave y ondulado, los colores ocres de los pueblos, el aroma a tomillo y lavanda en verano, las iglesias solitarias en medio del campo, todo recuerda a la región italiana. Pero hay más: la atmósfera melancólica y bella que solo ciertos lugares logran transmitir.

El viajero que ha caminado por San Gimignano o Volterra encuentra similitudes en la manera como el tiempo parece detenerse aquí. Sin embargo, el Baix Empordà no copia, sino que respira con identidad propia. Aquí, la sobriedad catalana se mezcla con la calidez mediterránea, creando una experiencia a la vez introspectiva y luminosa.
Una escapada entre viñedos, historia y paz
Más allá de su valor histórico y estético, el Baix Empordà ofrece una desconexión total del ritmo moderno. La ruta entre pueblos puede hacerse en coche, bicicleta o incluso a pie, gracias a una red de caminos rurales bien señalizados. Durante el trayecto, es habitual encontrar masías restauradas, bodegas familiares y pequeños huertos donde se cultiva con cuidado lo que después se sirve a la mesa.

Los alojamientos, muchos de ellos antiguos molinos o casas señoriales reconvertidas en hoteles rurales, permiten vivir una experiencia auténtica. Desayunar en un patio rodeado de buganvillas, pasear al atardecer entre cipreses, dormir bajo techos de vigas centenarias…

La gastronomía no se queda atrás: embutidos artesanales, quesos de cabra locales, pan de leña, vinos DO Empordà, pescado fresco del mar cercano y recetas tradicionales que han pasado de abuelos a nietos sin perder sabor.
¿Cómo llegar y cuándo ir?
Llegar es fácil. Desde Barcelona, se puede tomar la AP-7 hacia Girona y luego seguir dirección Torroella de Montgrí o la Bisbal d’Empordà. Las distancias son cortas y, en menos de dos horas, el visitante ya está rodeado de una calma que contrasta con la ciudad.
¿Y cuándo ir? Primavera y otoño son ideales: el clima es suave, los campos florecen o cambian de color, y el turismo es escaso. El verano, aunque más concurrido, sigue siendo agradable gracias a la proximidad del mar y a la brisa de la Tramontana.
Incluso el invierno tiene su encanto. En días soleados, los pueblos se visten de melancolía poética, perfectos para recorrer sin prisas y detenerse a conversar con los vecinos.
La belleza que aún sorprende
Quizás lo más sorprendente del Baix Empordà no es su belleza, sino el hecho de que todavía conserve su carácter a pesar de los focos del turismo. En una Europa cada vez más homogénea, este rincón se mantiene auténtico, íntimo y vivo.
Quizás no es necesario cruzar el Mediterráneo para encontrar la Toscana. Basta con dejarse perder por Girona y escuchar lo que sus piedras, su silencio y sus paisajes todavía tienen por contar.
¿Y tú, conocías este tesoro escondido? Comparte este descubrimiento y sorprende a aquellos que todavía piensan que para viajar al pasado hay que salir de Cataluña.