L'escapadeta
El histórico hotel de Mollerussa donde la familia propietaria aún reside

En Mollerussa, el Hotel Jardí no es solo un lugar para dormir, sino un refugio donde sus propietarios todavía cruzan el vestíbulo como cualquier huésped.
Esta es la historia de un negocio familiar que ha resistido más de un siglo sin perder la esencia.

Fundado en el año 1912 como una fonda con jardín y cisnes, el Hotel Jardí de Mollerussa ha sido hogar y medio de vida de cuatro generaciones.
Los actuales propietarios, ya jubilados, todavía viven en la planta superior, donde han criado hijos, creado recuerdos y visto crecer un hotel que ha sabido adaptarse sin perder el alma.

Un hotel que nació jardín

A principios del siglo XX, Felip Llaudet y Montserrat Romeu abrieron las puertas de una pequeña fonda en el corazón de Mollerussa. La llamaron “La Fonda del Jardí” por un amplio espacio verde que incluía un estanque y cisnes, un toque bucólico que hoy ya no se conserva físicamente, pero sí en la memoria colectiva del lugar.

El hotel comenzó con solo seis habitaciones y un comedor destinado a viajeros, comerciantes y visitantes. Pero no era solo un negocio de hostelería: también había corrales y un pequeño centro de compra-venta de ganado, reflejo del espíritu emprendedor de la familia fundadora.

Poco a poco, lo que empezó como un espacio sencillo pero acogedor fue ganando prestigio, reputación y alma. El jardín se fue reduciendo, pero el espíritu verde quedó anclado en el nombre.

La familia que nunca se fue

Lo que distingue al Hotel Jardí no es solo su antigüedad, sino que la familia propietaria nunca ha dejado de vivir allí. Cada generación ha continuado habitando la parte superior del edificio, como si formar parte del hotel fuera también formar parte de su historia.

En los años 60, la hija de los fundadores, Maria Llaudet, y su marido Lluís Vila, tomaron el timón. Sus hijos crecieron entre huéspedes, escaleras y desayunos, como si la infancia fuera una gran casa compartida con decenas de visitantes.

Uno de esos niños era Joan Vila, que en 1975 asumió la gestión con Maria Àngels Riba. Hoy, ya jubilados, aún viven en la planta superior y bajan al vestíbulo como si fueran huéspedes más, atravesando la misma puerta de siempre.

Modernizar sin perder el alma

El edificio original se amplió hasta tener unas 60 habitaciones, apartamentos, salas para eventos, galerías comerciales y plazas de aparcamiento de alquiler.

La clave del éxito ha sido no traicionar nunca el espíritu original. Las reformas han respetado elementos históricos, y la gestión familiar se ha mantenido sin inversiones externas.

Joan Vila recuerda cómo, de pequeño, pasaba las tardes bajando las escaleras para saludar a los huéspedes. Hoy él y su hermana Marta mantienen este estilo de hostelería próxima y cálida.

Resistencia y reinvención

En más de 110 años de historia, el Hotel Jardí ha superado la Guerra Civil, la dictadura, la crisis inmobiliaria de 2008 y la pandemia de 2020.

Durante la COVID-19, el hotel tuvo que cerrar de un día para otro. Reabrieron progresivamente, cuidando sobre todo a los clientes habituales.

Hoy, no es solo un alojamiento, sino un espacio de convivencia y un ejemplo de cómo los negocios familiares pueden perdurar si se gestionan con empatía, flexibilidad y visión.

También han priorizado la fidelización del personal: turnos flexibles, comprensión para la vida familiar y un ambiente laboral respetuoso. Como dice Joan Vila, “el equipo debe estar bien para que el cliente lo note”.

El hotel donde vivir forma parte del negocio

En un mundo donde todo cambia rápidamente, el Hotel Jardí ofrece una lección de arraigo: que se puede crecer sin perder la historia.

¿Conoces algún otro negocio que haya pasado de abuelos a nietos sin cambiar de lugar? Comparte tu historia o visita este rincón de Mollerussa donde la familia aún forma parte del servicio.

Aquí, la hospitalidad no es solo una profesión: es una forma de vida.

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