Un hotel centenario de Barcelona guarda la memoria de dos gigantes de la poesía española. Federico García Lorca y Antonio Machado vivieron capítulos intensos de sus vidas allí, y hoy el lugar se presenta como un refugio que combina lujo con historia.
El Hotel Majestic, inaugurado en 1918 en pleno Paseo de Gracia, ha sido testigo de estrenos teatrales, exilios forzados y homenajes literarios. Aún mantiene placas, suites conmemorativas y recuerdos que lo convierten en un espacio único en Cataluña.
Un hotel con cien años de memoria
El Majestic nació en una Barcelona que vivía un proceso de modernización. La burguesía impulsaba edificios elegantes y el Eixample se convertía en el epicentro cultural de la ciudad. En 1918, la familia Soldevila-Casals abrió las puertas de un hotel que aspiraba a convertirse en símbolo de prestigio. Con sus salones señoriales, mármoles pulidos y un servicio atento, pronto comenzó a atraer políticos, artistas y viajeros internacionales.
Lo que quizás no imaginaban sus fundadores es que, más allá de ser un alojamiento distinguido, el Majestic se transformaría en un punto de encuentro para la historia literaria de España. Escritores, poetas y dramaturgos encontraron allí no solo descanso, sino también un escenario para tertulias y eventos inolvidables.
Lorca en Barcelona: estrenos, homenajes y despedidas
En septiembre de 1935, Federico García Lorca llegó a Barcelona con la energía creativa de quien estrenaba obra nueva. La compañía de Margarita Xirgu ponía en escena Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, y el poeta granadino decidió instalarse en el Majestic durante cuatro meses. El hotel se convirtió en su refugio cotidiano mientras la ciudad se agitaba entre el entusiasmo cultural y las tensiones políticas.
Durante su estancia, Lorca recibió un homenaje que quedó grabado en la memoria colectiva. En diciembre de ese año, amigos y admiradores le organizaron un banquete en los salones del Majestic. Ocho platos, champán y licores sirvieron para celebrar al poeta que ya era una figura indiscutible. La cena fue más que un simple agasajo: fue la despedida de Lorca en una ciudad que lo acogió con fervor y que, poco tiempo después, conocería la sombra de su trágico destino.
Quienes compartieron mesa con él recuerdan su entusiasmo, su risa contagiosa y su capacidad para llenar de vida cada conversación. Ese eco aún parece resonar en las paredes del hotel.
Machado y la huida del franquismo
Tres años después, el Majestic volvió a ser testigo de un momento histórico. Antonio Machado, ya marcado por la guerra y la tristeza, se alojó en el hotel en 1938 junto con parte de su familia. Barcelona era uno de los últimos refugios republicanos y el poeta se encontraba en tránsito hacia el exilio que finalmente lo llevaría a Colliure, donde moriría poco después.
El Majestic fue para Machado un respiro breve en medio del dolor y la incertidumbre. Allí coincidió con otros intelectuales como León Felipe y José Bergamín, que compartían las mismas inquietudes y temores ante el avance franquista. No se trataba de tertulias literarias festivas como las de Lorca, sino de conversaciones cargadas de angustia y despedidas silenciosas.
Este contraste convierte al hotel en un lugar con doble memoria: la alegría luminosa de Lorca y la tristeza resignada de Machado. Dos caras de la historia española que se cruzan en un mismo espacio físico.
Placas y suites que evocan a los poetas
Hoy, quien recorre los pasillos del Majestic puede detenerse ante placas de mármol que recuerdan la estancia de Lorca y Machado. No son simples decoraciones: son homenajes discretos que invitan a los huéspedes a reflexionar sobre el peso del pasado. En algunos casos, el hotel ha bautizado habitaciones como la “suite de los poetas”, un espacio con retratos y referencias que mantienen viva la memoria de sus ilustres visitantes.
Sentarse en aquellos salones donde se organizó el banquete de Lorca, o descansar en una habitación que rinde tributo a Machado, es una experiencia que trasciende el turismo. Es caminar sobre huellas que forman parte de la identidad cultural de España.
El Majestic actual: lujo con herencia literaria
Más de un siglo después de su apertura, el Majestic continúa en manos de la familia fundadora y mantiene su condición de hotel de cinco estrellas. Se ha modernizado con spa, gastronomía de alta cocina y comodidades propias del siglo XXI, pero conserva el aire clásico que lo distingue en el Paseo de Gracia. Su fachada elegante y sus interiores restaurados combinan pasado y presente, tradición y sofisticación.
Para los viajeros de hoy, alojarse en el Majestic no es solo disfrutar de lujo y confort. Es, también, entrar en contacto con una herencia literaria que da profundidad a la experiencia. Los turistas pueden sentirse parte de un relato que une arte, memoria y hospitalidad.
Un refugio donde aún habitan las palabras
El Hotel Majestic no es solo un lugar para dormir: es un testigo silencioso de la historia cultural de España. Allí convivieron la risa de Lorca y la tristeza de Machado, y en sus muros quedaron impresas emociones que trascienden el tiempo. La poesía, en cierta manera, continúa alojada entre sus habitaciones.
Al caminar por el Paseo de Gracia y mirar su fachada, surge una pregunta inevitable: ¿qué otros lugares de nuestro país guardan recuerdos de escritores que transformaron nuestra manera de ver el mundo?
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