Se considera uno de los mejor conservados de España y entre sus calles confluyen una impresionante arquitectura de piedra y un inigualable legado romano y judío.
Todo esto nos invita a un auténtico viaje en el tiempo. La villa, que en un momento fue la capital de un condado independiente, se alza como un testigo vivo de la historia catalana. Veamos qué hacer y qué ver en Besalú.
Sigamos las huellas romanas
La relevancia histórica del pueblo se remonta al siglo X. En aquella época se convirtió en la capital del condado independiente de Besalú.
Se verigió en este lugar porque el terreno está situado estratégicamente entre los ríos Fluvià y Capellades.
Allí, la villa se desarrolló alrededor de la fortaleza (el Castillo de Besalú) de la cual solo quedan ruinas y dio paso a la Iglesia de Santa María.
La época de mayor esplendor fue durante la dinastía de Bernat Tallaferro, que consolidó el pueblo hasta su anexión al Condado de Barcelona en el año 1111.
Aunque se atribuye un auge máximo a la época medieval, su toponimia sugiere raíces más profundas, ya que el nombre Besalú procede del latín Bisuldunum, que significa “fortaleza entre dos ríos” y no hay mejor manera de describirlo.
Esto refleja una influencia romana más antigua. No obstante, son las construcciones románicas las que definen su silueta actual.
El Pont Vell o el símbolo más notorio de Besalú
Posiblemente, el elemento más icónico de Besalú es, sin duda, su Pont Vell. Se trata de una majestuosa estructura románica fortificada que permite cruzar el río Fluvià.
Este puente se construyó originalmente en el siglo XI y fue reconstruido posteriormente a consecuencia de los daños sufridos durante la Guerra Civil Española.

Este puente (de visita obligada para el turista) es un Bien Cultural de Interés Nacional y antiguamente, no solo servía como acceso principal a la villa, sino también como punto de control.
Allí los comerciantes debían pagar un impuesto (el pagus condal) en su torre defensiva central para acceder al poblado.
El legado sefardí del Micvé y el Call Jueu
Besalú, como muchos pueblos de España, fue ejemplo de convivencia equilibrada entre cristianos y judíos durante siglos.
Por ello, la huella de la comunidad sefardí está presente entre sus lugares emblemáticos. Se preserva en su Call Jueu, un laberinto de calles estrechas que conducen a la Plaza dels Jueus.
El tesoro principal de este barrio es el Micvé (o Mikvé), que era lugar para los baños rituales judíos de purificación. En este caso, hablamos de una construcción que data del siglo XII.
No obstante, su descubrimiento fue producto del azar en el año 1964 porque se encuentra en un enclave subterráneo.
En el más puro estilo románico, es una de las tres únicas piscinas rituales de su tipo que se conservan en la Península Ibérica y representa, junto con los restos de la antigua sinagoga, la importancia cultural y económica que tuvo la comunidad hebrea en la vida medieval de Besalú.
Qué visitar en Besalú
Más allá del puente y la judería, la villa ofrece otros puntos de interés. El primero es el Monasterio de Sant Pere.
Esta edificación es un magnífico ejemplo de la arquitectura románica catalana y se comenzó a construir en el siglo X y sus últimos acabados corresponden a finales del siglo XII.
Otro punto de interés es la Casa Cornellà, una antigua residencia burguesa, hoy convertida en museo que refleja la arquitectura civil románica en Cataluña.
La Plaza de la Llibertat es la principal y a su alrededor encontrarás los mejores mercados y tiendas de productos locales, y es el centro de la vida social.
Si tu viaje coincide con las dos últimas semanas de agosto, no te puedes perder la Feria Medieval, ya que cada año el pueblo celebra la recreación histórica en la cual podrás vivir la vida como en la Edad Media.
Dos restaurantes para deleitarse
No hay vacaciones sin buenas comidas y en Besalú vale la pena visitar dos restaurantes. El primero es el Castell de Besalú, que ofrece un bufé libre con una amplia terraza, donde además de degustar la gastronomía local tendrás vistas espectaculares al Pont Vell.
No debes dejar de probar sus carnes a la brasa con butifarras, la escudella, los canelones y su variedad de embutidos y surtido de ensaladas.
El otro es el Restaurant Cúria Reial, que no solo está en pleno centro, en la Plaza de la Llibertat, sino que mezcla perfectamente la cocina tradicional catalana con toques creativos y nuevos de la alta cocina.
Las patatas de la Garrotxa, el entrecot de ternera, la paletilla de cordero, el arroz de Pals y el cordero asado con dátiles, de marcada inspiración judía, son platos obligatorios.