Los caminos esconden códigos secretos. No hablan, pero nos indican. Y entre árboles, piedras y senderos, una simple pincelada de color puede marcar la diferencia entre perderse o llegar a destino.
Una guía silenciosa a cada paso
Hacer senderismo es mucho más que caminar. Es adentrarse en la naturaleza, dejar atrás la rutina y seguir una ruta a menudo invisible. Pero, ¿cómo saber si vas por el buen camino? La respuesta puede estar pintada en una piedra, o escondida en el tronco de un árbol.
En muchos recorridos de montaña, las marcas de colores se convierten en la brújula del senderista. A menudo discretas, pero muy útiles, estas líneas son un lenguaje visual que hay que aprender para moverse con confianza. No son aleatorias. Tienen sentido. Y te pueden sacar de más de un lío.
El código de los colores
El sistema de señalización está regulado y responde a criterios claros. En el Estado español, la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada (FEDME) ha establecido un sistema basado en colores combinados y formas geométricas que indican el tipo de ruta.
Estos son los tres principales códigos:
GR: Gran Recorrido – Blanco y rojo
Son las rutas más largas, aquellas que superan los 50 kilómetros y a menudo atraviesan comarcas o incluso países. El famoso Camino de Santiago o el GR-92, que recorre toda la costa catalana, son ejemplos claros.
Estas marcas, a menudo vistas en tramos largos y bien señalizados, te guían por itinerarios pensados para hacer en varias etapas. Perfectas para quien busca desafíos y paisajes cambiantes.
PR: Pequeño Recorrido – Blanco y amarillo
Las rutas PR tienen entre 10 y 50 kilómetros y son ideales para una jornada o fin de semana. Aunque son menos exigentes que las GR, pueden ser igual de bonitas y reveladoras.
Es habitual encontrarlas en entornos naturales protegidos, parques naturales o cerca de pueblos que quieren poner en valor su entorno.
SL: Sendero Local – Blanco y verde
Estas rutas son cortas, de menos de 10 kilómetros, y suelen ser circulares o lineales con poco desnivel. Son perfectas para hacer en familia, con niños o para iniciarse en el senderismo sin riesgos.
Pueden llevarte a un mirador, a una fuente escondida o a una ermita perdida entre pinos. Rutas humildes, pero encantadoras.
La forma también habla
Las marcas no solo varían en color. La forma y disposición de las líneas también son importantes. Generalmente, se pintan en forma de dos franjas paralelas (una blanca y una de color) para indicar continuidad del camino.
Otras señales habituales son:
- Giro a la derecha o izquierda: se marca con una forma de “L” con los mismos colores.
- Camino erróneo: dos líneas cruzadas en forma de “X”. Cuando ves esto, es momento de retroceder.
- Fin de ruta: puede indicarse con dos líneas verticales o un símbolo específico.
Estos códigos, aunque están pensados para ser intuitivos, vale la pena aprenderlos antes de salir. Saber leerlos puede ahorrar horas de confusión.
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¿Y si no hay marcas?
No todos los caminos están señalizados. O puede pasar que la pintura se haya borrado, que alguien haya modificado las marcas (una práctica irresponsable y sancionable), o que simplemente estemos fuera de una ruta oficial.
Por eso, es importante no confiar todo a los colores. Es esencial llevar:
- Mapa físico de la zona
- Brújula o GPS
- Ropa adecuada y de abrigo
- Agua y comida suficiente
- Información previa de la ruta
El senderismo requiere previsión. La naturaleza puede ser imprevisible y hay que respetarla.
Un lenguaje que conecta con la naturaleza
Cada señal es como una pequeña huella colectiva. Detrás hay voluntarios, federaciones y ayuntamientos que trabajan para mantener los caminos accesibles y seguros. Es un esfuerzo discreto pero fundamental para que tú, caminando por un hayedo o subiendo un collado, no te pierdas nunca más de la cuenta.
Respetar estas marcas es también una manera de proteger el entorno. No pintar por encima, no modificar, no arrancar señales. El senderismo es libertad, pero también es responsabilidad.
¿Y tú, ya las conocías?
La próxima vez que salgas a caminar por la montaña, presta atención a las marcas. Tal vez ya las habías visto y no les habías dado importancia. Ahora, sin embargo, sabrás que son aliadas fieles.
Una línea blanca y amarilla te puede llevar a una cascada. Una blanca y roja, hasta el límite entre dos regiones. Una verde y blanca, a ese rincón mágico del bosque que solo conocen los locales.
Son el lenguaje de la naturaleza para quien sabe escuchar. Ahora que conoces el código de los caminos, solo te falta una mochila y las ganas de descubrir. ¡Buen senderismo!