L'escapadeta
El Maresme amaga un secreto medieval entre colinas y bosques.

Palafolls, uno de sus pueblos más antiguos, conserva una fortaleza del siglo XIII que muchos desconocen.
Una joya olvidada que revela una parte esencial de la historia catalana.

A pesar de su proximidad a zonas turísticas, el castillo de Palafolls continúa en gran parte fuera del radar.
Su historia, que comienza en documentos del siglo X, refleja el auge y caída de linajes, batallas territoriales y poder feudal.
Hoy, sus ruinas aún hablan a quien se atreve a subir al Turó del Castell, donde la piedra y el viento relatan los siglos.

Palafolls, entre los más antiguos del Maresme

Muchos piensan que Mataró, por su origen romano como Iluro, es el núcleo más antiguo del Maresme. Y es cierto que sus restos arqueológicos lo sitúan en la historia desde el siglo I a.C.
Sin embargo, la antigüedad de un pueblo no solo depende de ruinas o asentamientos aislados, sino también de la continuidad en su poblamiento, y del papel que ha tenido en la estructura de poder a lo largo de los siglos.

En este sentido, Palafolls emerge como un candidato firme.
En documentos que datan de entre los años 947 y 987 ya se menciona la villa de “Palatioli” y su iglesia dedicada a San Ginés.
Además, en el año 1002 aparece como “alou de Palazol” en un documento emitido por Ramón Borrell y Ermessenda, condes de Barcelona.
No es solo un dato anecdótico: es prueba de su presencia activa en las redes de poder medievales.

A diferencia de asentamientos más antiguos pero desconectados del desarrollo feudal, Palafolls evolucionó como centro de control territorial, con una estructura administrativa, defensiva y religiosa que se amplió con el tiempo.

Un castillo que vio crecer Cataluña

Situado en lo alto de una colina, el castillo de Palafolls comenzó su historia como torre defensiva en el siglo X.
Poco a poco, lo que era una simple estructura militar se transformó en un conjunto con diversos recintos, murallas, iglesia y espacios de administración, todo articulado en los siglos XII y XIII.

En el año 1035 ya aparece vinculado a Humbert de Sesagudes.
Más tarde, en 1104, Bernat de Gaufred se convierte en señor del castillo, consolidando la línea feudal que marcaría la evolución del territorio.
Durante el siglo XIII, la fortaleza se amplía considerablemente, integrando elementos arquitectónicos que la convierten en uno de los conjuntos más imponentes del Maresme.

Desde sus almenas se controlaban las tierras bajas, los caminos y los límites jurisdiccionales.
Palafolls no era un simple asentamiento: era una baronía con derechos de justicia, recaudación y defensa.

Sus muros presenciaron alianzas, disputas y épocas de expansión. También vieron el declive, cuando el auge de otras rutas comerciales y centros urbanos lo dejaron atrás en el tiempo.

Arquitectura y leyendas entre piedras

Hoy día, quien sube al Turó del Castell se encuentra con un paisaje evocador.
Restos de muros, ventanas apuntadas, fragmentos de bóvedas y torres señalan lo que un día fue una estructura sólida y estratégica.
La iglesia de San Ginés, ya sin techo, conserva su ábside orientado al este, como marcaba la tradición.

Entre las piedras se escuchan leyendas.
Se dice que hay túneles ocultos bajo la montaña, y que en noches de tormenta se escuchan los ecos de antiguos caballeros.
Algunos vecinos cuentan historias de monedas encontradas entre las rocas, o símbolos extraños grabados en la piedra.

No hay fantasía que compita con la realidad: este castillo vivió guerras, negociaciones y siglos de vigilancia silenciosa.
Su arquitectura, aunque deteriorada, conserva la dignidad de una época en que el poder se ejercía desde las alturas.

¿Por qué casi nadie lo conoce?

A diferencia de otros castillos del Maresme —como el de Burriac en Cabrera o Montpalau en Pineda de Mar— el de Palafolls ha sido olvidado en gran parte.
Las rutas turísticas no lo incluyen, los centros de interpretación no lo promueven activamente, y su acceso, aunque posible, no está señalizado como debería.

Una parte del problema ha sido institucional.
Las inversiones han priorizado otros núcleos más visibles o con más retorno económico inmediato.
También influye que Palafolls se encuentra a medio camino entre zonas muy turísticas como Blanes o Calella, lo que hace que muchos pasen de largo.

Aun así, en los últimos años grupos locales y asociaciones culturales han comenzado a promover su valor patrimonial.
Organizan visitas, crean contenidos digitales y reclaman atención para conservar y difundir este legado.

La historia de Cataluña no solo está en los libros: está en lugares como este, que esperan una mirada curiosa para revivir.

Una fortaleza dormida en el tiempo

Palafolls no es solo un lugar: es un testigo silencioso de los siglos que forjaron Cataluña. Sus piedras, aún firmes a pesar del abandono, relatan lo que fueron tiempos de nobleza, poder y espiritualidad.

¿Cuántos otros pueblos esconden historias similares, esperando ser redescubiertas? Comparte este artículo si tú también crees que el pasado merece ser contado.

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