L'escapadeta
El restaurante de Barcelona que guarda la pequeña deuda de Picasso: 12 cafés con leche y una historia entrañable

En el corazón de Barcelona, un restaurante centenario guarda una curiosa anécdota de Pablo Picasso. Entre recuerdos de juventud y escenas bohemias, se registró que el pintor dejó a deber una docena de cafés con leche. Esta pequeña deuda, más simbólica que real, habla de un tiempo en el que la ciudad moldeaba al joven artista.

El restaurante 7 Portes, situado en los Porxos d’en Xifré, fue testigo de aquella etapa decisiva. A pocos metros de su casa y en plena efervescencia cultural, el local se convirtió en refugio de intelectuales, artistas y viajeros. Hoy, esta deuda impagada se ha transformado en un relato entrañable que une gastronomía, historia y arte.

Picasso y su Barcelona

Pablo Picasso llegó a Barcelona en 1895, cuando aún era un adolescente. Su familia se instaló en un piso de los Porxos d’en Xifré, a escasos metros del restaurante 7 Portes, que ya era un punto de encuentro de la sociedad barcelonesa. La ciudad lo recibió en plena efervescencia modernista, con arquitectos, poetas y pintores explorando nuevas formas de expresión.

El joven Picasso se matriculó en la Escuela de Bellas Artes, donde destacó por su rapidez y talento. Barcelona le ofreció un ambiente estimulante, diferente de la solemnidad de Madrid o de la tradición académica de Málaga. Allí comenzó a forjarse un estilo que más adelante cambiaría la historia del arte.

En aquellos años, Picasso alternaba entre la disciplina académica y la vida bohemia de cafés, tertulias y encuentros nocturnos. El 7 Portes estaba en el centro de esta experiencia vital, un lugar cercano, vibrante y lleno de personajes que nutrían su curiosidad.

El restaurante que marcó época

Fundado en 1836, el 7 Portes pronto se convirtió en un referente gastronómico de la ciudad. Su nombre proviene de los siete arcos que forman la entrada principal a los Porxos d’en Xifré, un edificio singular que combinaba viviendas y locales de lujo. Durante el siglo XIX y comienzos del XX, el restaurante fue lugar de paso de comerciantes, burgueses y viajeros de todo el mundo.

El ambiente del 7 Portes reflejaba la Barcelona cosmopolita de finales de siglo: bulliciosa, abierta al Mediterráneo y a la vez orgullosa de su identidad cultural. Sus comedores acogieron a políticos, escritores y pintores, muchos de ellos protagonistas de la vida intelectual catalana.

Para un joven como Picasso, aquel restaurante ofrecía no solo café y conversación, sino también la oportunidad de observar la sociedad en toda su diversidad. Este contacto cotidiano fue tan formativo como las horas pasadas en los talleres de pintura.

La anécdota de los cafés con leche

Entre los registros del restaurante figura una curiosidad: Pablo Picasso dejó anotada una docena de cafés con leche que nunca llegó a pagar. El detalle, aparentemente menor, se ha convertido en símbolo de la bohemia que rodeaba sus primeros años en Barcelona.

Algunos lo interpretan como un simple descuido juvenil, otros como la muestra de la precariedad con que vivía mientras perseguía su sueño artístico. Sea cual sea la razón, la anécdota humaniza al genio, recordándonos que también él tuvo cuentas pendientes con la vida cotidiana.

Hoy, esa deuda olvidada se narra con humor y afecto, como parte del folclore cultural del 7 Portes. No es una mancha, sino una marca de autenticidad que conecta al restaurante con uno de los grandes artistas del siglo XX.

Arte, cafés y bohemia

La Barcelona de finales del XIX estaba llena de cafés donde los jóvenes creadores discutían ideas, compartían bocetos y soñaban con el futuro. Lugares como Els Quatre Gats o el mismo 7 Portes funcionaban como auténticos talleres informales, donde se cruzaban las vanguardias con las tradiciones locales.

En estos ambientes, Picasso conoció a intelectuales que influyeron en su pensamiento y lo animaron a explorar caminos artísticos más libres. Los cafés eran más que espacios de consumo; eran foros culturales, laboratorios sociales y escenarios de amistad.

La bohemia no era siempre fácil: muchos artistas vivían al día, sin suficiente dinero para pagar todas sus consumiciones. Este ambiente de precariedad mezclado con entusiasmo creativo explica por qué un joven Picasso pudo acumular una docena de cafés con leche sin liquidar la cuenta.

Legado cultural y turístico

Hoy, el restaurante 7 Portes sigue en pie como uno de los emblemas gastronómicos de Barcelona. Con casi dos siglos de historia, ha sabido conservar su tradición mientras se adapta a los nuevos tiempos. Sus paredes guardan historias de reyes, escritores y artistas, pero pocas tan entrañables como la de aquel joven Picasso.

Para los visitantes, la anécdota de los cafés con leche añade un sabor especial a la experiencia. No se trata solo de comer en un restaurante histórico, sino de sentarse en el mismo espacio donde el genio del cubismo dejó huella de su vida cotidiana.

La ciudad de Barcelona, consciente de este legado, ha convertido estos relatos en parte de su atractivo cultural. Museos, rutas y locales históricos recuerdan cómo Picasso vivió, aprendió y se inspiró en sus calles.

Una huella más allá del lienzo

Picasso no solo dejó su legado en museos y colecciones de arte. También marcó lugares cotidianos, como el 7 Portes, que gracias a una pequeña deuda de cafés se convirtió en parte de su biografía. La historia nos recuerda que la grandeza no siempre se mide en gestos solemnes, sino en huellas mínimas que el tiempo rescata con ternura.

Quizás dentro de cien años, alguien descubra en otro rincón de la ciudad una anécdota similar de un artista desconocido hoy. La pregunta queda abierta: ¿qué espacio de nuestra vida cotidiana será recordado como escenario de un futuro genio?

La invitación está hecha: comparte esta historia, coméntala y reflexiona sobre cómo lo común puede transformarse en memoria cultural.

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