A esta preciosa joya de historia y arquitectura se puede acceder en una ruta por la provincia que forma parte de la Ruta del Císter, junto con los monasterios de Poblet y Santes Creus.
Los tres conforman las construcciones religiosas de esta rama reformada de los benedictinos, fundada en el año 1098 por un grupo de monjes liderados por Robert de Molesmes en Cîteaux, Francia.
Siglos de historia y huella cisterciense
Esta ruta te invita a un viaje mágico lleno de historia y cultura, y además, es una manera de hacer turismo rural que te encantará. La abadía tiene su primera noticia documentada en 1153 y se dice que surgió gracias a los trabajos impulsados por una comunidad de ermitaños en el siglo XII.
Lo más característico es que, en 1175, los hombres se retiraron y solo quedaron mujeres, que pasaron a formar parte de manera formal de la Orden del Císter, bajo la abadesa Oria Ramírez.
Solo ver la fachada de la abadía es un viaje al pasado con tu propia máquina del tiempo. Paredes, ventanas, rincones, columnas… Todo es la fotografía de un pasado lleno de historias que susurran sus antiguos habitantes con el aliento del viento.
Una comunidad monástica femenina que ha resistido el paso del tiempo
En el año 1835, el monasterio fue abandonado durante algunos meses a raíz de la Desamortización de Mendizábal.
Como es sabido, este movimiento, liderado por Juan Álvarez Mendizábal, tenía como objetivo confiscar y vender los bienes de la Iglesia y de las órdenes religiosas para reducir la deuda del Estado, fomentar la propiedad privada y modernizar la economía agrícola y urbana.
Aunque el edificio pasó a ser propiedad del Estado, las monjas continuaron habitándolo, negándose a abandonar su hogar y cuidando cada rincón.
Hoy en día, representa el único monasterio femenino que se puede visitar dentro de la Ruta del Císter.
En su mejor época (entre los siglos XIII y XV) llegó a acoger hasta 80 monjas. Actualmente, solo residen ocho religiosas. A lo largo de su historia, el monasterio fue clave en la política y la monarquía catalanas, ya que por allí pasaron varios reyes: Alfonso el Sabio, Alfonso el Casto y Jaime el Conquistador.
De ese periodo histórico (siglos XIII y XIV) queda también el sepulcro de Violante de Hungría, segunda esposa de Jaime el Conquistador, quien dispuso que Vallbona fuera su última morada después de su muerte.
Del estilo románico al gótico: la evolución arquitectónica del monasterio
Es interesante observar cómo las cuatro galerías del claustro reflejan diferentes estilos arquitectónicos. Las puedes recorrer de Este a Oeste y de Norte a Sur. Todas son producto de la evolución a lo largo de los siglos XII al XV.
La galería Sur, construida en el siglo XII, destaca por su sobriedad y es una representante típica del estilo románico cisterciense. Es decir, muestra su austeridad, muros gruesos, arcos de medio punto, bóvedas de cañón y mucha funcionalidad.
Por su parte, la galería Este también es considerada de estilo románico, pero incorpora columnas con decoraciones florales y de follaje en altorrelieve y bajorrelieve, en contraste con las columnas lisas y simples del tramo más antiguo. Esto se considera una evolución del románico primigenio.

Mucho más tarde, en el siglo XIV, se construyó el ala Norte. Esta parte del monasterio de Vallbona de les Monges exhibe la majestuosidad del estilo gótico ojival, con arcos apuntados, bóvedas de crucería, grandes vitrales, verticalidad y una elegancia marcada por detalles meticulosos.
Finalmente, tenemos la galería Oeste, edificada durante el Renacimiento, que adopta un estilo neorrománico y busca recuperar los arcos de medio punto, muros robustos, torres más altas, decoración sencilla y simetría. Es por eso que podemos asegurar que recorrer el monasterio de Vallbona se convierte en un auténtico viaje por los siglos y los estilos arquitectónicos, con contrastes que enriquecen la experiencia.
El silencio se hace palabra en la Sala Capitular
Desde el claustro se puede acceder a la Sala Capitular, un espacio esplendoroso que aún se utiliza para el fin con que fue creado: cinco veces al día se lee allí uno de los 73 capítulos de la Regla de San Benito.
Esta sala es de estilo gótico y destaca por su techo elevado y por las ojivas que permiten una mayor entrada de luz.
Hasta el siglo XVI, servía como lugar de sepultura para las abadesas del monasterio.

